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De madrugada, mientras doy vueltas en la cama, la puerta de mi habitación se abre. Roma asoma su cabeza por la puerta.

—Hey, ¿pasa algo? —pregunto incorporándome sobre mis codos.

—¿Puedo dormir contigo? —musita entrando medio cuerpo al dormitorio.

—Sí... ¿estás bien?

—No me lo preguntes, por favor —pide cerrando la puerta y acercándose a la cama.

Yo no digo nada. Prefiero no ponerme a discutir a estas horas. La cama es individual, pero cabemos los dos aunque sea un poco apretujados. Le hago un hueco acercándome más a la pared y ella se tumba conmigo, dándome la espalda. Después de unos segundos en silencio y sin apenas movernos, mueve su mano hacia atrás y busca mi brazo, hasta que lo encuentra y me hace colocar mi mano en su cintura. Se arrima más a mí y ahora si me tomo la libertad de apretarla contra mí.

—Hace una semana que apenas duermo —susurra.

—Estaré aquí cuando estés preparada para contarme qué es lo que te tiene tan inquieta, ¿vale? —susurro, a lo que ella asiente con la cabeza.

—Muchas gracias, Jordan. Por todo.

Se gira para quedar de caras a mí y yo no quito la mano de su cintura en ningún momento. Apenas nos vemos y la cercanía que hay entre ambos ahora mismo no ayuda mucho. Nuestras respiraciones se mezclan mientras nos miramos.

—No las des —respondo en un susurro.

—Fui una imbécil al apartarme de ti.

Sube una de sus manos a mi mejilla y la deja allí, acariciándome la mejilla con su dedo pulgar.

—Lo fuiste un poco, sí.

—Espero que a partir de ahora volvamos a tener algo como lo que tuvimos hace años...

—Podríamos intentarlo —asiento con la cabeza.

Veo como sonríe un poco y como acerca más su rostro al mío. Deja un suave beso en mi mejilla, casi rozándome la comisura izquierda de mi labio, y se da la vuelta como antes. Yo vuelvo a juntarla a mi cuerpo y ella se acurruca.

—Buenas noches, Jordan.

—Buenas noches, Roma.


El día siguiente despertamos tardísimo. Nos hemos dormido. Después de ir a la ciudad a almorzar sobre la una, nos ponemos en marcha hacia Nokesville. La primera parada que vamos a hacer es en Charleston, casi a las seis de la tarde y después de un descanso, iremos a Columbia y ya allí dormiremos.

De camino a Charleston, tenemos que parar en una cuneta porque Roma empieza a tener unas náuseas que hacen peligrar la tapicería de mi coche. Esta vez no vomita, pero se toma una pastilla con ayuda del agua que le doy yo.

—¿Bien? —pregunto acariciando su espalda. Está sentada en el maletero abierto del coche con la cabeza gacha y los ojos cerrados.

—Sí —suspira y apoya su cabeza en mi hombro—. Perdona.

—No me pidas disculpas hasta que me vomites dentro del coche —digo colocándome entre sus piernas para abrazarla. Ella me abraza por el cuello mientras se ríe.

La separo de mí unos segundos después y le retiro el pelo de la cara, dejándome ver que tiene los ojos ligeramente aguados. Acuno sus mejillas y levanto un poco su cabeza.

—¿Estás bien? ¿Quieres que pasemos por algún hospital? —susurro cautelosamente. Roma niega con la cabeza.

—Estoy bien, Jordan, no te preocupes tanto por mí —pide.

¿Juntos? {N #2} (PAUSADA TEMPORALMENTE) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora