11. Demonios

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Esa tarde Luisita se fue antes del set. Amelia debía seguir grabando, así que ella aprovechó para preparar la cena. Nada especial, unas berenjenas rellenas, con calabacín pero, al menos, cuando Amelia llegase cenarían tranquilas y podrían relajarse en el sofá, o eso esperaba la rubia.

No habían vuelto a dormir juntas. Algo se había roto. Amelia no era la misma desde la tarde en la que quedó con Sara. Luisita no quería presionarla, sabía que Amelia necesitaba que ella estuviera ahí, pero no encontraba la forma de acercarse a ella. Casi cualquier cosa de la que intentase hablar con Amelia, era motivo para que esta se pusiera a la defensiva, Luisita no encontraba la llave para hacer que le abriese el corazón y poder aclarar todo. Había hablado con Ana y con María, ambas le habían aconsejado que no presionase a Amelia pero que buscara la forma de que ella le hablase de lo que le pasaba. – Como si fuese tan fácil – pensaba la rubia. Hasta ahora, Amelia solo le había dicho que esa noche había quedado con Sara, pero nada más. Luisita no conocía a Sara, pero tenía ganas de matarla. Tampoco le había querido preguntar sobre lo que pasó, no quería parecer una novia celosa, pero esperaba que Amelia le aclarase algo.

- Buenas noches bombón – le saludó Luisita en el momento que Amelia cruzó la puerta.

- Hola Luisita - le dijo sin mucha emoción y dándole un beso rápido, casi de trámite.

- He preparado la cena

- ¡Ains! ¡Luisita, gracias! Pero no tengo mucha hambre, la verdad

- No, no, no. Apenas has comido, Amelia, ¡a ver si crees que no me he dado cuenta! – le dijo empezando a alzar la voz.

- Luisita, no tengo hambre – le dijo más seca de lo que quería sonar- perdona, Luisita, pero no me apetece comer. Estoy cansada y voy a ir a dormir.

- ¡Amelia!

- Luisita, ya te he dicho que no tengo hambre y qué estoy cansada, ¿qué quieres?

- Da igual, déjalo– le dijo yéndose a la cocina de nuevo, para que no viese como las lágrimas empezaban a recorrer sus mejillas.

- Luisita – la morena la cogió del brazo y la hizo girarse – perdona, pero de verdad que no tengo hambre.

- Bueno, si solo fuera hambre... - refunfuñó

- ¿Qué pasa ahora, Luisita? – le dijo algo más alterada

- Tú sabrás – le contestó en un tono de enfado, de decepción.

- Pues... no lo sé, no, si no me lo dices, no lo sé - Amelia se acercó a la rubia, pero esta le dio la espalda- ¿Me lo puedes explicar? Porque realmente me he perdido. – le dijo alzando la voz.

- ¿Quieres que te lo explique? ¿De Verdad, Amelia? – se dio la vuelta para quedarse frente a frente y fue cuando la morena pudo ver que a Luisita las lágrimas le corrían por las mejillas- Quieres que te explique que desde que quedaste con Sara estás malhumorada, que parece que no te importa nada, apenas comes, te pasas el día mirando el teléfono o hablando por él... ¿De verdad quieres que te explique qué siento que sonríes para todo el mundo menos para mí? No sé qué te pasó, pero si sé qué desde ese día hablas con cualquiera menos conmigo. No sé si quizás te molesto o quizás quieres volver a Barcelona y yo estoy aquí, insistiendo, y yo, yo ya no sé qué pensar ni qué hacer, Amelia, ¿todo eso quieres que te explique? – Luisita ahora ya no ocultaba las lágrimas, ni su enfado, decepción, rabia y el cóctel de todo lo que sentía.

- Pero...- a Amelia todo aquello le pilló de improviso. ¿cómo podría pensar Luisita eso? ¿Cómo había sido tan estúpida para hacerla sentir así cuando era lo mejor que le había pasado en la vida? - Cariño, yo... - ahora era ella la que lloraba

Aquí empezó todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora