Capítulo 7: Sabor Agridulce

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Esa cena fue una auténtica pesadilla, incluso más que la primera que tuvo con Katsunori cuando Tetsu presentó oficialmente a Kagami.

La noche tampoco es que mejorara, como todas de ahí en adelante, era lo que le tocaba. Él sabía dónde se metía nuevamente, Wakamatsu, Satsuki como Imayoshi, ya le habían avisado nuevamente, pero como era normal en él, no los escuchó a tiempo.

Y ahí se encontraba otra vez, atrapado en ese matrimonio. Pero eso no era lo único por lo que tenía que pasar, ahora había que sumarle también a tener a ese adolescente no sólo merodeando cerca de él, sino, además siendo el novio de Tetsu, y sin contar con el quebradero de cabeza con la obsesión absurda que le había dado a Katsunori con tener otro hijo.

A la mañana siguiente, una vez que el mayor hubiera abandonado la casa hacia su trabajo, fue directo al baño para tomarse la pastilla. Debía tener muchísimo cuidado, no sólo de que su marido se enterara de que se estaba tomando anticonceptivos a sus espaldas, sino también de quedarse. Por nada del mundo quisiera atarse más aún a él, ni mucho menos darle la alegría de embarazarse.

Kuroko se marchó a sus clases y él, que tenía hoy día libre, quería aprovechar para avanzar en la investigación del caso que estaba llevando. Pero para ello, debía conseguir entrar en su despacho.

—Daiki-sama, ¿desea algo? —preguntó el mayordomo, que venía de supervisar la limpieza y orden de las habitaciones.

—Eh... no, sólo quería buscar unos libros que recuerdo que mi marido tenía, me apetecía leerlos —mintió, ante la mirada del hombre.

—Pero Katsunori-sama mantiene siempre su despacho bajo llave.

—¿Y no tienes la llave por ahí? Me siento algo aburrido y pensé en tomar uno de esos libros para leer en el jardín, aprovechando que hace un día muy bueno.

—Lo siento, Daiki-sama, pero el señor es el único que tiene la llave de su despacho. ¿Quiere que me ponga en contacto con él? ¿O yo personalmente vaya a buscar a alguna librería el libro que desea?

—No, no te preocupes, cuando vuelva a casa se lo pediré, me conformaré con alguno de los míos mientras.

—¿Desea alguna otra cosa?

—No, me retiraré entonces a mi habitación, me siento algo cansado —fingió tocándose su frente y poniendo rostro de malestar.

—¿Quiere que le lleve algo para que se sienta mejor?

—No te preocupes, gracias, sólo descansaré un poco —el mayordomo hizo una leve inclinación y se retiró con educación—. Cómo narices entro ahora al dichoso despacho —murmuró molesto marchándose a su habitación.

Una vez allí, empezó a pensar en cómo poder entrar. Empezó a buscar por la estancia la llave, quizá no la llevara encima y la tuviera guardada en alguno de los cajones, pero por más que la buscó, no consiguió encontrarla.

Sintió algo de calor, por lo que abrió la ventana para ver si le venía la inspiración, y con ello, se le vino una idea a la cabeza. El despacho se encontraba justo en la habitación colindante. Salió al jardín por la propia ventana, ya que la casa era de una sola planta, y miró si la del despacho se encontraba al menos algo abierta.

Para su suerte, estaba entreabierta. Por ella, accedió a la estancia. Se encontraba todo ordenado, limpio y en su lugar.

Empezó a mirar en los cajones del gran escritorio de roble, y después entre las estanterías, para terminar encendiendo el ordenador portátil. Buscó y por fin encontró algo de la información que necesitaba para su investigación.

Rompiendo Las Reglas (KnB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora