5. El ataque

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Eran las 02:56 del 19 de abril. Yo estaba acomodada en mi asiento de copiloto, mientras Terencio manejaba como el conductor. El bosque estaba sumamente oscuro, pero las luces nos permitían ver el camino, evitando así chocar con árboles. Tenía mucho sueño, me hubiese gustado haber permanecido en el hotel.

—Amanda, cuando crucemos este bosque, ¿qué haremos?

Yo estaba quedándome dormida.

—Pues... Llegaremos a la carretera Tramontana... Esa nos llevará a Litlaz... Nos subiremos a ella... Y ahí... Buscaremos alguna casa abandonada... Estoy segura de que alguien vivía en el camino...—dije, haciendo el mayor esfuerzo para responder sin bostezos.

—Ya veo. Oye, ¿qué crees que haya ocurrido con todos? ¿Dónde estarán?

Esa era una buena pregunta. Pero no era algo que me importase.

—No... lo sé... Terencio...

—Me acuerdo que tenía un amigo llamado Marcos. A él le fascinaba los temas paranormales. Estoy seguro de que él ya sabría la razón de todo esto.

—¿En...? ¿Serio?—dije, sin saber que responderle.

—Sí. ¿Sabes Amanda? A veces las cosas son mucho más divertidas hacerlas con amigos. Me di cuenta de eso hoy día, ant...

Sin embargo, Terencio guardó silencio y detuvo el auto por un momento.

—¿Qué...? ¿Qué sucede...?

El auto alumbraba un árbol. En su corteza, se encontraban las marcas de unas garras, acompañadas con unas manchas rojas.

«Eso es... ¿sangre?»

Se me quitó el sueño completamente y me paralicé por unos momentos. Mi mente exigía saber lo que era eso.

—Amanda...

Saqué un cigarro y comencé a fumar. Al cabo de unos segundos, mi parálisis se fue y pude pensar un poco mejor.

—Tal vez haya sido un animal cazando a otro.

Terencio no pareció convencerse con mi explicación. La verdad es que yo tampoco. De todos modos, continuó su marcha, evitando el extraño árbol.

Sin embargo, pasaron un par de minutos y nos encontramos con otro. Este estaba cubierto con más sangre que el anterior y no tenía marcas de garras.

—No pasa nada. Continúa Terencio.

El tabaco era lo único que me permitía mantener ese estado de calma. En el fondo, sabía que algo no andaba bien en ese bosque.

Nos adentramos aún más en la arboleda, pero... tuvimos que detenernos.

Las luces del auto alumbraron... algo... Algo nos interrumpía el paso...

«¿Qué es...?»

Parecía un hombre. Como vestimenta, traía solo un taparrabo y una tremenda máscara, que simulaba un rostro enojado. A sus pies, había un cuchillo. Lo más extraño es que se estaba restregando un trozo de carne lleno de sangre, por el cuerpo.

—¿Amanda...?

Me paralicé, el tabaco no me ayudó esta vez, era demasiado.

«¿Qué...? ¿Quién es? ¿Qué es eso? ¿Cuchillo? ¿Por qué hace eso...? ¿Para qué la carne...? Tiene mucha sangre. No entiendo. ¿Qué pretende? No...»

El ser se percató de nuestra presencia. Tomó su cuchillo y empezó a acercarse lentamente a nuestro auto. Mientras lo hacía, su máscara se inclinaba de un lado para otro.

Y de pronto... Terencio pisó el acelerador a fondo y salimos a toda velocidad. La criatura empezó a chillar extremadamente agudo e intentó perseguirnos, corriendo a cuatro patas. El vehículo lo superó.

Sin embargo... Más. Otros seres, iguales a ese, comenzaron a aparecer por todos lados. Por la izquierda, derecha, incluso por delante. Todos nos estaban persiguiendo. Chillaban como locos.

Terencio manejaba frenéticamente, esquivando hábilmente los árboles.

—¡Amanda! ¡La escopeta!—exclamó.

Yo no podía moverme. No, no podía hacerlo. No era capaz de hacerlo.

Los seres continuaban apareciendo de todas partes. No tenían intenciones amistosas, definitivamente.

—¡Amanda, por favor, usa la escopeta!

—¡Cállate!—grité nerviosa.

Superé un poco la parálisis y tomé la favorita de papá. Bajé la ventana y me asomé. Empecé a disparar a las criaturas, sin pensarlo demasiado. Acerté a algunas. Los chillidos se escuchaban por todo el bosque. Me metí al auto de nuevo.

—¡Terencio, vamos, avanza más rápido!

—¡Estoy en eso!

De pronto, uno de los monstruos saltó hacía el auto, por el lado de Terencio. El auto no pudo evitar desviarse un poco con el golpe.

Desafortunadamente... chocamos con un árbol.

Todo pasó tan rápido que no entendí que ocurrió.

Había vidrios rotos.

Terencio se tocaba la frente.

Yo me apoyaba en la ventana.

—Amanda... Salgamos de aquí...

Tomé la favorita de papá, abrí la puerta y salí del auto. Apenas me puse de pie, sentí un dolor fatal en la pierna izquierda.

«Maldita sea... Duele... Duele mucho... Y esas cosas se están acercando...»

—¡Amanda! ¡Tenemos que irnos ahora! ¡Puede que nos alcancen! ¡Las cosas...!

—Terencio, me duele mucho la pierna. Mucho.

—Ay no... No puede ser...

Terencio puso mi mano en su espalda para que me agarrase. Estábamos muy cerca de salir del bosque y a lo lejos se divisaba una casa. Teníamos que escapar e ir allá.

—¡Vamos, vamos, vamos!

Estaba haciendo mi mayor esfuerzo para correr. Nos faltaba muy poco para llegar a la casa. Miré atrás: cientos de monstruos venían del bosque, corriendo a cuatro patas y chillando.

«Maldita sea...»

Llegamos y Terencio abrió la puerta. Cerrada. Entonces, me solté de Terencio.

—¡Terencio, derríbala!

Terencio empezó a empujar contra la puerta. Le daba golpes potentes. Yo mientras, estaba preparada para disparar. Aún estaban lejos. Les faltaba minutos para llegar.

La puerta fue derribada. Entramos rápidamente. Terencio puso un montón de muebles en la entrada, para taparla. Rezamos para que no intentasen entrar. Yo me senté en el suelo, por el dolor.

Las pisadas sonaron alrededor de la casa. Eran exactamente iguales al sonido de una estampida. Era miles. Pero, al parecer, solo rodeaban la casa.

Pasaron como tres minutos y el silencio por fin volvió.

—Eso... estuvo cerca.—dijo Terencio, mientras se acariciaba la frente.

Sin embargo, repentinamente algo me agarró del cuello con una fuerza descomunal. A mi lado derecho, veía otro brazo sosteniendo un machete. Terencio miraba con susto. Sentí que me pusieron un paño en la boca. De repente, todo comenzó a verse borroso y sin claridad. Había olor a hier...

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