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–Venga que es hora de currar –la despierta Seth por la mañana temprano.

–¿Qué dices? –pregunta con voz perezosa incapaz de abrir los ojos.

–Te digo que es hora de ponerse en pie –repite con voz algo cansada. Estira de la manta que tiene por encima para ver si así consigue despertarla.

–¿Hoy no quieres dormir hasta las tantas? –pregunta ella enfadada por que la obligue a despertarse.

–Hoy no.

–Pues yo quiero dormir más, anoche me costó coger el sueño.

–Dormirás después. Vamos –insiste tomándola de los brazos para ponerla en pie a la fuerza. Valentina remuga molesta pero se mantiene firme en pie para que la deje tranquila, sabe que es capaz hasta de llevarla en brazos.

–¿Y se puede saber porque no puedo quedarme en la cama?

–Porque tienes que ganarte el pan –contesta rotundo. Valentina lo mira y se queda literalmente con la boca abierta.

–¿Cómo que ganarme el pan? –pregunta confusa.

–Sabes que no hay rescate por eso tienes que trabajar para poder comer.

–¡Venga ya! ¿Encima de que estoy aquí en contra de mi voluntad me vais a obligar a currar? Yo flipo –Exclama perdiendo la paciencia, le parece una aberración que después de todo la obliguen a ganarse la vida en ese horrible lugar.

–Tienes dos opciones, quedarte y pasar hambre o venir y comer. Tú decides.

–Sí claro como que me das muchas opciones... ¡mierda! Odio todo esto. Está bien, iré contigo pero solo porque no me apetece nada quedarme aquí encerrada, además no me gustan ni la tiparraca esa ni su cría.

–Vaya, me siento alagado –afirma sonriendo antes de salir la habitación. Ella no tarda en correr tras él saliendo de la cama de un salto.

–No quería decir eso, tu tampoco me caes bien –afirma molesta por su risa orgullosa.

–Déjalo anda, venga, coge un par de frutas del frutero y sígueme –le indica saliendo de la casa. Ella obedece y va tras él como un perrito desvalido buscando protección contra la horrible bestia que suele merodear por los aledaños y que sabe que se la tiene jurada. Por suerte no aparece y puede respirar tranquila. Los dos van al baño y se marchan caminando hacia una zona algo alejada de las casas donde les espera un enorme e infinito campo lleno de maleza.

Seth se acerca a unas personas y empieza a hablar con ellos en ese idioma que le suena a chino. Ve unas piedras enormes a un lado bajo unos árboles y decide ir a sentarse. Los pies ya apenas le duelen gracias a las vendas y los enormes zapatos pero no le apetece estar todo el rato de pie y menos aún permanecer cerca de toda esa gente tan vulgar.

Está examinando sus manos pensando en que no están hechas para trabajar, el esmalte rojo de sus uñas se le está empezando a desquebrajar y observa como la uña de su dedo anular derecho esta partida por un lado. Hace un poco de fuerza y termina de romperla con tristeza, le encanta llevar las uñas largas... De pronto se sobresalta con algo que cae a sus pies, lo mira y alza la cabeza para ver que quien le ha lanzado una azada no es otro que Seth.

–Venga, que hay mucho que hacer.

–No pienso usar eso.

–No te queda otra.

–Puedo estar aquí sentada vigilando lo que hacéis, si queréis hasta os doy órdenes a modo guía. Se me da bien mandar –asegura con altivez.

–No digas tonterías y a currar.

–En serio, tengo facilidad nata para el liderazgo, con mis instrucciones todo marchara de manera organizada y el trabajo será mas rápido y eficaz –explica andando tras el para que la escuche.

Flores rarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora