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Eran las 3:45am cuando recibí la llamada de padre de Michael, avisándome que había tenido un accidente de auto demasiado grave. Me alteré al instante y comencé a ponerme ansiosa, no sé cómo hice para llegar al elevador y bajar hasta el estacionamiento del edificio pero de un momento a otro ya estaba en el auto conduciendo hacia el hospital.

Al parecer Michael acababa de llegar de Australia y en tan solo cinco minutos después de subir a su camioneta, otro auto se estrelló en la puerta de su lado llevándolo arrastrando por cinco calles hasta que al fin se detuvo la persecución. El cinturón había logrado que no saliera expulsado y la bolsa de aire no fue tan agresiva como para quitarle el oxígeno, pero una parte de la puerta se había incrustado en su abdomen, muy cerca de los pulmones.
Había riesgo de un derrame y era. casi seguro que alguno de sus órganos vitales se viera afectado.

Estaba aterrada, no quería que el pasará por eso y no quería perderlo de esa forma tan violenta.

Intenté manejar despacio y con precaución, no quería que ocurriera otro accidente. Estaba tan ansiosa por llegar al hospital que tomaba el volante de mi auto con demasiada fuerza, al punto de tener los nudillos blancos. Sentía que se me iba la respiración de a ratos y mil escenarios trágicos se reproducían en mi cabeza.

Necesitaba controlarme a mí misma, de nada serviría que yo entrará en algún tipo de shock. Me orillé frente una joyería y mi mirada rápidamente se posó en mi dedo anular, ahi estaba el anillo de compromiso que Michael me dió hace meses. Inmediatamente comencé a llorar y a maldecir, Michael no se merecía estar pasando por esto. A pesar de los errores que cometimos él seguía siendo una gran persona, no dudaba de su calidad como ser humano y tampoco ninguna de sus cualidades.

Era bueno, amable, tierno, divertido, gentil y un millón de cosas más. Había sido mi amigo durante muchos años, me había ayudado cuando lo necesite y siempre estuvo dispuesto a recibir las balas por mi.

Una vocecita detrás de mi cabeza me pidió que dejara de pensar en él como si ya no estuviera vivo, y por mi propia paz me obligue a hacerle caso. Él estará bien, tan solo es una mala broma de la vida y en unos días recordaremos esto como un trago amargo del que logramos salir.

Encendí el auto nuevamente, me limpie las lágrimas que estaban esparcidas por mi rostro y me puse en marcha.

Tarde media hora más en llegar, el cielo permanecía oscuro aún y las personas seguían dormidas, eran pocos los locales que estaban abiertos y el hecho de no ver vida humana me entristeció más.

Está Ione mi auto en un lugar seguro y salí de este, el aire de la madrugada me impacto directo en el rostro y traspasó mi fina pijama, pero no me importaba si estaba en Alaska, yo quería saber de Michael. Corrí lo más rápido que pude con mis pantuflas y llegué hasta urgencias.

Veía pasar a enfermeras, camilleros y médicos, todos iban con prisa dispuestos a ayudar, tan solo esperaba que con esa misma velocidad estuvieran atendiendo a Michael.

Estaba por acercarme a recepción cuando ví a Frederick en un pasillo, sentado en el suelo y con un vaso de café en sus manos temblorosas. Cuando él giro la cabeza hacia mí y me vio rápidamente sus ojos se llenaron de lágrimas y se levantó del suelo. Caminé hasta él y ambos nos juntamos en un abrazo lleno de emociones y preocupación.

-¿Que ha sucedido? ¿Te han informado algo?- pregunté en cuanto nos separamos.

-No, aún nada...-dijo con voz baja y quitándose el saco gris perla que llevaba puesto para ponerlo sobre los hombros, ayudándome a dejar de temblar.-Por Dios, vienes en pijama.

-No lo pensé, en cuanto llamaste ya estaba saliendo de casa.-suspire cruzando los brazos encima de mi pecho.-¿Ni siquiera te han dicho que es lo que ocurre?

You And I (LP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora