La nostalgia junto al chocolate.

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Tras esa conversación que sólo desembocó en nostalgia, rabia e impotencia, Steven pasea una vez más por las pobladas calles del centro del pueblo esperando calmarse un poco, esperando que la desesperación que lo inunda lentamente no dé como resultado la proliferación de las emociones más reprimidas que posee dentro de si; porque él sabe muy bien que es su propio enemigo, el propio antagonista de su vida siempre ha sido y siempre será solamente él. Las personas que creemos tienen algo contra nosotros, son en realidad el espejismo de la propia inconformidad de los contrarios, o dicho de forma simple, la inseguridad de ser algún día "superados" por alguien, o de la propia comparación personal a la casi innatamente nos vemos expuestos y, para eso no se necesitan necesariamente dos; uno sabe muy bien que el peor crítico que tenemos somos nosotros mismos.

Así, en un momento de amargura extrema Steven sólo camina viendo de forma inexpresiva todas las vitrinas y, con ella, a las personas dentro de cada uno de los locales eligiendo seriamente los regalos que entregarán en la próxima fecha, que está más que cerca. Personas caminando, hablando y riendo son las cosas más llamativas en esa noche, como si sólo uno en toda esa población estuviera sufriendo, o... ¿acaso es sólo nuestro parecer? Steven razona con que pareciese el único personaje que tiene que sufrir y sentir dolor, pero... ¿realmente piensa de forma correcta? No se puede decir con certeza, la mente humana es lo más enigmático que tenemos aún por conocer; porque resulta tregico, gracioso e irónico como las personas que sienten y padecen como Steven se colocan tristes al recordar momentos felices, así como lo hace él cuando tuvo aquel precioso helado acompañado de la mano más linda y suave que podía tener consigo, y; aunque siempre prefería el yogurt estaba decidido a hacer a un lado sus preferencias más mínimas sólo por seguir sumando segundos que recordaría siempre, aún cuando ya no estuviera presente, segundos y minutos de un momento en él que no sabía o había olvidado lo frío que podía ser el pueblo donde vive. Sin duda ahora la voz de Frank parece ser más agradable y nostálgica que antes.

Es un hecho que también tenemos el poder de hacer desaparecer todos los recuerdos, hacernos la idea de que olvidamos todo y que podemos empezar de cero, adaptación básicamente; pero el detalle radica en que aún con esa posibilidad uno nunca quiere olvidar y rehúsa de atender al llamado de la calma sino que optamos casi de forma inequívoca a responder el mensaje de la depresión.

Aquél primer día frío del constante invierno al que se someteria Steven resultó ser en verano, un verano en el que luego de cuidar de su amada enferma quería encontrarse con la otra mujer que amaba, aquella ajena a su madre que realmente le hacía bien a su parecer. Él siempre fue feliz con ella, sólo que en un giro trascendental y una cara opuesta de la moneda, ella sólo era más feliz con otro; aquél hombre conocido que justo ese día llevaba consigo la chaqueta de cuello alto, pantalones negros y dos cafés en la mano ayudando a la mujer a que pudiera besarlo mejor. ¡Que suerte! Los labios dulces que aquella mujer representaban un descanso liberador de todo lo que pudiera pasar en un día terrible, podían calmar la tormenta más violenta y disipar la niebla más densa, sin embargo; el problema no era que aquél chico tuviera tan cerca esos labios, sino que la mujer había prometido que serían de el que estaba viendolos a lo lejos, con aquellos dos helados en la mano, desde ese día Steven supo que nadie dura realmente para siempre, si no hace algo que te duela para que te asegures de recordarlo en todo momento. Aquél día finalizó de la forma más vaga posible, llanto, odio, y; finalmente el deseo de nunca haber visto nada, porque siempre hemos preferido una dulce mentira a la amarga realidad, fingir que todo está bien mientras a ti mismo te clavas un puñal es la forma más fácil de no querer dar información a otros; por lo que, el dolor de no tener más a la persona que significó algo para ti resulta claramente doloroso, y eso desde la óptica de una persona con depresión... pero así es el amor, sólo te eleva lo más alto posible para que la realidad te desplome y finalmente la traición o la decepción sean el suelo duro por el que vas a tener que golpearte.

Ahora, volviendo al presente y ya sabiendo lo que ocurrió y resultó luego de ese primer encuentro con el dolor y posterior a eso, sus dos citas con el diablo, un centenar de drogas después nos encontramos a un Steven que toma asiento en una cafetería, una poco conocida, para poder tomar algo caliente que le ayude a combatir su batalla contra el frio, tal vez tratar de ubicarse como si fuera alguien mentalmente normal y relajarse en compañía de una ensordecedora soledad, por lo que, apartando la otra silla que se encuentra en su misma mesa decide llamar a la chica que atiende para hacer su pedido, un chocolate caliente y sólo tal vez, cualquier cosa para comer y evitar hacer la cena al llegar a casa.

-linda si es posible podrías darme un chocolate caliente y un sobre de azucar aparte- expresa Steven quien, viendo a la mesa y haciendo el ritmo de una canción con sus dedos pide a la señorita que se encuentra a su lado.

-aquí si tratas bien a los empleados ¿no? O es mi parecer- responde la señorita que, ahora no era desconocida. Si, era la chica llamativa del puesto de manualidades que tenía dos días sin aparecer por allá.

Steven sorprendido de verla frena en seco el ritmo luego de realmente asociar su voz con la tierna mirada que en dos oportunidades lo vieron con indiferencia.

-mmm... creo conocerte y por el simple hecho de que me conoces a mi sé muy bien que eres tú- dice Steven - ¿ya renunciaste a trabajar con las manualidades?- pregunta con la leve intención de que la chica pueda sentirse cómoda y ver que intentar ofenderla nunca fue con una mala intención.

-no, ¿como crees? Es que el negocio de las manualidades no despega aún como para ayudarme lo suficiente, así que tengo este otro trabajo- dice la chica con una sonrisa de sorpresa, ya que, aún no cree que pueda encontrarse exclusivamente a ese tipo.

-entiendo, es algo difícil hacerlo pero es muy bueno que lo intentes, espero no fracases- responde Steven esbozandole una sonrisa.

-¿gracias? Creo... tienes una forma extraña de desear éxito pero la acepto, no pareces ser malo del todo- termina la conversación la chica riendose y yéndose para atender a la solicitud del cliente.

Steven aún no logra entender ese nuevo encuentro, tenía otra oportunidad de acercarse y quería aprovecharla bien, sabía muy bien donde aquella linda chica trabajaba y eso, representaba tal vez la catarsis que tanto necesitaba, reinventarse y comenzar una nueva vida, una nueva vida tratando de analizar si le es posible ser feliz y eso... medita en el tiempo transcurrido en el que se toma la taza de chocolate, observandola pasearse de aquí para allá llevando los pedidos de otras personas que aparentemente frecuentaban el local por los saludos tan amenos que podían escucharse en la sala.

Transcurridos unos 20 minutos Steven finalmente se levanta y lleva su taza al mostrador donde los meseros colocan los utensilios usados solamente por cortesía, y ya acercándose a la caja paga lo consumido y añade a su cuenta, un lindo trozo de pastel de chocolate con fresas encima, que evidentemente reservó para la chica que lo atendió, la que le interesaba a él, y se la dejó con su compañera de trabajo.

Y así, pasa las noche y los días anteriores a la celebración más esperada del año por todas las familias. ¿Se justifican los medios por lograr un fin? muchos dicen que no cuando aún desconocen que se puede hacer mucho por quien se quiere conocer, y que a los ya conocidos, podemos darle más de lo que pudiéramos en ningún momento suponer que nos pertenecía, para ser amados, necesitamos amar primero, y para que nos conozcan; debemos darle la oportunidad a otros de ser finalmente descubiertos.

Cuando se cruzan las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora