Vuelve a estar en la misma posición de antes, su captor le pone de nuevo una brida que engancha a la cama y cuando va a ponerle la mordaza ella le suplica que no lo haga.
–No gritaré te lo prometo.
–Si haces un solo ruido, por pequeño que sea, te la vuelvo a poner –le advierte mirándola fijamente a los ojos.
Para ella es un ser aterrador, cuando la mira fijamente quiere ocultarse y desaparecer, con solo una mirada le hace sentir que es capaz de hacerle sufrir la mayor y más cruel de las torturas, más cruel incluso de lo que está siendo ahora.
Es alto, mucho más que ella y que cualquiera de sus hermanos, debe medir por lo menos un metro noventa. Es muy fuerte, se le nota a simple vista, parece un asiduo al gimnasio y a las pesas, es capaz de levantarla sin apenas esfuerzo, recuerda cuando su novio en un arranque romántico y caballeroso, la tomó en brazos para que no pisase unos charcos de barro, recuerda que le costaba llevarla, que no aguantó mucho y se le saltan unas lágrimas al visualizarlo en su mente, al echarlo de menos, al recordar cómo se reirán, como comparten tantas cosas, como la respeta y la adora, siempre le pregunta antes de acariciarla o de darle la mano, si le incomoda algo hace lo posible por mejorarlo, jamás se enfada con ella y lo echa de menos.
El demonio que la ha secuestrado tiene la mirada oscura, penetrante e intimidante, jamás nadie le ha mirado con la rabia y el odio con que la mira él. Tez morena y rapado. Lleva varios tatuajes que no ha podido identificar bien, tampoco ha tenido tiempo de observarlos. No puede mirarlo tranquila para poder memorizarlo y poder describirlo si consigue escapar. Piensa que debería hacer como en las películas, que la víctima guarda a buen recaudo en su mente todos y cada uno de los detalles para luego usarlos en su contra, pero esas víctimas ficticias siempre tienen las ideas muy claras y sus mentes no son embrollos borrosos por culpa del miedo y los nervios. Si ahora mismo entrase la policía por la puerta sabe que no sería capaz ni de recordar su nombre.
El tipo vuelve a irrumpir en la habitación y ella se pone en guardia, se había relajado un poco, todo está a oscuras, ya no se cuela luz por las rendijas y se da cuenta que debe ser de noche. Ahora al verlo iluminado con la luz de una vela que lleva en las manos, su corazón vuelve a latir aterrado.
Le trae agua y otro plato de arroz.
–¿Vas a comer esta vez? –le pregunta muy serio.
–¿Puedes soltarme? –le pregunta ella otra vez negándose a que le den de comer.
–No voy a soltarte.
–Pues entonces no como.
–Haz lo que quieras.
Y se marcha por donde ha venido, llevándose el vaso y el plato.
A pesar de los nervios, sus tripas empiezan a rugir. No es muy comedora, nunca suele picar entre horas y su madre siempre ha tenido problemas para alimentarla correctamente, pero ahora se comería hasta un elefante.
Las fuerzas la van abandonando poco a poco, necesita dormir, pero tiene mucho miedo y no quiere cerrar los ojos a pesar de que los tiene casi cerrados. La luz de la vela tintinea dando un color anaranjado a la estancia que así parece incluso aún más cargada.
Empieza a preguntarse cómo va conseguir dormir con el dolor de brazos que tiene, así como está atada será complicado, además tiene frio y mucha sed.
Tan solo unos minutos después el tipo entra de nuevo en la habitación, se dirige a la cama y Valentina se vuelve a encoger asustada. No le dirige la palabra y casi ni la mira cuando de pronto apaga la vela de un soplido y se tumba a su lado dándole la espalda.
ESTÁS LEYENDO
Flores raras
RomansaValentina tiene las ideas muy claras, se puede decir que lleva una vida perfecta con un novio al que ama, amigos, estudios... Jamás pensó que por una jugarreta del destino y una inoportuna casualidad su vida girase por completo, llevándola a un luga...