He llorado por mí, conmigo, solo. He llorado acabando con el silencio de mi habitación y de mi ser. Lloré sin tener vergüenza, sin esconder el rostro, sin cerrar los ojos. Lloraba de llorar, lloré llorando, mis lágrimas lloraban lágrimas más pequeñas y más pequeñas y más pequeñas, hasta que solo quedaba un átomo de melancolía, de vacío, de dolor.
Lloré hacia afuera y no hacia adentro por primera vez; con lágrimas que eran letras y un llanto que era poesía pero que nadie podía leer.