Capítulo XVIII

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Las semanas pasaban, la vida en ese lugar era agotadora. Se levantaba muy temprano, comía la horrible comida de Juana, comenzaba a trabajar en cualquier cantidad de cosas que al asqueroso dueño del lugar se le ocurría. A mediodía siempre le daban un caldo insípido que le servía para agarrar fuerzas y continuar limpiando, cavando, arando, en fin... haciendo todo lo que era obligación de los zánganos de sus cuñados y que al verla a ella hacerlo todo sin quejarse, habían decidido adjudicarle sus tareas. Se sentaban ahí, cerca, observándola lascivamente hacer su trabajo. A ella le daba igual, el dolor físico la hacía olvidar un poco el dolor emocional, cuando ya no podía más, el odio y rencor le daban nuevas energías.

Saldría de ahí en poco tiempo, tenía que pensar muy bien su siguiente paso. Si ya había llegado tan lejos con todo eso no podía arriesgarse a que Mayra cambiara de parecer y decidiera hacerle daño a Cristóbal o Matías. Trazaba sus planes día a día, no debía fallar.

Ya faltaban dos semanas para que se marchara de ese maldito lugar. Un dolor en el vientre le impidió seguir limpiando los deshechos de los animales. Tomó aire intentando tranquilizarse, pero la horrible sensación le atravesaba la espalda. Se quedó ahí, agachada con una mano en el bajo abdomen. Bajó la vista hasta el lugar del dolor y abrió los ojos de par en par helada, su pantalón estaba completamente manchado de sangre. Se levantó lentamente y como pudo salió de ahí. Necesitaba pedir ayuda. No veía a nadie y el dolor era cada vez más intenso. Intentó calmarse, llevaba días sintiéndose especialmente cansada, esa mañana el dolor en la parte baja de la espalda fue sumamente fuerte pero de inmediato se lo achacó a la llegada de su periodo y lo mucho que se excedía.

—Andrea... ¿Qué le sucede? —Era Juana, ya estaba hincada frente a ella.

—No, no lo sé... me duele —y le señaló con la vista el lugar. La mujer la observó atónita llevándose las manos a la boca.

—Dios... usté está embarazada, la criatura se le está viniendo —Andrea pestañeó confundida. Juana alzó la vista y le limpió la fina capa de sudor que perlaba su frente tiernamente—. ¿De cuánto tiempo está?

—Yo... ¿De qué hablas?... Auuuu —se dobló al sentir otro espasmo. Su cabeza caviló de prisa. ¿Cuándo fue la última vez que menstruó? Intentó contar mentalmente, recordaba que quince días antes de salir de la hacienda la tuvo. Enseguida palideció.

—Pero... hoy comencé el periodo —la chica negó, seria.

—No, señorita, yo he tenido varios y sé de qué le hablo, usté está preñada —Andrea no lo podía creer, apretó la mano que tenía en su vientre instintivamente.

—Un hijo...

—Sí... pero ya no se logró. Vamos, hay que darle un baño, debe hacer cuentas pa' ver cuánto lleva si no esto puede ser peligroso —Andrea se dejó ayudar por la joven sin decir una palabra. Las lágrimas comenzaron a salir sin que pudiera evitarlo. Un bebé de ella y Matías y lo estaba perdiendo. No podía ser, lo quería, quería conocerlo, quería sentirlo crecer dentro de ella, era lo único que tendría de él.

—Juana... haz algo, no quiero perderlo... ayúdame te lo suplico —la mujer la miró angustiada. Sabía muy bien lo que se sentía, ella misma ya había pasado por eso cinco veces.

—Señorita, no hay nada qué hacer, su criatura ya no está viva.

—¡No!, ayúdame, te lo suplico, por favor, algo debe poder hacerse. Quiero verlo, quiero conocerlo —la muchacha sintió lástima por esa hermosa mujer que ya lloraba la pérdida de alguien que nunca podría acunar. En todo el tiempo que llevaba ahí, apenas si habían conversado. Siempre estaba trabajando sin descanso, parecía que necesitaba con urgencia olvidar algo, o... a alguien. Su mirada era vacía y jamás se quejaba. Sin embargo, en esos momentos hablaba más que en esas semanas y mostraba una emoción en el rostro. Estaba sufriendo, la veía con ansiedad y desesperada, pero ya era muy tarde, no existía nada que se pudiera hacer.

Belleza atormentada © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora