Capítulo XIV

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Más tarde ella se encontró con Pedro en la terraza, este la miraba pícaro pero no tocó el tema. Hacía sus ejercicios sin chistar poniendo mucha atención a lo que su maestra temporal le indicaba. Matías y María se encerraron en el estudio para revisar las cuentas semanales. Terminaron como siempre rápidamente, esa mujer era muy organizada y tenía todo controlado.

—María... necesito hablar contigo —ella guardó su libreta en el delantal y esperó—. Creo que ya sabes que... algo sucede entre Andrea y yo —asintió mostrando una pequeña sonrisa—. Pues no son chismes, ella y yo ya estamos juntos.

—Me da gusto, hijo, ambos son buenos chicos —la expresión de él se ensombreció, se acercó a la ventana y recargó un brazo ahí, pensativo.

—No es sobre eso de lo que quiero hablar —calló un segundo y continuó abatido—. María... tenías razón, siempre la tuviste —frunció el ceño confusa.

—¿Sobre qué?

—Sobre Andrea... Decías que algo no encajaba, que nos sorprendería, que había sufrido mucho.

—Y aún lo creo, aunque ustedes estén juntos. De hecho tengo que confesarte que su relación me asusta un poco, no quiero que sufran —la escuchó sin voltear.

—Pues... debes saber que como siempre no fallaste...

—¿Al fin te lo dijo? —Matías asintió girando con la mirada turbia, llena de impotencia y dolor.

—Esa mujer... la esposa de su hermano.

—¿Mayra? —De solo escuchar su nombre se le revolvía el estómago.

—Sí, ella. Es un monstruo, María, uno de verdad, no tienes idea de las cosas por las que ha hecho pasar a Andrea.

—Pero... ¿cómo, por qué?

—Por ambición, por poder... no lo sé. Alguien así definitivamente es un psicópata.

—Pero ¿qué le hizo?, ¿qué te dijo? —La mujer lo observó atenta y muy preocupada.

—María, esto es muy grave... —calló unos minutos tratando de encontrar la forma de decir algo tan espantoso—. Ella... provocó el accidente donde los padres de Andrea murieron —María soltó un pequeño gritito tapándose enseguida la boca conmocionada—. Sí, ¿podrás imaginar mi reacción al saberlo? Pero eso no es todo.

—Por Dios... ¿hay más?

—Mucho más. Ese... monstruo, mantuvo amenazada a Andrea todo este tiempo con la vida de su hermano.

—Hijo... ¿de qué hablas? Lo que dices es espantoso, no puede ser —se sentó a su lado y le narró en resumen todo lo que Andrea le confesó hacía dos días. María estaba helada de la impresión, dolida por saber lo que esa niña tuvo que pasar y con un sentimiento de ternura absoluta por verla aún entera a pesar de todo aquello. Comprendía al fin tantas cosas—. Lo que me cuentas es... terrible. ¿Cómo puede ser que esa muchacha siga sonriendo? Dios, eso es para volverse loca.

—Lo sé... ¿Y sabes? al enterarme de todo esto me sentí un imbécil. Ella ha vivido un infierno, María, y jamás se quejó, luchó, sigue luchando aún. Tiene ilusión de que su futuro sea diferente... ¿cómo lo logró? Yo... me hundí con lo de Tania y eso comparado con lo que ella ha pasado no es jodidamente nada —María colocó una mano cariñosa sobre su rodilla.

—Son cosas diferentes. Andrea buscó sobrevivir, era su vida la que estaba en juego y la de su hermano.

—Y no sabes cómo me llena de rabia e impotencia saber todo lo que ha tenido que pasar. Quisiera tener a Cristóbal enfrente y escupirle en el rostro todo lo que generó. Andrea era una niña, huérfana, sola y él se la entregó en charola de plata para que la descuartizara si lo deseaba.

Belleza atormentada © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora