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N1: Nueva historia espero que les guste como las demás...

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¿Cómo era posible que tantas mujeres quisieran apaciguar el apetito sexual de sus parejas?

Lalisa Manoban se hacía esta misma pregunta mientras apagaba el quemador de Bunsen y cerraba los dedos alrededor de la probeta que contenía su futuro. Agitó el vial número veinticuatro entre las palmas de sus manos y levantó una ceja en dirección a su compañera de laboratorio, Jennie Kim.

— ¿Estás segura de que no prefieres que lo haga yo?

Jennie se pasó los dedos por el pelo, café oscuro. Sus labios, tan sensuales se curvaron hacia abajo.

—El inhibidor de la libido que estamos preparando queda perfecto para mí, Lisa —Sus ojos se deslizaron por las curvas de la rubia mientras cambiaba de postura—. Créeme, no eres apta para este experimento ni por asomo. Y de todas formas, el consejo directivo que nos subvenciona se ocupará de acabar con tu carrera, y también con la mía, si no les presentamos algo concreto antes de finales de la semana que viene.

Lisa se mordió el labio inferior, como solía hacer cuando se sentía frustrada. Era evidente que Jennie tenía razón. No habían pasado los últimos meses trabajando cada día hasta tarde en el laboratorio para que ahora el consejo detuviera de pronto el proyecto.

Se sentó en un taburete y apoyó los codos sobre la superficie metálica de la mesa de trabajo.

—Pero aún no conocemos todos los efectos secundarios.

Jennie se inclinó hacia delante y cerró sus manos alrededor de las de Lisa. Sus ojos se encontraron y las angulosas líneas del rostro de Jennie parecieron suavizarse por un instante.

—Y no los conoceremos a menos que me preste a ser nuestro conejillo de indias.

Apretó los dedos de Lisa y acarició su piel con el pulgar. El gesto era inocente, sin duda, pero aún así unas intensas pulsaciones recorrieron el cuerpo de Lisa. Los cálidos escalofríos del deseo se propagaron desbocados hasta los dedos de los pies. El laboratorio, que era pequeño, pareció cerrarse aún más a su alrededor.

A pesar de que el contacto con Jennie Kim provocaba una misteriosa alquimia en su libido, Lisa sabía que a Jennie no le iban las chicas de ciencias estudiosas y aplicadas como ella. Durante los últimos tres años había visto a suficientes jóvenes adorándole como para saber que la señorita Una-Mujer-Diferente-Cada-Día sentía un apetito voraz por las morenas altas, con aspecto de niñas abandonadas, que lucían atractivas sonrisas que al final siempre acababan siendo lo más brillante que había en ellas. Ella era, en cambio, una mujer inteligente, rubia y estatura promedio, lo cual venía siendo la antítesis del prototipo hacia el que Jennie se sentía atraída.

Sinceramente, ¿es que acaso Jennie era incapaz de darse cuenta de que las cosas buenas siempre vienen en el envoltorio más pequeño? Bajó la mirada hasta detenerse justo unos centímetros por debajo de la cintura de Jennie. Bueno, puede que no todas las cosas.

La calidez del pulgar de Jennie acariciando distraídamente su piel devolvió a Lisa de nuevo a la realidad. Se puso de pie de un salto y cogió una jeringuilla.

—Bueno, pues si estás lista, acabemos con esto de una vez. Siéntate —mientras le indicaba que tomara asiento en el taburete que había junto a ella, preparó el suero.

Introdujo la dosis en la jeringuilla por la aguja, eliminó el aire sobrante y miro a Jennie fijamente a los ojos.

— ¿Lista?

—Adelante, Jennie.

Lisa abrió el envoltorio de un algodón impregnado de alcohol y lo restregó por su bíceps. ¡Virgen santa, y menudo bíceps que era aquel!

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