CAPÍTULO ONCE.

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— ¡Amelí! —gritó una voz a mis espaldas.

Seguramente era el mocoso por lo que no decidí voltear. No iba a cambiar de opinión, y mucho menos me iba a detener para escuchar lo que tenía que decir, mi orgullo no me deja.

Sentí como alguien me tomó del hombro y volteó mi cuerpo en su dirección, estaba preparada para gritarle, pero noté que el chico tenía lentes y fue cuando noté que era Dylan.

— ¿Por que rayos? —respiró hondo, puso sus manos en sus rodillas y se inclinó un poco —Te estuve llamando.

— Lo siento.

Puedo admitir que me divirtió un poco observarlo tan agitado. Puedo imaginarmelo corriendo por todo el campus, persiguiendome, y yo carcajeándome.

— No es gracioso —se queja con una leve sonrisa — La profesora nos has puesto juntos en una evaluación, al parecer nuestros apellidos están juntos en el registro.

No puedo concentrarme lo suficiente debido a su respiración agitada, y sus gotas de sudor recorriendo por su frente.

— Bueno, bueno —apreté mis labios, y evité no carcajear ante su desespero — ¿Cuando nos reunimos?

— Cuando quieras, estoy libre, siempre, en realidad.

— Bueno, será el, ¿miércoles?

— De acuerdo —sonríe satisfecho y camina hacia atrás, supongo que trata de irse —Creo que rebaje dos kilos por perseguirte —dijo, y al instante se voltea, chocando su cuerpo contra un poste — No pasó nada, estoy bien, todo bien, adiós.

Solté una pequeña risa, y lo observé mientras negaba, me di la vuelta y caminé hasta la siguiente clase. Antes de entrar, saqué mi celular.

Creo que deberé pedirle dinero a mi padre para comprarme una mochila nueva, realmente prefiero fastidiarlo a intentar convivir con Hardin. Y creo que después de lo que le dije, por mas que le ruegue no me la devolverá si no hago lo que quiere.

Marqué su número y puse el celular en mi oído para escuchar el instantáneo repiqueteo de la llamada en espera.

— Buenos días tenga usted, llama a la oficina del señor Denali. ¿Puedo ayudarle en algo?

— Habla Amelía, su hija. Quisiera charlar con él.

— Justo ahora esta en una junta, avisaré en cuanto termine.

— De acuerdo pero, —no pude terminar mi frase debido a que sonó aquel tono que indicaba el fin de la llamada —Genial —dije entre dientes y entré en el salón de clases.

En cuanto lo hice, todo se quedo en silencio, los estudiantes estaban completos y supuse que había llegado tarde.

— ¿Usted quien es? —preguntó él profesor, era alto y viejo. Tenía un gran parecido a Gargamel por lo que no pude dejar de observarlo — Creo que hablé con usted, respondame.

— Soy Amelía, mucho gusto.

— El gusto se quedó —rechazó la mano que le ofrecía y me miró con desgracia — ¿Cual es su excusa? Espero y me de una buena.

— Estaba en la pitufialdea —susurré realmente sorprendida, son realmente iguales, solo que él usa una ropa bastante formal y Gargamel solo usa una bata negra.

— ¿Disculpe?

— ¡Que no tengo ni idea! —disimulé.

Pude notar a Connor en una de las últimas filas, estaba tapándose el rostro mientras reía y negaba.

— Bueno pero no grite —se quejó —Sólo por hoy dejaré que se siente, Emilia —frunci el ceño y lo miré algo confundida — ¿Dije algo malo?

— En realidad me llamo Amelía, profesor.

— No me interesa.

— Debería de interesarle entonces, profesor, es de nuestro derecho ser llamados por nuestros nombres sin ningún tipo de sobrenombres ofensivos que apoyan la discriminación o variación.

— Sigue sin importarme.

— De acuerdo, Gargamel —y sin esperar a que respondiera, o algún regaño por ello, fui a sentarme en los puestos de atrás, donde se encontraba Connor.

Algunos de los estudiantes soltaron una inaudible carcajada, otros apretaron los labios, aguantaron la risa y mantuvieron su postura.

— ¿Usted me llamó como?

— Gargamel —respondí dudosa, quizá no fue la mejor idea llamarlo así.

— De acuerdo, Amelía.

Algo me dice que no soportaré estar con este profesor, tenia que ser de física para ser alguien tan aburrido como lo padecía ser él.

— Phs —escuché a mis espaldas —Amelía —volteé y observé a Connor inclinado.

— Jóvenes —ya nos ha pillado el profesor —¿Ustedes sabían que hablar es antihigiénico?

En ese instante solté una carcajada, sin importar que él nos estuviese observando o sin importar que, probablemente después de eso me llevaría a la dirección.

— ¿Como hace usted para comunicarse? ¿Por mensaje? —hablé y al instante algunos me siguieron con su risa contagiosa.

— ¡Silencio! —exclamó y al instante todos nos quedamos callados —Otra más, y la llevo a la dirección señorita Amelía.

Rogué que la clase se terminara, y luego de una hora y media, concluimos.

— ¡Profesor ya se terminó su hora! —exclamó una voz a mis espaldas, y en ese instante sonreí ampliamente, cerré mi cuaderno y dejé de hacer los ejercicios que nos había asignado.

— Miren les voy a decir algo —repitió su famosa frase— Aquí la autoridad soy yo, y yo decido a que hora se termina mi clase.

Suspire con cansancio y después de dos minutos, sonó el timbre haciendo que todos se levanten y recojan sus cosas mientras lo hacia.

— Jóvenes, sientense que aún no ha terminado la clase.

Las personas no parecen prestarle demasiada atención, por lo que decidí hacer lo mismo y salir de allí cuanto antes. Ya estoy cansada y apenas he visto dos clases.

— Hola Amelía —antes de salir, escucho una voz dulce y suave a mis espaldas, y volteo a ver de quien trataba.

— Hola, Tessa.

Me sonríe ampliamente y pensé en que seria descortés no hacer lo mismo. Pero antes de que pudiese hacer o decir otra cosa, me fui.

Espero que no le diga a mi padre sobre mi actitud de hoy con el profesor. En mí defensa, se lo merecía.

AFTER: SheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora