6. Trabajo

19 3 8
                                    

«Ay... Que dolor... ¿Dónde...?»

Desperté dentro de la casa, amarrada en una silla. No podía moverme. ¿Qué estaba pasando?

Miré a mí alrededor. Era una habitación de madera, con muebles de madera, una cama de madera y, bueno, casi todo estaba hecho de este material. Terencio también se encontraba ahí, atado nuevamente a otra silla. Todavía dormía.

—¡Psss! ¡Terencio, despierta!

Pero seguía durmiendo. De la nada, comencé a escuchar que venían a mi cuarto. La puerta se abrió. Y...

Entró una chica. Aparentaba los veinte años aproximadamente. Tenía el cabello mucho más largo que yo, terminando con unas puntas rojas. Vestía un abrigo blanco con una polera roja debajo de ella y unos jeans azules. Lo más llamativo de ella eran sus ojos color violeta. Nunca había visto algo así. Tenía una expresión sumamente seria e intimidante. No sabía qué hacer. Me paralicé cuando se acercó a mí.

Colocó una silla delante de mí y se sentó.

—Hola.—dijo.

Estaba paralizada.

—¿Estas sorda? ¿Sabes hablar?

Maldita sea. No podía. No podía hacerlo.

—¡Vamos, habla! ¿No sabes decir hola?

—¡Qué...! ¡Qué quieres!—logré pronunciar.

—¿Tan difícil era decir algo? ¿Quién eres? ¿Por qué estás nerviosa? ¿De dónde eres? ¿No traes ningún arma, cierto?

¿Qué dijo? Me lanzó tantas preguntas que no entendí ninguna de ellas.

—¿Qué...?—contesté.

La chica miró hacia arriba con irritación. Salió de la habitación y volvió con un machete. Mis ojos se abrieron lo máximo que podían. Tenía que escapar de ahí.

—Ya veo... Entonces ahora sí vas a responder a todo lo que te diga.—dijo

—¡Sí, sí! Pero, por favor, habla más despacio.

—Dime tu nombre.

—Me llamo Amanda. Él es Terencio.

—¿Por qué vinieron aquí?

—Nos comenzaron a perseguir... no sé... ¿unas personas? Y tuvimos que refugiarnos aquí.

—¿Unas personas? ¿Te diste cuenta de que todos se largaron, cierto?

Comenzó a levantar el cuchillo.

—¡En serio, te digo la verdad! No sé para qué te mentiría.

—Ah... ¿Qué...? ¿Qué sucede...?—dijo Terencio, abriendo los ojos.

Me alivie que Terencio se despertará. Él podría tratar con esta chica. Recién ahí me di cuenta de que tenía una tremenda herida en la cabeza. Pero, al parecer, había sido tratada. Me acordé de mi pierna. Todavía me dolía, pero mucho menos.

—Así que decidiste despertar.—dijo la chica.

—¿Qué...? ¿Quién eres...?

—Yo me pregunto lo mismo. ¡Vamos despierta!—gritó.

—¡QUÉ! ¡Qué pasa!

—¿Cómo te llamas?

—Soy Terencio, ¿y tú?

«Vamos Terencio, ahora no es momento para ser el chico bueno... Esta no es una buena chica.»

La chica intentó aguantarse la risa.

—Me llamo Rocío. Ahora dime, ¿por qué entraron a mi casa?

—Mira, puede sonar raro, pero fuimos atacados por unos seres mientras andábamos en nuestro auto—Terencio me miró—, justo después de haber recogido nuestras cosas de la ciudad. El vehículo sigue ahí chocado.

—¿Lo mismo? ¿Qué se fumaron?

—Míranos Rocío, estamos llenos de heridas. No tenemos razones para mentirte.

Rocío miró al techo un rato. Suspiró.

—Está bien, voy a confiar en ustedes, por el momento. Sin embargo...

—¿Eh?

—¿Dijeron que tenían un auto con cosas útiles, cierto? Bueno, ahora es mío. Y ustedes van a traer todos los objetos a esta casa. Recuerden que voy a andar todo el rato con el cuchillo.

Terencio y yo nos miramos preocupados, sin saber que hacer exactamente. No teníamos otra opción. Rocío comenzó a cortar nuestras cuerdas.

—Vengan Terencio y... ¿Sandra?

—Amanda.—corregí.

—Da igual.

Bajamos al primer piso y fuimos a la cocina de la chica. Nos entregó a cada uno una manzana. No quería comérmela. Terencio ya se la estaba devorando.

Después nos adentramos en el bosque. El auto chocado no estaba en lo más profundo, así que fue fácil encontrarlo. En una tarde tensa y sin conversaciones, sacamos todas nuestras cosas y las pusimos en la casa de Rocío. Las armas las pusimos en su habitación, excepto la favorita de papá, quien se la quedó ella. Terencio, extrañamente, no intento conversar con Rocío. Nos vigiló todo el rato. Que detestable. Terminamos en la noche.

Luego nos sentamos en la mesa de la cocina. Estaba muy cansada. Revisé la herida que tenía en la pierna. Unas vendas ocultaban una gran mancha roja. No era algo pequeño.

—Está bien, ustedes dormirán en la habitación de mi madre. Uno tendrá que dormir en un saco de dormir.—dijo Rocío.

—¿Nos entregarás una habitación para nosotros?—dijo Terencio.

—Pues sí.

—¡Gracias! Oye Rocío, ¿por qué estás recolectando tantas cosas?

—Es para un viaje. Un viaje secreto.

«¿Un viaje secreto?»

—Ah, está bien.

Rocío dejo la favorita de papá y nos mandó a nuestro cuarto. Sin embargo, algo la interrumpió.

—Oigan... ¿Ustedes saben lo que pasó con todo el mundo?

—Ni idea.—dijo Terencio— También tenemos un viaje que trata sobre eso.

—Está bien. Oye, ¿Terencio? Lo siento por obligarte a trabajar durante el día. No es algo que quiera hacer, realmente, pero tampoco puedo confiar tan rápido...

—¡Oh! ¡No te preocupes, no hay problema!

«Bueno, ¿y yo qué? También trabajé... ¿Le caeré mal? Bueno, ella tampoco me cae demasiado bien...»

Nos encerró en la habitación. Estaba todo listo para dormir. Pero yo quería escapar. Ninguna chica iba a quitarme mi libertad. Yo quería estar sola.

—Amanda, ¿sabías que estuvimos cuatro días inconscientes?—Terencio quería conversar.

Ese dato me sorprendió y aunque quería saber más, decidí ignorarlo.

—Tenemos que salir de aquí.—dije.

Y ahí revisé la ventana. Rocío había olvidado de cerrarla. Por ahí podíamos salir. Estábamos en el segundo piso, por lo que la altura era un poco alta, pero tampoco era una caída que no pudiésemos aguantar. Estaba preparada para un conflicto con Rocío.

La abrí y observé hacia afuera. Luego miré a Terencio. Él me devolvió la mirada.

—¿Qué pretendes?

(Muchas gracias por leer. Recuerda votar, añadir la historia a tu biblioteca y seguirme en Wattpad e Instagram. <3)

OlvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora