Lo que sucede cuando terminas una historia y no tenes imaginación

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Entre páginas de un diario que guardo celosamente de los demás, existe un recuerdo chiquitito, un trébol con tres hojas y bajo este, una pagina que explica que originalmente tenía cuatro, y que fue tratado con poco cuidado. En la próxima página había un cuento fantástico de cómo había sucedido el hecho, nombraba criaturas extrañas y en las esquina la representación del trébol cuando era libre y estaba entero, dibujado con una birome azul y firmado con una huella accidental.

Solo puedo imaginarme la nostalgia del trébol al tener que leer cada vez se abre el viejo diario como sucedió su secuestro, endulzado con monstruos y hadas que lloran todavía en algún lugar de la plaza guardando lo único que pudieron salvar, una sola hoja, ahora descomponiéndose en la tierra negra que lo nutrió y ahora es nutrida por él. La muerte solo tiene el sentido que le da y para él era tan preciada como el sol que se le niega al cerrar el cuaderno, o el olvido para poder ser otros y con otras formas.

Amante del ciclo de la vida y de la clorofila se avergüenza de su tono pálido y amarillento como una momia, de vez en cuando ve por sobre el hombro del lector un caracol en el estante y siente envidia, el caracol blanco angelical puede tomar todo el sol de la ventana pero no sabe que esos huesos provienen de una patria incluso más lejana a la plaza y sus colores originales se destiñeron ya hace décadas antes que el pequeño trébol.

Y acá estoy coleccionando cuerpos pequeños por curiosidad e inspiración sin la intención de parecer un personaje oscuro, describiendo escenarios y conciencias como si me alienara de la realidad en la que vivo, sintiendo simpatía por lo que hubiera muerto lejos de casa como si la pesadilla de los hombres de antaño fuera la pesadilla de todos.

Aun habiendo creado estos escenarios, en lo personal no siento gran lealtad y orgullo por mi hogar, a pesar de todas las leyendas, relatos de cómo se construyó o sus tiernos mensajes refiriéndose a que formó parte sin importar que.

Quizás porque nada de esto es mío, o porque no sé como funciona o sus verdaderos secretos. Culpo esa pequeña exclusión de ser responsable de mi alienación en la que ahora me lleva a tomar el trébol envuelto en film a el lugar de su secuestro.

Mientras cargo al pequeño en el bolsillo de mi camisa lo siento temblar de emoción, o me miento y solo es el viento que nos da a los dos de cara. Cerramos los ojos y disfrutamos del sol tratando de que la tierra no se nos meta en los ojos. Vimos los caracoles desde los gigantes arbustos de lilas moradas mirarnos un momento antes de volver a su gula y soporte el deseo de acercarme a ellos un segundo por el impaciente en mi pecho.

Una vez en la plaza encontramos el parche gigante de tréboles, escuché con atención el estridente canto de la hinchada de las hojas de los árboles que rodeaban la cuadra; sus semillas que caían para ver de cerca que pasaba. Los tréboles desesperados se balanceaban hacia el pequeño como si lo conocieran y mueven sus cabezas, las flores donde duermen las hadas nos miran inquietas sin saber a qué vengo.

Llegó el momento y deje caer al chiquito en el parche asegurándome de estar cerca del suelo, a medida que caía se deshacía liberando toda la tensión acumulada en sus años de encierro.

Habiendo finalizado mi trabajo me recosté y mire el cielo que nos habíamos perdido por tanto tiempo, el cielo infinitamente azul donde entran inmensas nubes blancas y grises que viajan rápidamente a otro lugar de la ciudad, el ruido se calmo y quedamos solos.

Cuando volví a casa todo se veía mas oscuro y solitario que de costumbre, cerré la puerta con llave y el único ruido que se oyó luego fue cuando las deje sobre la mesa. volví a mi escritorio, agarre un marcador negro que uso para anotar las cosas para no olvidarme y saque el cuaderno para escribir como el trébol volvió a casa un día en que el viento le dio vida y movimiento a todo en la plaza a la que nadie se animó a ir no estaba lindo el día para jugar a la pelota o sentarse a leer bajo los árboles.

Considero que un gran final para la historia es cerrar el cuaderno y dejar que lo demás desaparezca, como si la luz de la realidad sólo existiera cuando alguien se anima a abrir el cuaderno y leer su contenido.

:yDonde viven las historias. Descúbrelo ahora