𝑺𝒎𝒖𝒕 𝑪𝒉𝒂𝒍𝒍𝒆𝒏𝒈𝒆 {𝙼𝚊𝚛𝚒𝚘 𝙱𝚊𝚞𝚝𝚒𝚜𝚝𝚊}

𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔢𝔰𝔠𝔯𝔦𝔱𝔬𝔯𝔦𝔬

Hoy no era su día, definitivamente. Recién había logrado entrar con una pasantía al bufé de abogados que adoraba. Era uno de los más prestigiosos de toda Europa y no se perdería esa oportunidad, aunque tuviera que ser asistente personal de su jefe. Al parecer este no diferenciaba entre "pasante" y "asistente".

No se podía quejar, si tan solo abría la boca para decir algo era callada por la oscura mirada de este. Tenía que estar a su lado en todo momento, a toda hora y en todo lugar. Últimamente esa dominación por parte de su jefe le estaba gustando. Si le hubieran dicho un mes atrás que estaría totalmente encantada de que su jefe fuera así con ella se hubiera reído. Sabía perfectamente que era una relación prohibida.

A pesar de ser el jefe del bufé de abogados más prestigioso de Europa... Era mejor amigo de su padre. Y sí, el señor Bautista tenía 38 años recién cumplidos y no aparentaba esa edad, era una de esas personas a las que no le puedes definir una edad por mirarla. Era un dios griego para estar a dos años de los 40 y había noches en las que se preguntaba como es que no estaba casado, cualquier mujer en su sano juicio caería a sus encantos sin problema alguno. Y lo había visto entrar a su oficina con mujeres muy lindas así que no era que no le pusieran los ojos encima.

Tenía una que otra amiga de la universidad que le preguntaba como era trabajar con él, cuando en realidad lo que ellas piensan que pasa (que es follar a todas horas del día y no parar) no sucede. Ni una sola vez han estado por cerca de hacerlo. Él era un hombre frío y controlador, justamente lo opuesto que ella soñaba en un hombre. Siempre había soñado con que el amor de su vida era amoroso, calido y estúpidamente empalagoso. Aunque la tención sexual en el ambiente que compartía con él era de lo mejor.

-Señorita Vaneloppe, ¿podría venir un momento a mi oficina?- dijo por la linea con su encantadora voz.

- En un momento estaré ahí, Señor Bautista.- se paró de su escritorio, arregló un poco su pantalón y se dirigió a la oficina de su jefe.

Al llegar a la puerta dudó un poco en entrar y oír el seguro regaño que le esperaba, porque normalmente para eso la llamaba a su oficina. Tocó tres veces la puerta y entró cabizbajo cuando oyó el "pase" con un tono enojado.

-¿Sabe porqué está aquí, señorita Vaneloppe?- dijo justo en el momento en que entró en su oficina y cerraba la puerta.

-N-no señor.- un sonrojo en sus mejillas apareció al momento en que su jefe se levantó de la silla y tomó su mentón para que lo viera a los ojos.

-Estás aquí porque has hecho algo mal, querida Vaneloppe. ¿Quien es Martin Woods?- sus ojos se abrieron de par en par al oír ese nombre. ¿Como sabía acerca de él?

-N-no es nadie señor.- pestañeó un par de veces para evitar que notara el asombro en su mirada. Como rayos sabía que había estado en una cena con Martin, un compañero de la universidad que se le hacía lindo.

- Si no es nadie ¿Porqué estás tan nerviosa de que yo esté enterado de con quien sales? Realmente esperaba que eligieras a un hombre para acompañarte, no a un niñato.- apretó la mandíbula al terminar de decir eso y su mirada se volvió más profunda y oscura. -Oh vamos, no es la gran cosa.

-Di-disculpe señor Bautista. Pero enserio estoy en shock.- dijo la castaña antes de ser tomada por el brazo de manera brusca, logrando una pequeña distancia entre sus labios y los de su jefe.

Este último tomó la barbilla de la chica y la alzó, para que la mirara a los ojos. Examinó todas sus facciones. Sus pecas esparcidas desde un pómulo al otro de manera adorable, unos grandes ojos celestes con pestañas extremadamente largas y rizadas. Parecía una muñeca de porcelana, una pequeña, linda y adorable muñeca de porcelana. Que con el más mínimo movimiento puede romperse. Todos esos pensamientos no ayudaron en la creciente erección guardada en sus pantalones, se había imaginado este momento un millón de veces, y no le daba vergüenza admitir que imaginaba que cada mujer con la que se acostaba era ella, su pequeña Vaneloppe.