9. Viaje

10 3 3
                                    

Entramos a la casa.

Ahí estaba... una de las cosas que habíamos visto en el bosque. Era exactamente igual al primero que vimos con Terencio. El monstruo, con un cuchillo, intentaba atacar a Rocío.

—Pero, qué...

—¡Ayúdenme, por favor!—gritaba Rocío, desesperada.

Agarré la favorita de papá, que seguía en el piso. Cuando me vio con el arma, el ser saltó por la ventana, chillando y gritando. Corría a toda velocidad. Reaccione rápido y decidí perseguirlo. Mientras corría, intenté dispararle varias veces. No acerté ningún disparo, pese a que apunté lo mejor posible. Dejé de correr, pues sentí nuevamente un dolor fatal en mi pierna. Caminé a la casa de Rocío. Al menos, había espantado al monstruo.

Cuando entré, Terencio estaba ayudando a Rocío. Estaba respirando sumamente rápido y le faltaba el aire.

—Calma Rocío. Vamos, respira hondo.

—Qué... fue... eso...

—Se fue...—dije.

—¿Qué...? ¿Qué era eso? ¿Terencio?—dijo Rocío, asustada.

—Amanda, era igual al que vimos en el bosque, ¿te diste cuenta?

—Sí... ¿Cómo entró aquí?

—Había bajado de mi habitación para tomar un poco de agua. De la nada, esa cosa salió del baño y me atacó.

—¿Pero qué...? ¿Del baño?—dijo Terencio.

«¿Del baño? Eso no tiene ningún sentido.»

—Amanda, ¿se te ocurre qué podría haber sido eso?

Negué con la cabeza. Rocío por fin empezó a calmarse y a respirar normal.

—Chicos, ¿pueden dormir conmigo en mi habitación, con bolsas de dormir? Sé que tengo armas y todo, pero aun así, no quiero estar sola esta noche.—pidió Rocío.

Gracias al momento que pasé junto a Terencio, estaba de buen humor, así que realmente no me importaba la discusión de antes. Por ende, acepté. También lo hizo Terencio.

Pusimos sacos de dormir en su cuarto. Literalmente, me acosté con la favorita de papá, por lo que no sentí peligro. Despertamos todos bastante tarde y fuimos a desayunar.

—Oigan.—dijo Rocío, mientras comíamos—Gracias. Gracias por lo que hicieron anoche.

—¡No hay de qué!—dijo Terencio, mientras se devoraba felizmente su pan.

—Tamara, —dijo Rocío mirándome—fuiste muy valiente al perseguir a esa bestia.

—Amanda.—corregí—Creo que estamos a mano.

—¿A mano? ¿Por q... Ah, entiendo. Intentaste matarme y luego me salvaste. Sí, tienes razón.—Rocío miró al piso—Chicos, ustedes se han ganado mi confianza con las cosas que han hecho. Por eso les quiero contar sobre mi viaje.

—¿Tu viaje?

—Sí. Todo empezó el día en que ustedes llegaron a esta casa, acompañados del sonido de, ¿elefantes corriendo? Bueno da igual. Obviamente para prevenir, los drogué.

—¿Elefantes corriendo? Esos eran los monstruos que nos perseguían.—dije.

—¿Nos drogaste?—preguntó Terencio.

—Sí, los drogué. Una sustancia lo bastante poderosa como para hacer dormir a alguien cada siete horas, aproximadamente. Cada vez que se volvían a dormir, los dejaba comer y hacer sus necesidades básicas por una hora y después los volvía a drogar. Estuvieron así cuatro días.

—Espera, ¿estuvimos despiertos desde antes? ¿Cómo no nos dimos cuenta?

—Usualmente después de las siete horas, el paciente tiene una conciencia bastante baja por otra hora más, más o menos. Pero ese no es el punto. Mientras ustedes estaban "muertos", yo llamaba a todos mis contactos, para ver si alguien me respondía. No lo hizo nadie, excepto la amiga de una amiga.

—¿En serio, entonces somos cuatro?—dijo Terencio, sorprendido.

—Somos siete. Ella encontró en estos días a dos hombres y a otra mujer.

Terencio abrió los ojos.

—Por eso, mi viaje consiste en ir a Viento, la ciudad en la que se encuentra ella e intentar sobrevivir con ese grupo. Esta casa se está quedando sin energía.

Rocío tenía razón. La electricidad de todas las casas se iba a ir tarde o temprano, debido a que no hay nadie realizando mantención.

—Además, tampoco puedo ir a robar recursos en la ciudad detrás del bosque, porque al parecer... explotó.

Terencio me miró.

«La planta nuclear...»

—Por todo esto, les quería pedir un favor a ambos. Cuando se vayan en su auto, me gustaría que pudiesen dejarme en Viento. Luego pueden continuar su camino.

—Oh, ¡por supuesto!—dijo Terencio, mirándome—Viento queda muy cerca de donde vamos.

Yo no dije nada. Estaba de acuerdo con la idea de Terencio.

—Genial. Gracias chicos.—Rocío sonrío.

Los siguientes tres días nos pusimos a preparar las cosas para partir. Viento era una ciudad que quedaba en un desvío camino a Litlaz, por lo que era bastante fácil dejar a Rocío. Trajimos el auto dañado a la casa y Terencio, usando refracciones de la casa, se dedicó a repararlo. En estos días, conversamos y reímos bastante, pese a estar solos en el planeta, que cada vez nos estábamos quedando con menos recursos y que la electricidad comenzaba a fallar. Desde hace mucho tiempo no me había sentido... no lo sé... ¿viva?

Por ejemplo, Rocío nos contó las heridas que habíamos sufrido en el accidente. Terencio había tenido una concusión, un golpe leve en la cabeza. Ahí estaba la razón de porque se la acariciaba tanto estos últimos días, además de esa gran zona roja que tenía en la frente. Yo tenía una hemorragia externa en la pierna, es decir una herida abierta. Eso explicaba el vendaje blanco, con una gran mancha roja donde se encontraba la lesión. No iba a poder correr en un buen tiempo. Rocío era estudiante de enfermería y por eso supo cómo tratarnos.

También le pedí disculpas de manera más seria a Rocío por, bueno, querer matarla. Me dijo que no le diera importancia, pues era probable de que antes ya había gente que quería hacerlo. Nunca entendí que es lo que quiso decir.

Entonces, Terencio por fin terminó de reparar el auto. Aunque todavía se notaba el choque, estaba funcionando correctamente. Comenzamos a cargarlo con las cosas que necesitábamos. Nos subimos, Terencio de piloto, yo de copiloto y Rocío atrás. Estábamos decididos a abandonar la casa.

—Está bien, rumbo a Viento.—dijo Terencio.

El auto comenzó a marchar.

(Muchas gracias por leer. Recuerda votar, añadir la historia a tu biblioteca y seguirme en Wattpad e Instagram. <3)

OlvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora