Sara Bareilles - Breathe Again
—¿La... señorita no bajará a cenar? —Matías se encogió de hombros sin saber qué contestarle a esa mujer que quería como otra madre. Masticó el guisado que ella preparó para cenar, pensativo–. No bajó en toda la tarde, ni siquiera ha hecho un solo ruido.
—Ya vendrá cuando tenga hambre —aseguró no muy conencido. Aún sentía un poco de remordimiento por la forma en que la trató por la mañana. Percibió algo en sus ojos que no lo dejaba estar tranquilo.
—¿No habrá hecho alguna locura? —Matías la miró desconcertado
–No creo que sea capaz.
—Pues... no lo sé... por lo que Cristóbal decía se ve que no está muy bien, hijo —conocía a esa mujer, así que entendió enseguida lo que quería. Era la única que podía doblegarlo y lograr de él casi todo lo que quisiera, siempre y cuando estuvieran solos, porque de lo contrario, se mostraba duro e inflexible, incluso con ella.
—De acuerdo, iré a ver —María dejó salir un suspiro de alivio–. No debes preocuparte tanto, ya verás que todo estará bien —bajó la vista no muy segura. Después de todo algo así ya había sucedido en esa casa ya hacía un tiempo.
Unos minutos después Matías se encontraba frente a la puerta de su recámara. Acercó el oído a la puerta para intentar escuchar algún ruido y en efecto, no se oía nada. Abrió despacio. Todo estaba oscuro, pero pudo distinguirla dentro de las cobijas de la cama, al parecer, profundamente dormida. Verla así lo conmovió, después de todo se quedó huérfana muy pequeña y había tenido que ser criada por aquella mujer que por alguna razón no le daba mucha confianza y por la cual su amigo perdió la cabeza. Cerró despacio y regresó a la cocina.
—¿Está bien? —preguntó la mujer, impaciente.
—Claro que está bien, de hecho ya está dormida —tomó una tortilla y el tenedor con el que estaba comiendo. María se acercó hasta la ventana de la cocina pensativa—. ¿Ahora qué sucede? —quiso saber Matías tenso. A veces esa mujer lo sacaba de quicio.
—Sólo pensaba...
—Y supongo que me dirás en qué....
—En que hoy que fui a dejarle la ropa era otra. No sé... no parece todo lo que Cristóbal dijo.
—María, ella ha hecho todo lo que escuchaste y hay que tener mano firme. No la subestimes por favor. Me parece raro en ti... Siempre eres muy mal pensada —la mujer lo miró respirando hondo de nuevo.
–Tienes razón, hijo, debo estar al pendiente, después de todo era aquí o la cárcel, no ha de ser una perita en dulce.
—No, no lo es. No niego que ha sufrido mucho, pero no es la única en éste mundo que pasa por una tragedia, debe aprender a enfrentar las cosas. Ya sabes que no tolero las personas débiles. No piensan en los demás y pueden hacer mucho daño a los que las rodean —María se acercó hasta la larga mesa rectangular que se encontraba en medio de la cocina y se sentó frente a él.
–¿Algún día olvidarás hijo? —Matías dejó de comer negando con firmeza
–Sabes que no, lo que hizo Tania me cambió para siempre y... ya me espantaste el hambre —se levantó de prisa y desapareció sin decir más.
María conocía muy bien esa reacción, desde que aquella mujer fue diagnosticada unos meses después de su matrimonio, Matías no había vuelto a ser el mismo. Tiempo después, cuando ella... murió, se transformó en un hombre vacío, frío y un poco cruel. Odiaba a las personas que se dejaban vencer y no aceptaba el menor símbolo de debilidad por más justificado que este pudiera ser.
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Belleza atormentada © ¡A LA VENTA!
RomanceCompleta versión borrador. Andrea es una joven rebelde, con un pasado asombrosamente desagradable, un presente poco alentador y un futuro lleno de soledad. Por ciertas circunstancias se ve obligada a pagar una condena de un año en una hacienda en Ve...