trece

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Fue una semana de arduo trabajo, los ensayos de la orquesta fueron intensivos. Ana se mostraba cariñosa conmigo, como siempre, sin embargo yo me encontraba algo ausente. Por más que lo intentaba  no podía evitar pensar en Nanami, y ella aprovechaba todas las oportunidades para cruzarse conmigo en el teatro durante los ensayos. Trataba de evitarla, pero no siempre me era posible. Y ella actuaba seductora, me echaba los brazos al cuello para saludarme con un beso en la mejilla, siempre demasiado cerca de la boca, durante los ensayos podía sentir su mirada clavada en mí, esperaba a que saliera para conversar conmigo acerca de cualquier tontería.

-Nanami, ¿qué quieres de mí?- otra vez estaba esperándome apoyada en mi auto, al terminar el ensayo.

-Me parece que soy clara Nat. Te quiero para mí. Cometí un error hace años y no volveré a hacerlo.

-¿Es que no te has preguntado acaso si a mí me interesa volver contigo?-mi voz sonaba enfadada y nerviosa.

-Sé que aún me amas, que nunca has dejado de hacerlo, que te mueres por mí Nat, admítelo…-se acercó a mí, jugando con su dedo en el borde de mi camisa. Su olor era tan avasalladoramente familiar y a la vez tan frío. Me dio un calambre en la boca del estómago, algo parecido a las náuseas.

Creo que en ese momento es cuado dejé finalmente de idealizar a Nanami y a la relación que habíamos tenido. Me di cuenta que lo que había pasado tanto tiempo añorando no es lo que quería para mi futuro, para mi vida. Nanami era el pasado. Aunque doloroso, era bueno que estuviera sucediendo esto, era curar de una herida de siglos… Debo haberme ausentado más de lo conveniente de la conversación, porque cuando dejé de divagar el rostro de Nanami estaba muy cerca del mío y no llegué a tiempo a evitar que me besara. Se abrazó a mí sensualmente, su boca abarcando mis labios, su lengua acariciandolos…Yo estaba inmóvil, como ausente de ese beso, no podía creerlo. Reaccioné, traté de alejar a Nanami, separándola de mi. No lo hice a tiempo. Ana estaba ahí parada, a unos metros. Y parecía que en ese instante había envejecido varios años.

Aparté a Nanami.

-Ana, no es lo que piensas…déjame que te explique…-supliqué casi.

-No te esfuerces Nat, que lo que he visto lo explica todo- no lloraba, la veía fría.

-Ana…-traté de acercarme a ella pero vi como su cuerpo reaccionaba con rechazo. Y podía sentir la mirada de Nanami clavada en mí, aunque estaba dándole la espalda. Se había quedado ahí parada, como disfrutando de lo que estaba pasando entre Ana y yo- Ana, sé que ahora no me puedes creer, pero te aseguro que esto tiene una explicación y que yo no te he traicionado. Déjame que te lleve a casa y conversamos por el camino-le supliqué casi. Había comenzado a lloviznar y Ana parecía no notarlo.

-No lo sé Nat, no sé que pensar, no sé que sentir…-

Aproveché ese momento de duda para tomarla de la mano y hacer que se metiera en mi auto. Pasé junto a Nanami como si ella no existiera, encendí el motor y nos fuimos de allí. Por el espejo retrovisor pude ver su delicada silueta oriental cortando la lluvia que se había tornado ya muy densa. Tan bella…y ya no significaba nada para mí.

Ana no lloraba. Miraba a través del vidrio el paisaje de ciudad, yo manejaba con cautela por el empedrado mojado y resbaladizo. La gente, a quien la lluvia había tomado por sorpresa, se refugiaba bajo los toldos de los comercios, algunos corrían para tomar el autbús, otros se aventuraban a seguir su camino estoicamente y las ventanas de los cafés a medio empañar dejaba ver a los comensales que bebían sus infusiones lentamente.

El silencio dentro del auto no era incómodo. Ana y yo podíamos estar en silencio sin sentirnos irritadas o molestas. Pero en esta ocasión yo necesitaba hablar. Estaba tratando de encontrar las palabras.

🎵🌜 UNA CUERDA DE VIOLONCELLO🌛🎵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora