La niña más bonita

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Y aún la recuerdo, vestida de falda a cuadros y  suéter rojo,  lucía siempre una sonrisa con braquets y ligas de colores y sus ojos verdes, que quizá eran su mayor distintivo «La más bonita» pensaba cada que la veía, pero sin embargo, siempre creí no tener oportunidad alguna. Guardo como un tesoro, la foto mental de la primera vez que la vi, fue en una fiesta de esas de secundaria donde la cantidad de alcohol es mínima y abundan los juegos de adolescentes; ella era la más linda del lugar, sin duda alguna. La situación no me parecía tan incómoda como le sería a cualquier adolescente cuando se encuentra en su primera fiesta en donde también está una niña que le gusta, dado que conocía a todos allí, menos a ella ¡Qué ironía! 

Entre frituras de queso, de esas que mamá decía que se te pegaban al estómago y  «aguas locas» hechas con alcohol barato, muy barato, a alguien se le ocurrió jugar botella. Todos sabíamos que Jesús también gustaba de ella, o por lo menos eso dio a notar cuando le tocó besar a otra niña y él volteando a ver a Julieta, se negó «Ándale, Chucho, bésala y yo lo beso a él» dijo ella señalándome a mí, en ese momento sentí una adrenalina tal, que se queda muy corta a la adrenalina que sentí en aquella pelea que tuve cuando pequeño; desgraciadamente, Chucho no hizo lo suyo, ella terminó besando a Yair y por consecuente, yo tuve que esperar casi diez años para aquel primer beso, bad luck!

El resto de la secundaria, siempre busqué pretextos para hablar con ella, la saludaba en diversas ocasiones al día, para ser exacto, cada que la encontraba en los pasillos. A ella parecía no disgustarle, por el contrario, entre beso y beso, cada vez me acercaba más a la comisura de su boca, nunca tuve el valor para hacer algo más. En varias ocasiones me he preguntado qué habría pasado si no hubiese sido tan cobarde y la hubiere besado, quizá no habrían llegado los pesados ex que tanto daño le hicieron y estaríamos contando otra historia, pero eso es algo, que no hay manera de saber.

En ocasiones, como hoy, la extraño;  la extraño como mujer, como mi mejor amiga, como mi novia, y por supuesto, en esos momentos meramente tristes donde nadie sabe qué hacer y simplemente quiere desaparecer, pero la extraño más en esos momentos muy felices donde parece que al final del día no todo está tan mal, porque después de todo, los momentos tristes llegan solitos para recordarnos que la perfección no existe, pero esos momentos que vale la pena compartir con alguien especial, son los que han llevado trabajo hacerlos llegar, esos que al compartirlos con el ser amado, se le asemejan a la perfección.

Quizá sólo soy un romántico empedernido sin cura aparente, pero te extraño y es que, como bien dicen, «si algo de noble y sublime hay en el corazón de un hombre, es porque una mujer lo puso ahí» y en mi caso particular, parte lo noble y sublime, lo has puesto ahí tú, Marielita. 

Te quiere, te ama y te extraña. Siempre tuyo.

Pablo Contreras. 

Un día en la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora