Capítulo 6. Al Pecado

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Caminamos hasta llegar al otro extremo, hay unos pasillos iluminados de rojo con alfombras color vino

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Caminamos hasta llegar al otro extremo, hay unos pasillos iluminados de rojo con alfombras color vino. Las paredes son espejos gigantes. Su tacto y el ambiente me está poniendo nerviosa.

No tardamos mucho en entrar a la puerta del fondo, unos fuertes latigazos y gemidos me hacen pegar un brinco. Es una gran habitación donde mujeres amarradas de las extremidades cuelgan del techo con sogas, o tienen cadenas en el cuello y son arrastradas por hombres, o mujeres vestidas de látex esposadas a las camas.

Esto me está revolviendo el estómago.

—Jean —detengo su paso—No puedo hacerlo—balbuceo. El voltea a verme.

—Si puedes. Vamos, me detendré si no estás cómoda—niego con la cabeza

—Jean. Solo, mira alrededor—digo sin abrir mucho la boca. —No quiero esto. Lo siento.

Suelta mi mano. Parece decepcionado y a la vez, enfadado.

—Podemos ir a otro lugar...—trato de alentarlo. Tal vez si le propongo sexo en otro lado se le quite lo enojado.

Pero niega.

—Te llevaré a casa—dice a regañadientes pasando por mi lado. Lo sigo inmediatamente. Ignora a todos a su paso. Salimos hasta el estacionamiento. Busco la limusina pero él se dirige a un Camaro rojo. Lo sigo y entra en el asiento del conductor, me mira esperando. Entro, confusa.

— ¿Es tuyo?—los del valet parking nos ven desde lejos sin decir nada.

—No—me asusto

—No vayan a pensar que lo estamos robando

—Es de mi hermano—y sin más lo enciende

— ¿No te despedirás de tu familia? —niega

—Lucifer lo sabe—y salimos de ahí. No sé qué decir. Parece enojado.

— ¿Estás enojado?

—Déjalo ya Tayna—me quedo callada. Veo las luces de la cuidad. — ¿Te llevo al trabajo?—veo su reflejo por el vidrio. De vez en cuando voltea a verme las piernas.

—Me reporté enferma—finjo rascarme para lentamente discretamente el vestido. Traga saliva. —Quizás me quede hasta tarde viendo televisión

—Tengo unas películas que te van a encantar—sonríe divertido. Rio bajo, me alegra que se le quite lo enojado. Entonces ya se el secreto.

— ¿Porno?—su sonrisa se ensancha.

— ¿Te gustaría?

—Por supuesto—subo más mi vestido — ¿Crees que podemos comprar algo de cenar? —vuelve a desviar la mirada hacia mis piernas. Sonrió triunfante.

— ¿Me estas chantajeando?—cuestiona volviendo a fijar la vista en el camino

— ¿Funcionó?—lo miro

Pacto Perfecto: De Pornstar A  Mascota Del Demonio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora