Prólogo.-

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Todo el mundo recuerda el año mil novecientos cuarenta; como el año en el que la segunda guerra mundial estaba comenzando a tomar fuerza. Un año devastador para muchos. En cambio yo lo recuerdo como el año en el que mi vida cambió para siempre.

Era egoísta a mi parecer en ese entonces porque mientras que muchas personas sufrían, yo era feliz. Era completamente feliz.

Dicen que el primer amor nunca se olvida, que es eterno y que no se borra de tu memoria ni de tu corazón con absolutamente nada. Dicen que cuando eres chico no terminas de comprender la magnitud de lo que significa la palabra "amor" pero también dicen que cuando eres chico sientes con más intensidad.

Pero sobretodo; dicen que cuando un amor es verdadero trasciende en el tiempo.

Recuerdo perfectamente bien la primera vez que lo vi; él estaba caminando por la plaza de la ciudad con ese porte tan característico de él pareciendo completamente imponente. Con su cabello negro brillante perfectamente peinado, envuelto en un traje color verde oscuro y la manera tan pulcra en la que lucían sus zapatos –yo estaba segura que ahí no había ni una sola partícula de polvo- fue suficiente para que se robase mi corazón por el resto de mi vida. En aquel entonces: lo recuerdo perfectamente bien yo había estado tan impactada por la belleza masculina que poseía ese hombre que terminé desarrollando una pequeña obsesión...la cual por supuesto me llevó a hacer cosas imprudentes.

Pasaba horas sentadas en la plaza Kingston esperando por él pues siempre parecía caminar por ahí a la misma hora. Era una rutina para él y el mejor momento del día para mí. Y aunque suene un poco loco con el paso de los días comencé a tener la necesidad de que él me notase, necesitaba que se diese cuenta de mi presencia y aunque me había devanado el cerebro tratando de encontrar una buena manera nunca lo conseguía; hasta que lo hizo.

Sus ojos marrones se posaron en los míos y cuando me di cuenta que me perdí en ellos también comprendí que ya no había vuelta atrás. Me obsequió una sonrisa y a cambio yo le obsequié mi corazón.

Puedo decir que William De Jesús marcó mi vida para siempre y entonces la aventura más grande de mi vida comenzó al mismo tiempo que comenzó nuestro amo; el amor más puro y sincero que pude haber sentido jamás.

Tengo que admitirlo; al principio fue duro pues mis padres se oponían rotundamente a nuestra relación aferrando sus argumentos a no más que una barbaridad –según ellos- que mantuviese una relación con una piloto de aviación si tarde o temprano terminaría marchándose a la guerra pero el amor que yo sentía por él iba más allá de cualquier comentario negativo o limitante que fuese dirigido para mí. Éramos felices juntos y cuando el amor es verdadero no importa nada más.

El tiempo comenzó a pasar con rapidez y nuestros lazos afectivos comenzaron a crecer y fortalecerse más y más cada día; yo no podía comprender como es que ese hombre había hecho que me enamorara de él como una loca. Lo adoraba con todas mis fuerzas y ciertamente no podía esperar a que fuésemos marido y mujer.

Hasta que llegó lo inevitable; William De Jesús figuraba entre los pilotos de aviación que habían sido reclamados para apoyar a los de su bando en la guerra. Yo había estado tan devastada y aunque al principio me había opuesto a eso muy en el fondo sabía que no podía hacer nada para evitarlo; era un deber que se tenía que cumplir y William estaba más que dispuesto a hacerlo.

El día en el que nos tuvimos que despedir en la estación de trenes que lo alejaría de mí por un tiempo; lo puedo recordar como el día más triste de mi vida. La sensación de angustia que reinaba en ese lugar era tan palpable y tan abrumadora que definitivamente impregnaba tu piel y se colaba hasta los huesos. Dolía. Dolía demasiado. William me miró a los ojos un largo momento –y yo solo por un momento perdí el hilo del transcurso del tiempo- antes de dejar un largo beso sobre mis labios, un beso de despedida.

—Prométeme que vas a cuidarte...—le pedí dejando escapar algunas lágrimas de mis ojos. Él me sonrió ampliamente, acunó mi rostro entre sus manos y dejó otro beso sobre mis labios como si con ese simple y pequeño gesto estuviese tratando de tranquilizarme.

—No te preocupes por mi.—respondió regalándome una sublime caricia que hizo que hasta la última fibra de mi cuerpo se estremeciera en el acto.—Te prometo que voy a encontrar la manera de enviarte una carta semanal... ¿de acuerdo? Estaremos en contacto todo el tiempo, lo prometo.—yo asentí confiando en él y en su promesa..—Esto es para ti...—me dijo entregándome una llave dorada.

—¿Para...mi?—él asintió ofreciéndome otra sonrisa. Su sonrisa era lo más perfecto que yo había visto alguna vez en mi vida, era capaz de hacerme olvidar cualquier cosa cuando me sonreía y definitivamente aquella vez no fue la excepción.

—En mi casa hay un cofre...es herencia de mi padre...y se supone que esa será la herencia de mi hijo...y después la de mi nieto pero quiero romper la tradición familiar que ir pasándola de generación en generación porque quiero que la tengas tú...—hizo una pausa y me miró un momento para corroborar que yo estuviese prestándole atención.—Dentro hay joyas que eran la herencia de mi madre pero que al final de cuentas pasarían a ser de mi esposa y esa eres tú...

—¿Estás proponiéndome matrimonio?—cuestioné más que confundida; emocionada.

—Sólo si prometes esperar por mí hasta que todo esto termine...porque no importa que tanto diga todo el mundo; terminará. Porque nada puede ser eterno...—me dijo tomando mis manos entre las suyas.

—Excepto nuestro amor.—respondí. Dejó un beso sobre mis nudillos y me largué a llorar de nueva cuenta porque definitivamente no había un hombre más perfecto que William.

—Te esperaré todo el tiempo que sea necesario, lo prometo...

A los pocos días la primera carta llegó a casa. William me contaba un poco sobre el lugar en el que se encontraba diciéndome que en otras circunstancias le hubiese gustado llevarme allá para que pudiese verlo con mis propios ojos. Yo leía emocionada cada una de las palabras plasmadas en el papel con su desprolija letra mientras acariciaba la llave dorada que pendía de mi cuello mientras esperaba con ansias la siguiente.

La acción se repitió durante varias semanas hasta que finalmente las cartas dejaron de llegar. Había estado tan preocupada hasta que un día llegó una carta de un emisor desconocido. Al principio yo había creído que estaba equivocado, que era un error pero conforme iba leyendo más me iba convenciendo de que todo era real.

¡Era real! William De Jesús había muerto en batalla y se había llevado mi corazón con él. Pero no el amor que yo sentía por él porque le había hecho una promesa e iba a amarlo hasta el último de mis días.

Para siempre. Porque cuando un amor es verdadero trasciende en el tiempo.



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Bienvenidas sean todas a la nueva historia de Zabdiluchi.

Espero que les guste muchísimo porque ajà...no saben lo que hay detrás de esta historia. Les dejo un beso enorme y mucho amor cibernético.

Glo, xx.

K E Y || Zabdiel De Jesús|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora