Dia 10 - Santa Secreto.

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Abre los ojos y la luz acaricia los iris somnolientos cerrándolos de nuevo con una suave sonrisilla que ilumina ese rostro. Las hebras pelirrojas se enmarañan más entre sus dedos al peinarlas hacia su frente. La piel esta tibia, las cobijas cálidas y el cansancio se ha ido ya. El trabajo está lejos. El reloj no suena y la alarma del celular no grita a un día de correr entre ropas frías. El invierno allí esperara a que se levante con cuidado. Deslizándose bajo las mantas no deja de sonreír con discreción aunque esta solo en la habitación. Toma el celular de la mesa cuando su espalda se posa sobre el gran almohadón. Mira entre aplicaciones perdiendo el tiempo y los correos de sus subordinados no notifican. Le gusta y bosteza al mirar su habitación. La ropa está en el gancho pero la sesta ya está repleta. Botas de tela, cuero, zapatos de vestir, tenis deportivos de diferente ángulo y calcetines por el suelo, su dueño los mira calmado desde la cama y decide comenzar.

Alfombra mal estirada le recibe y acaricia con las palmas de sus pies la tibia tela.

Bajando escaleras, abriendo puertas. Aroma de café que corre por su nariz al abrir su costalillo recién bajado del estante. Entre cucharadas la cafetera cruje y canta en el burbujeo que como música recorre el silencioso recinto. Con las manos en la barra lo mira caer tan oscuro y amargo contra el vidrio. Vapores que calientan sus mejillas. Suspira sin percatarse envuelto de la melancolía que aquello remarca en él. Las nubes grises flotan cerca desde su ventana y aunque la calefacción hace su trabajo siente los dedos fríos. Allí, vestido con camisas grandes y pantalones viejos. Se gira. La espalda topa contra esa barra donde el café se prepara. Mira como hace a veces. La mesilla de madera clara en medio de la cocina. La puerta de caoba y las castañas sillas. Sin saber cómo lo ha tenido todo sin siquiera pestañear. Esfuerzo, dolor y sangre derramada de su ser, lagrimas que fueron devoradas, traiciones y al fin esta allí. En una cocina de la más fina vasija con esas ropas viejas. Cierra los ojos en un gesto que jamás haría si alguien más estuviera por allí en un enfrentamiento con el silencio.

Sonríe de nuevo a su vida, a su momento y a que es él. Esta allí porque pudo, porque creció. Lo merecía o no, las deudas ya fueron pagadas, todas ellas.

Gira. Toma la gota de cristal que recibió el café oscuro.

Toma una taza negra.

Cae y cae con su delicioso aroma que se impregna y flota a su alrededor.

Entre libros, películas, programas aburridos y tazas que se acaban. Suspira de nuevo. Chuuya observa las boronillas que componen su techo con esa sensación insaciable de que el tiempo va lento pero a su vez demasiado rápido. Se cuestiona si es que estar lejos del trabajo le aburre pero es sincero, no se siente así, no está aburrido, no se siente triste o siquiera diferente. Esta allí porque debe, porque la mañana ha sido tranquila y en meses, a punto de ser Navidad, su Jefe le ha regalado un descanso luego de viajes incandescentes, nudillos molidos a golpes, sangre, papeles y ojos que se secan tras la pantalla de un ordenador. El único regalo Navideño al que está acostumbrado pero del que no se queja. Respira, si, respira y lo hace lento casi a la par de su corazón paulatino pero, sin en cambio, aunque lo evitó, aunque suele huirle, piensa: Cuando la ropa escaseaba, cuando la cocina era una fogata y los platos estaban rotos, entre ellos, papeles recogidos de basureros, cajas de zapatos...

Chuuya onda en su pecho hasta que deja salir el aroma del café entre sus labios. Su garganta se estruja y su estómago siente ese vacío de los recuerdos, como le ha denominado él, de que eso falta.

El vacío de los recuerdos... tan profundo y tan brillante, lleno de fuego pero cubierto de neblinas. Se levanta, el sillón le ha entumido los recuerdos y sentándose sobre él toma el celular de la mesilla central repleta de libros que ha hojeado durante la mañana. Una sonrisilla de cariño le adornó el rostro al observar los mensajes no leídos de uno de sus subordinados. Shinkichi era un hombre impredecible, feroz e inteligente. Pensaba rápido y con sus dones se aproximaba sin sigilo a los puestos de Ejecutivo. Curioso desliza sus dedos sobre la pantalla pero su ceño se frunce...

Mafioso Diciembre - Soukoku OneShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora