—¿El joven Nakahara no vendrá?
Entre su mano descansaba la mejilla el Ejecutivo que miraba de soslayo a su acompañante de cantina con los ojos enrojecidos y el perfilado rostro pálido acentuado por las vendas recubriendo su mirada, aquel lamentándose de preguntar.
El tren cortaba la escarcha y el viento pero desde el interior se guardaba por la calefacción la temperatura tibia para los residentes, sin en cambio, el delgado Mafioso extranjero tiritaba en su sitio junto a la ventana por la que juraba el aire se colaba en las orillas del marco. Con las piernas encogidas en el asiento se abrazaba y sostenía la frazada Navideña que se había visto obligado a comprar en la Estación luego de que una de sus maletas desapareciese. Acercándose entre sí exhaló cálido aliento sobre los puños recubiertos.
Si el amanecer estaba próximo o no a hacerse el gélido clima Ruso no permitía a las nubes despegarse del ardiente Sol. El casi imperceptible repiqueteo acallaba los segundos del Reloj ambiental en la pared y las horas malgastadas en peleas absurdas durante el viaje fueron cobrándose de a poco donde lo último en su mirar, luego de recargarse contra la almohada en el cristal, fue la silueta de ambos hombre protegiendo su exclusivo vagón entre murmullos de compañerismo.
Sin el tiempo contando pero con las horas pasando su reloj biológico atrofiado cegó sus instintos que horas antes le habrían despertado por el crujido de los pestillos retirándose con torpe cuidado. Reacomodando recuerdos entre la nebulosidad de un sueño oscuro miró de nuevo la puerta en la que sus hombres seguían en un mismo silencio sepulcral. Entendió que aquellos, por ende, distaban de ser sus hombres y giró los azulados iris hasta su acompañante. En el asiento contrario y pegado a la puerta posaba una pierna sobe la otra entre la penumbra oscureciendo los cabellos a un negro azabache terroso. Desde allí las sombras en su rostro difuminaban las lacias pestañas contra sus mejillas escondiendo de él la mirada que enfrentaba cual siervo contra León. Los brazos cruzados a su pecho se volvían una llanura en su superficie de montañas escarchadas a contra luz. La cortina suave de color zarco caía en su silueta con sus dando inmortalidad a la atrayente y envenenada prohibición de un deseo que halaba de él. Entre los puños, con la gabardina inusualmente abotonada, presionaba la tela de sus mangas.
En los labios de Nakahara, que deseando evitarlo encajaba un colmillo en su labio inferior interno, asomaba una sonrisa con los aún más pequeños ojos ante lo que admiraba.
—Hey imbécil —Llamó con tono severo a contraste con la expresión en su rostro que contenía volviendo a morder su labio— Ven a la maldita cobija o vas a congelarte.
—No me meteré contigo bajo ese maldito Reno.
Sin molestarse se apegó aún más a la pesada frazada que mostraba dibujado el perfil caricaturizado del animal del que tanta mofa le había hecho el Ejecutivo tan soberbio y orgulloso hasta notar era el único modelo disponible. Inflando el pecho recitó:
"—Estamos en Rusia, el vodka me mantendrá aliente".
Le admiró unos segundos más olvidando sus esfuerzos por no sonreírle al infantil compañero que la había tocado. Sabiendo que, aun con el alcohol diluyéndose en sus venas, tenia todos sus sentidos puestos en él se acurrucó en suaves movimientos apegándose lo posible al respaldo del no tan amplio asiento. Cerrando sus luceros.
Esperó entre el cálido palpitar y desliz de las vías tronando bajo los cimientos. Piel cálida compañera de su aliento arrullándole al descanso inconsciente al que solía evitar internarse en la familiar paranoia de la Mafia.
La nicotina subía en el humo de un cigarrillo imaginario y se quemaba contra el seco carbón chispeante en la fogata. El crujido de la madera sobre la tierra insípida calentaba sus mejillas. Acariciaba entre sus manos las telas lizas y suaves que se acoplaban a los recovecos entre sus dedos. Fuego que danza sobre sus parpados le sopla aliento de dragón en la coronilla, resbalando con los tintes de un Whisky derramado a la cabecera del sleeping en que duerme. El tamborcillo en sus oídos le mece lentamente junto al cálido aliento que acaricia las hebras rojizas una y otra entre los largos dedos.
Giró su rostro buscando el suave contacto pero perdiéndole... y entonces los abrió.
El repiqueteo bajo sus oídos se volvió real y el aliento alcoholizado le robo una mueca que apaciguó al esconderse contra su pecho.
—Creí que odiabas al maldito Reno.
En silencio enrosco de nuevo los dígitos entre las hebras.
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Mafioso Diciembre - Soukoku OneShots
FanfictionOneShots de la pareja Soukoku siguiendo el Calendario de Adviento de MotinFanficker.