7. La decisión

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—Vamos Terencio, ¿vas a dejar que esa lunática nos controle?

—Sé lo que parece Amanda, pero no es así. Creo que Rocío es una buena chica. ¿No confías en mí?

«Por supuesto que no confío en ti. No es porque te haya conocido hace poco, sino porque yo ya no puedo confiar en nadie...»

Miré a Terencio con desaprobación. Él lo notó y, al parecer, le afectó.

—Yo voy a salir de aquí. No me importas.

Salté por la ventana. La caída dolió un poco. Era una noche fresca. Se podía ver la carretera, rodeada de unos paisajes secos. También estaba el bosque del norte, donde nos habían atacado las cosas.

Fui a la ventana de la cocina y la rompí, silenciosamente. La abrí por dentro e ingresé a la casa, nuevamente. Una sonrisa apareció en mi rostro al ver la favorita de papá descansando al lado del refrigerador.

Sin embargo, sentí una presencia detrás de mí. Volteé lo más rápido posible y vi... a Terencio. Estaba entrando también por la ventana.

—Amanda... No lo hagas—susurró.

—¿Qué haces aquí? ¿No querías quedarte encerrado con esa loca?

—Amanda... Rocío es como nosotros... Lo sé...

Mientras Terencio hablaba, se dirigió a la favorita de papá y la tomó.

—Terencio, no tienes idea de quién es ella realmente. No tienes ninguna prueba real de que es una buena persona... y, ¡hey! ¡Dame la escopeta!

Iba a quitarle el arma, cuando justo... las luces se encendieron.

«Oh, no»

Y ahí apareció Rocío, bajando las escaleras. Con su pijama y sosteniendo un vaso con agua, parecía bastante relajada. Nos miró a los dos e instantáneamente se le fue todo el sueño.

—Y ustedes dos, ¿qué están haciendo?

—¡Rocío, podemos explicártelo!—dijo Terencio.

Me paralicé. No podía hablar ni moverme. No sabía qué hacer. Terencio tenía el arma.

—¿Por qué no están en su habitación?

Las miradas comenzaron a cruzarse. Rocío extendía sus ojos. Terencio no sabía qué hacer con la favorita de papá. Yo no podía moverme.

—Porque...—dijo Terencio.

No terminó su respuesta. No lo miré. Estaba demasiado nerviosa. Mi cuerpo no respondía. Parecía que el tiempo estaba transcurriendo mucho más lento.

—Terencio... Suelta el arma...—dijo Rocío.

«No lo hagas Terencio...»

Terencio miró a Rocío, luego a mí y terminó observando el piso. El sudor apareció en su frente.

Logré controlar mi parálisis por un momento.

—Vamos Terencio... Hazlo...—le dije.

—Amanda...

La tensión fluía por su cuerpo, era obvio.

«¡Mátala Terencio, de una maldita vez! ¡Esto es insoportable!»

Sin embargo... Terencio cerró los ojos. Hizo una respiración profunda. Se calmó un poco.

—Rocío, perdón por todo esto. Sabemos que tú no eres una chica mala. Tienes buenas intenciones con nosotros. Estamos seguros de eso. El único problema es que no confías ni en Amanda ni en mí. Es totalmente razonable. Sin embargo...—Terencio hizo otra inhalación profunda.— con lo que voy a hacer ahora, ese problema se irá, y podremos ser amigos los tres, definitivamente.

Rocío continuaba mirándonos, sin saber qué hacer. De pronto, Terencio comenzó a levantar la favorita de papá, apuntando a Rocío. Los nervios me estaban consumiendo viva. Los sudores nos bañaban a los tres. Vi su dedo moviéndose, parecía que iba a jalar el gatillo.

Sin embargo...

«Terencio... No te creo... Qué acabas de hacer...»

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