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—He intentado contactar contigo cientos de veces, no sé donde estas metida. Acabo de recibir una llamada urgente de Marc, tengo que volver a Londres—Suspiré pesadamente—Es lo que menos quiero ahora mismo, pero es necesario. He cancelado mi vuelo de vuelta con Ibera a Madrid. Estoy en el Aeropuerto, llámame cuando escuches este mensaje Adriana.

Terminé la llamada, estaba frustrada, porque no sabía donde esta mi amiga. No llegó a volver al hotel y para ser sinceros, cuando yo llegué caí rendida en la cama. No tuve tiempo no de pensar en todo lo que Hellen me dijo la noche pasada.

Y ahora Marc me sale con no se qué historia de que tengo que volver por unos papeles y al menos estar quince días en Londres. Mi plan era después del evento con Adriana volver a Alicante y seguir descansado de todo el infierno en el que yo solita me había metido. Todo se me estaba haciendo muy cuesta arriba.

Ver el mar Mediterráneo desde la habitación de mi casa en Alicante, era lo suficientemente reconfortante, necesitaba alejarme de la cuidad y del barullo de Madrid. Allí era donde había estado todo este tiempo.

Las azafatas nos llamaron para empezar a subir en el avión. Y una llamada entro en mi teléfono.

—¿Cómo que vuelves a LONDRES? —La voz chillona de mi amiga Adriana sonaba a través de mi teléfono, estridente y aguda.

—Si hubieras estado esta mañana en el hotel, te habrías enterado—Le respondí.

—Lo siento Kelly, conocí a alguien del New York Times.... Y se me hizo realmente tarde... yo...

—Tú... eres una amiga bastante pésima. —Dije en tono de risa—Pero bueno, eso no importa. Ya me contaras como quedara tu artículo para la revista Glamour. —Ella empezó a reírse.

—Acabo de mandarlo a Editorial, lo publicaran en breve, aunque ya lo puedes ver online, luego te paso el enlace.

—Gracias amor, cuando vuelva a Madrid te llamaré. Cuídate.

—Gracias Kelly y cuídate tu también.

En este viaje me había dado tiempo a contarle algunas partes de lo que había pasado con Tom. Su opinión... bueno, todos ya sabíamos su opinión: que me deje amar, que las cosas no eran para tanto y que todo tenía solución. Ojalá todo fuese tan fácil.

Las palabras de Hellen aún daban vueltas en mi cabeza. Hice el check-in y tomé asiento donde me correspondía. Me esperaba un vuelo bastante lago, lo cual me daría tiempo a pensar en todo.

Eran cerca de las cuatro del Jueves, cuando el avión aterrizó. Uno de mis mayores defectos es que pasaba de darle vueltas a las cosas y me había entretenido con la boarding tablet del avión, sonreí ante tal indecencia. Pero la única forma de no atormentarme era teniendo mi mente distraída. Así había vivido toda mi vida, siempre tenía la mente ocupada en cualquier otra cosa; el sufrimiento me hacía daño y ahora mismo, no quería soportar ese dolor.

Lo deje estar, al menos por unas horas.

Recogí mi pequeña maleta y entre por los controles de seguridad. Todo estaba en orden y la policía de aduanas me dejo pasar, caminé un poco más y salí a las puertas de la terminal. Era muy curioso, porque había prensa, bastante prensa.

Llevaba mis gafas de sol y el pelo más corto por lo que pasaba desapercibida, pero era curioso. Ver tantas cámaras me hizo sonreír y alejarme rápidamente de allí. Solicité un taxi y me fui a mi casa.

Una vez allí, tome una ducha, comí algo y al ver la hora, supe que llegaba tarde. Eran cerca de las seis de la tarde. No puedo creer que me haya entretenido tanto, me reprendí a mí misma. Cogí mi bolso, unos pequeños tacones nude y mi vestido rosa palo. No hacía un calor excesivo en la calle y una brisa suave recorría las calles de Londres a esa hora.

Always in my heart- Siempre en mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora