Los dos cuernos.

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Desde la óptica del joven se visualiza un tenue rayo de luz que esta vez alcanza a tocarle cerca del ojo haciendo que lentamente despertara de un sueño semi profundo, unas aproximadamente 3 horas de un cómodo sueño tras un largo desvelo donde nada podía ser recordado o soñado, nunca fue bueno para soñar ni siquiera estando despierto, siempre soñaban por él y allí residía su mayor defecto. Luego de unos minutos de sentir ese cálido brillo tan de cerca se logra quitar para, luego de levantarse, darse cuenta de que habitaba un frío y oscuro lugar, regresó a su realidad, cayó otra vez profundo justo en el momento en que se levantó del mueble. en el fondo, pero muy en el fondo anhelaba que esa tenue luz que lo despertó cubriera todo su aposento.

Ya pasaron unas cuantas semanas desde la partida de su hermano y es justo desde allí donde comienza la partida de ajedrez más difícil de aquel joven que, en calzoncillos se mueve hasta el baño dejando detrás de si un rastro de pereza y sueño.

-es mejor que me arregle de una vez...- dice aquel joven en voz alta como si alguien pudiera estar allí para escucharlo.

Expresando bostezos mientras prepara sus cosas, dispuesto nuevamente a ser fuerte y sonreír  para empezar otro eterno día de optimismo forzado que lo ayudaba a seguir aquella fascinante rutina que aún mantenia con el mismo poco interés con el que empezó hacía dos años.

Luego de una hora, el joven ya se encuentra en una postura y vestimenta decentemente aceptable, con unos vaqueros color azul marino semi ceñido y una camisa negra de vestir con corbata roja, dispuesto a dirigirse una vez más al negocio de su abuelo, quien le dió trabajo cuando apenas tenía 16 para que pudiera tener algo de dinero para que pudiera comprar las cosas que quería pero claro, no hay nada que le fascine más  a un joven que usar sus ahorros para ayudar a pagar el tratamiento de la mujer que ama de verdad sin la esperanza de verla de nuevo en pie.  sin embargo ahora le ayudaba a sustentarse así mismo, nada mejor que dinero y trabajo para sanar las heridas, como si el tiempo y el apoyo valieran algo significativo, porque... nadie vive de consuelo, nadie vive de cariño y mucho menos nadie vive ni vivirá nunca de amor... O eso es lo que razona el chico mientras camina por las angostas calles del pueblo donde reside resuelto a llegar a aquel almacén de colchones que se encuentra cerca de una gasolinera.

tal vez... Nuestro Steven piensa tantas estupideces por culpa del constante olor a gasolina al que se ve expuesto. Porque pensar en estupideces lo ayuda a dejar de enfocarse en lo importante; como por ejemplo la curiosidad de saber cómo se sintió aquel gordito de la otra calle cuando se cayó sobre su helado, o saber por qué razón se antojó de un helado a las 7 am, o tal vez meditar en el asco que le dió a aquella señora elegante a la que una paloma derramó toda tu naturaleza en su cabello químicamente alterado. Son tantas cosas y tan poco trayecto hasta el trabajo que, transcurridos unos 15 minutos ya se encontraba frente a las puertas ya abiertas del negocio...

-¡hey! ¿Cómo estás Steven?- pregunta Don José, el señor que supuestamente es el "amado" tio que al verlo entrar, le expresa un amigable saludo innecesario. Aquel hombre era fácil de reconocer ya que se visualiza como un señor bajito y con bigote, con una panza desproporcionadamente sobresaliente y con una particular camisa azul marino que suele oler mucho a jabón.

-que tal Don José, ¿que cuentas? Yo he estado bien, no me puedo quejar, hoy el día está como más nublado y eso me agrada mucho- responde Steven con una sonrisa de oreja a oreja mientras observa uno de los colchones de baja calidad que su "tio" presume ser de la mejor que hay en el mercado. 

-esperaba que me dijeras tio pero bueno eso también es aceptable- responde Don José mientras se levanta y termina de limpiar un tinto que recién se le había caído.

Luego de conversar con él, Steven va a su silla predilecta, cerca de la puerta y se dispone a observar atentamente la pared que tiene por paisaje y los autos que, en momentos determinados pasan de ida y vuelta, o, como él suele decir, ida invertida; y pensar en las posibles variaciones que puede tener dicha pared y si puede lograr divisar las cucarachas que habitan allí cuando salen por breves momentos a buscar lo que sea que ellas coman, a la vez, también parte de su maravilloso trabajo consiste en buscar esos mismos insectos debajo de todos los colchones para exterminarlos, algo así como un asesino a sueldo al servicio de un hombre gordinflón, con bigote y con una cara de llamarse más Ramón que José.

El día termina, los ánimos aún abajo, y ahora llega la parte más difícil del día, la hora de estar nuevamente en el lugar que está más frío por dentro que por fuera, la hora de asistir a aquel constante velatorio, donde sólo un alma habita rodeado de muerte también acompañado con un leve toque salado de desesperanza, una cita maravillosa que nunca quiere tener y  de nuevo, el dolor terrible de saber que no hay un sitio donde más estar, ¡nada mejor que el hogar dulce hogar!  Sería más fácil que se expresara con alguien de confianza y pidiera la ayuda que aún no admite que necesita pero, ¿de qué le sirve si la único que amaba ya no está? ¿el consuelo fue enterrado 3 metros junto a aquellos cuerpos? Y la poca fe que mantenía necesitaba urgentemente una última cita con el diablo, Un demonio de cuernos largos y afilados llamados antidepresivos y naproxeno. La paz hecha maldad y la tranquilidad hecha muerte.

Nunca podrá ser explicado casi a la perfección el vacío de no estar en tu hogar cuando te sientas en el mueble de tu casa, y mucho menos se pueden aproximar a explicar lo extraño que es conocerse muy bien y saber que no se puede lograr nada, sólo quien lo vive puede dar un testimonio precisamente fidedigno pero que, en la práctica y ya expresado aún, nadie alrededor pueda entenderlo; y eso, solamente eso, es una de aquellas extrañas estupideces que se logra pensar cada noche antes de llegar a casa...

Cuando se cruzan las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora