CAPÍTULO TRES.

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— Así que eres Amelía.

Asentí nuevamente. Recuerdo reconocer a ésta chica de algún lugar, probablemente sea una de las chicas góticas con las que tuve que cruzarme anteriormente.

— ¿Te gusto rechazar a Hardin?

Rodé los ojos con fastidio al escuchar aquel nombre.

— ¿No tienen un tema mas original del cual hablar?

Apagué mi celular por un segundo para prestar atención en lo que aquella chica tendría que decir.

— Amelía, Amelía. Hacerse la difícil ya pasó de moda, no lograrás impresionar a ninguno de los chicos, si eso es lo que deseas.

Solté una risa burlona, sin saber que decir.

— Hardin no me interesa ni en lo mas mínimo.

— ¿Estábamos hablando de Hardin?

Negué con lentitud.

Por mas que intentara no me salían palabras para defenderme, no podía decir nada. Decidí callar, y esperar que aquella dijera todo lo que esperaba que yo escuchara.

— ¿Qué hay de Connor? ¿Te gusta?

— ¿Quién?

— Te prestó un bolígrafo.

Connor, por supuesto. Lo recuerdo a la perfección y de hecho, creo que después de haber presenciado mi humillación, supongo que no podré olvidarlo.

Simplemente me cuesta un poco no pensar en eso.

— No, él no, no me gusta.

No comprendo porqué tanto interés con lo que me pasa. Me confunde un poco y al instante llega a mi cabeza la duda de, que si Molly fuera novia de alguno de ellos.

O es qué, está tan acostumbrada a ser el centro de atención.

El silencio invadió el lugar instantáneamente, para mí, el entorno era mucho mas calmado que incómodo, era tranquilo, era calmado, en silencio, sólo paz.

Aunque, ver ropa en el piso, el armario mal ordenado, la cama totalmente desordenada, papeles por todos lados. Eso me vuelve loca y siento la obligación de limpiar todo.

— Amelía.

— ¿Mmh?

Alzó mi mirada y bajo el libro que me encontraba leyendo.

— Hoy habrá una fiesta.

— Ni sueñes.

— Es una fiesta para darle la bienvenida a los nuevos. En fin, tengo compromisos de los cuales debo encargarme, hablamos luego. Tenemos que ir, Amelía.

No soy tonta como para no saber que cuando habla de compromisos, se refiere a cigarrillos, bebidas alcohólicas, y salida con amigos. Soltó sus audífonos y los dejó en la cama, se levanto rápidamente para abrir la puerta de la habitación.

— No quemes nada.

Sonríe burlona y se retira de la habitación.

Mi presentimiento interno dice que ella y yo no nos llevaremos bien. Intenté ser cortés, pero está tan perdida en lo que sucede conmigo que hará que mi paciencia de esfume.

Cambiando de tema.

Lo de la fiesta no me tiene demasiado tranquila, yo, jamás he salido de casa, toda mi vida la he tenido allí, toda mi infancia rodea a través de esa casa, la cual hasta ahora he extrañado bastante.

Esto, y estudiar con personas es diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Yo veía clases en casa, no escuchaba opiniones distintas, ni interactuaba con nadie, no tenía amigos. Y quizá por eso estoy tan dolida con mi padre.

Unos pequeños y leves golpes en la puerta me hacen salir de mis pensamientos. Me levanté apresurada, y abrí la puerta.

— Hola, Amelía, ¿verdad? Soy Tessa.

Me extendió su mano y sonrió.

Dudé en tomarla, pero lo hice. Puede que sea algo grosera, pero mi padre me enseñó modales. Ella movió nuestras manos algo exagerada mientras mantenía su sonrisa intacta.

Lo hice levemente y solté mi mano de su agarre, cruzada de brazos esperando cualquier cosa que tendría que decir.

— Tengo enterada de que somos hermanas.

— Hermanastras.

Asentí levemente, observé como su sonrisa se desvanecía y era remplazada por un rostro mucho mas serio.

— Sí, hermanastras. Bueno, yo, espero que nos llevemos muy bien.

— Yo igual, me voy.

Le sonreí una última vez antes de cerrar la puerta. No mentía, después de tanto revuelo deseaba con ansias tomar una ducha. Prácticamente, vivimos juntas, habrá demasiado tiempo para odiarnos.

Cojo mi bolsa de aseo y me dirijo a las duchas. Puedo decir que una de las cosas que menos me va a gustar de vivir en una residencia de estudiantes va a ser en el momento de la ducha. Ojalá las habitaciones tuvieran su propio cuarto de baño.

Cuando llego a la puerta convencida veo que hay dos figuras impresas en el cártel, una masculina y una femenina.  No me puedo creer que permitan esto.

Veo una ducha abierta y paso apresuradamente entre los chicos y las chicas semidesnudos, corro la cortina hasta que éste bien cerrada y dejo la ropa en el colgador exterior.

Me duché lo mas rápido posible cargando con el temor de que alguien rodara la cortina y todos pudieran verme desnuda. Lavé mi cabello y quité el acondicionador de aquel.

Cuando terminé me enrolle rápidamente en la toalla, y rodé la cortina para salir de allí pronto. Cuando lo hice observé mi ropa tirada en el piso, totalmente mojada.

La recogí algo asqueada y evitando tocar a todos me dirigí a la salida. Anhelando no cruzarme con nadie, pidiendo a gritos llegar a mi habitación lo mas rápido posible.

Pero en el transcurso a ello, me resbalé y caí. Que casualidad que Connor estaba pasando, reaccionó rápido y corrió hasta donde estaba solo para ayudarme.

— ¡No! ¡No me toques!

Él se alejó alarmado subiendo ambas manos y alejándose escasos centímetros, dando a demostrar que no estaba dispuesto a hacer nada malo.

Pude haber sonado algo exagerada pero, no tengo ropa interior, es una toalla de tela lo que me cubre y no quiero que nadie me toque para evitar accidentes.

Tomé mis cosas, y algo coja, corrí hasta la habitación que me correspondía. Con la respiración agitada, di vuelta a la manilla.

AFTER: SheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora