02. Visitas Vespertinas, Chocolate Caliente y Lavanderías

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“Enséñame a pelear

Te mostraré como ganar

Eres mi defecto mortal

Y yo tu pecado fatal.”

~Warrior, Beth Crawley

Desde que su padre murió, Níkolas dejó de vivir en la casa del alcalde. Si su padre moría y  por tanto, ya no podía ejercer su papel como el alcalde, su familia no tenía nada que hacer ahí. Por supuesto, para sus quince años, él ya había pasado un buen trozo de su vida en esa casa y no le molestaba mudarse de nuevo a la mansión Blackwing. Mucho más elegante y más protegida, en su opinión.

Por supuesto, durante la mudanza, él se aseguró de que los hombres que examinaran y sacaran las posesiones que su padre tenía en sótano/guarida secreta, fueran hombres con necesidad dinero —dinero que Níkolas podía proporcionar, con lo que había estado robando de las cuentas de su padre durante ya algunos años.

Sorprendentemente, apenas iban a leer el testamento de su padre el día de su décimo noveno cumpleaños, tres años y medio después de su muerte.

Así que, esa mañana, seis días antes de navidad, lo primero que hizo al despertar fue ducharse y vestirse —con un traje de corbata azul y los gemelos para la chaqueta que su padre le había regalado antes de morir.

Entonces, él bajo a la sala de estar, detrás de un par de puertas francesas donde, predeciblemente, ya se encontraban la esposa de su padre, Wendelin Spencer-Blackwing, y su hija, Bliss Spencer.

—Un placer ser honrados por tu presencia, Ník —lo saludó Bliss, cruzando las piernas con cuidado de no arrugar su vestido negro (sin duda más costoso de lo que debería para esta ocasión). Sin embargo, el tono en que dijo su comentario fue dulce, el sarcasmo insultante disfrazado por el juguetón, que solo alguien que la conociera reconocería.

—No tanto como la suya —replicó Ník, suave y rápidamente, tomando la silla giratoria detrás del escritorio de la sala de estar y jalándola hasta el sillón doble en el que Wendelin y Spencer estaban—. ¿Tu madre y tú saldrán después de la reunión? Parecen muy elegantes para una junta con el testamentario de mi padre.

—Tu padre lo valía.

—Seguro que es por eso.

No por la fortuna que quieren que él les deje.

En ese momento, el testamentario —el señor Willingford— entró por las puertas francesas, cerrándolas calladamente a sus espaldas.

—Buenos días, señora Spencer, señorita Spencer y señor Blackwing —saludó el señor Willingford, sacudiendo las manos de cada uno.

—Señor Willingford —chilló Wendelin, levantándose brevemente del mueble doble y guiando al señor Willingford al sillón orejón en frente, separado por una mesa de café de madera—. Por favor, siéntese. Y llámeme Spencer-Blackwing, por favor.

—Por supuesto, gracias —murmuró el señor Willingford, sacando los contenidos de su maletín y dejándolos en la mesa. Él carraspeó—. Me gustaría iniciar diciéndoles que el señor Lysander Blackwing fue astuto en lograr lo que él quería por medio de la ley, dejando pocas, si es que lo hizo en absoluto, lagunas legales. Ahora, leeré su testamento, en cuanto les concierne a ustedes.

»Yo, Lysander Jonathan Blackwing, en mi entera facultad y voluntariamente, divido la propiedad de la familia entre mi hijo, Níkolas Randall Blackwing, mi hijastra, Faith Bliss Spencer —Níkolas resopló al oír el nombre de Bliss. ¿Fe y Bendición?—  y mi esposa, Wendelin Samara Spencer-Blackwing.

Feline, Hot Mess: Desastre FelinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora