Capítulo 20. El cuarto de los castigos

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— ¿Qué haces? — Alexander aparece de la nada sentado en el asiento del copiloto con las piernas encogidas y las rodillas pegadas al torso

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— ¿Qué haces? — Alexander aparece de la nada sentado en el asiento del copiloto con las piernas encogidas y las rodillas pegadas al torso. Freno el auto de inmediato gritando asustada.

— ¡Imbécil! — le grito y él sonríe mostrando sus colmillos.

—¿Quién diría que es divertido asustarte?

— ¡Eres un idiota! — se ríe

Enseguida se escucha un claxon detrás, alzo la mano disculpándome. Vuelvo a poner el auto en marcha. Miro enojada al perverso demonio al lado.

—Amm, sí— veo de reojo como curvea los labios en una sonrisa divertida.

— ¡Casi choco! — grito histérica mirando al frente

—Me aburrí

— ¿Esa es tu excusa? —le echo un vistazo

—Si ¿cuál es la tuya? ¿a dónde vas? —se sienta bien y se apoya en la ventana sacando medio brazo. Lo veo de reojo, me repasa con la mirada y una sonrisa de lado se forma en su rostro. Planea algo, lo he descubierto.

—Iba a pasar por la Diosa para ir de compras, pero...—sonrió traviesa —ya que estas aquí...

—Oh no, no, no, paso. Mejor me voy—se revuelve y temo que se vaya así que lo sujeto del brazo

—Quédate—me detengo en un semáforo y lo observo. Lleva unas gafas de sol colgando de la playera y esta vez su ropa no es tan ancha, puedo ver la silueta de su cuerpo y Uff. Tengo calor. —tenemos que hablar

—Por cómo me estás viendo...huy si, quítate la ropa y hablamos—su tono chulesco me hace cerrar las piernas con fuerza.

—No seas idiota. Tenemos mucho de qué hablar—se pone el siga y avanzo despacio. Como por ejemplo: ¿por qué no me dijiste que tenías novia?

—No tengo obligación de decirte

—¡Claro que sí! Coqueteas conmigo como si nada sin decirme que tienes novia—se suelta a carcajadas. Frunzo el ceño.

—a los demonios no nos va la monogamia. Ahora se buena y da la vuelta para volver a casa, hablamos en tu cama—alza y baja las cejas. Me da risa, pero risa nerviosa. Este hombre...este demonio.

—Ya estoy a medio camino como para regresarme

—Bien—y lo veo quedarse quieto, mirando al frente un minuto. No por mucho, cuando de un momento a otro salta al asiento de atrás y por el retrovisor observo como pone los lentes en el asiento y se quita la playera. Cierro las ventanas de inmediato. No quiero que lo vean —lo haremos a tu manera—se pega al asiento y me recorre con sus manos. Pego un brinco cuando va directo a mi entrepierna. Acaricia por encima del vestido y de las bragas. Me estremezco. —abre las piernas—susurra en mi oído y muerde mi oreja.

Pacto Perfecto: De Pornstar A  Mascota Del Demonio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora