El gato y una ofensa.

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Ahora puesto desde una óptica más optimista Steven llega por fin a su preciado hogar. Aquel nido de ratas que en algún momento representó el verdadero sitio que lo recibía con una calurosa bienvenida y unas deliciosas comidas que eran igual de calurosas y maravillosas como la presencia del amor en su hogar, es extraño como después de un tiempo el optimismo se ve forzado a ser parte de lo negativo, pensar en las mil y un cosas que pudieron resultar peor que lo que ya está presente, aquello que muy bien es conocido por nuestra trágica estrella como "el positivismo nacido del odio" la hermosa facultad que tiene el hombre de ver lo bueno en un mundo completamente destrozado y la esperanza arraigada de seguir adelante cuando el fango reemplazó las huellas en el camino.

Steven ya decidido, llega con calma a su hogar... Aquella calma cambió por una que se sentía más amarga que la que tenía poco antes de abrir la pésima cerradura que se colocaba casi que mediocre (al igual que el edificio donde vivía) en su puerta. Necesitaba un cambio y era más que evidente, y es que para él es comprensible la posibilidad de que llegaría el día en el que no se podría abrir y que, en un todo, el dinero que no tenía iba a parar a manos de un hombre que tiene llaves por manos, porque la dificultad nunca estuvo en pagar, sino que radica en la imposibilidad de hacerlo.
Transcurridos unos minutos, ya luego de forcejear con la puerta y de saludar a 3 vecinos por mero capricho de la puerta, logra ingresar a su hogar, desprenderse la ropa que llevaba y poner a calentar unas sobras del día anterior en una pequeña olla, encima de la pequeña estufa, dentro del pequeño apartamento, para satisfacer su ya reducido estómago. Sólo la luz de la cocina está encendida y la television en su sala transmitiendo el programa que más odiaba, aquel donde concursan para ver quien canta mucho mejor, y es que, ya para él, dejaba de ser un pésimo programa cuando era lo único de ruido ajeno a él que podía escuchar mientras estaba sólo, había desarrollado pánico al no escuchar nada y tenía cierto temor cuando estaba con muchos. Habiendo también, en esa pequeña sala un par de libros de física y química que realmente le fascinaban y parecía ser lo único que podría gustarle, con una capacidad para almacenar muchos datos y momentos, podía fácilmente hablar con alguien que usara el cerebro sin que este último se aburriera o sintiera que pierde el tiempo, y si realmente resultaba el caso en que lo perdía, dicha pérdida valía realmente la pena.

Sangre, sudor y poco tiempo, era lo que resultaba como perfecto resumen de la nueva vida de nuestro querido Steven quien, luego de comer se pasea de la ventana al baño mientras escucha las noticias las cuales, realmente no le importan pero que sirven de distracción para no caer en cuenta de que no había nadie con él. Naproxeno más antidepresivos automedicados no dan un resultado favorable, pero si uno de bienestar ya que; usando la lógica no se pueden esperar ambos resultados en las decisiones que tomamos en la vida. Porque, por citar un ejemplo, nadie puede decir que fue la mejor decisión esquivar mierda de paloma si te golpeó un auto o que, por esquivar a un ciclista tuvieras que tropezar y derribar tu helado y es justo el punto, ¿qué hubiera pasado si nunca hubiese  ocurrido la primera guerra mundial? Fácil, no habría una segunda o sencillamente la segunda solamente sería la primera. O, ¿Que hubiera pasado si la madre de Steven no se hubiese transfundido sangre contaminada durante aquella operación? Fácil también, no estaría de todas formas con él porque estaba al borde de morir, y no con esto se pretende decir que la sangre le salvó la vida, sólo postergo su muerte para el poder despedirse.

Y así, solamente así de sencillo termina una eterna noche de desvelo, en todo lo que pudiera y no pudiera pensar una persona drogada en el mueble de su sala observando a oscuras el techo de su "hogar".

Ya, al día siguiente, nuevamente a las 4:55 am comienza un nuevo día para continuar con la importante tarea de buscar la superación y satisfacción personal, o algo así le había dicho la psicóloga. Ya nuevamente yendo por la misma ruta, nuestro chico nota un nuevo local, un pequeño puesto lleno de manualidades que es atendido por una señorita de pelo negro, los detalles no son importantes ya que solo el reojo no sirve para detallar a una persona a la perfección.

Se cumple la rutina con éxito con la diferencia de una cocacola durante el almuerzo invitada por el viejo José del que yo insisto que debe llamarse Ramón. Ese tipo asusta, o, ¿sólo será el bigote?. En fin ya son cerca de las 6:30 Y todo está iluminado, porque aunque no se mencionó, llegó diciembre y las decoraciones ya se hicieron presentes y con ella, un montón de personas obstruyendo el paso sólo por querer sacarse una foto con los alumbrados de bajo presupuesto que adornan un canal sucio que atraviesa el pueblo donde vive. Pero... Ya de regreso, Steven logra visualizar aún abierto el local de manualidades y, por motivos de curiosidad decide llegar a echar un vistazo.

-bien pueda, observe sin compromiso- expresa la chica con una sonrisa que obviamente le pagaron por sacar

-gracias, pero sólo quiero ver que tan feas son estas cosas de cerca- responde Steven también con una sonrisa.

La chica sin mucho que decir, solamente se rasca la cabeza e ignora el claro comentario negativo. -mmm... esas manualidades las hice yo misma- alega.

-si, pero eso no le quitan que sean tan terribles- comenta entre risas.

-ok... apuesto a que tú ni siquiera sabes hacer algo tan "feo"- responde con sarcasmo está vez acercándose más a Steven, quien aún no le ve el rostro.

-de que me sirve saber algo si lo voy a hacer tan mal- responde observando a la contraria está vez buscando sus ojos que para su sorpresa y gracias al bombillo notó que eran cafés.

La chica tras unos segundos de silencio sólo puede esbozar una sonrisa. -¿solo viniste a molestarme?-

-no, en realidad vine a ver tu aparente talento innato para las manualidades con temática de horror- alega Steven  esperando ver si la chica se enoja ya que de vez en cuando le causa gracia hacer enojar a alguien.

La chica, sin ningún argumento y con una clara incomodidad, sólo le pide que se retire si no le agrada nada de lo que está allí, pero de una forma aún cortés considerando al maleducado chico con el que tuvo la pésima suerte de encontrarse.

-creo que me llevaré este...- dice Steven tomando una escultura hecha con un material que creía que era barro con forma de gatito. -¿cuanto vale?-

-mm... cuesta 25 mil pesos- le responde la chica ya sólo con la intención de que cuanto antes se retirara del negocio y pudiera estar en paz.

-vale me parece, aquí tienes- le responde inmediatamente y, ya luego entregandole la cantidad exacta para poder adornar la mesita de su cocina con el gatito que, a su parecer tenía cara de que fue momificado y veía sus momentos finales. 

Luego de dejar a aquella chica se resuelve a caminar un poco más de lo usual sólo para ver los alumbrados nuevos junto a su nuevo gatito de barro, pensando que a diferencia de otros días, este había tenido más novedades, sentía satisfacción, la percibía y eso lo consideraba como algo lindo que se había tardado en hacerse.

Una conversación abrupta, un día tranquilo matando cucarachas, una cocacola de 2000 pesos y un gato dentro de una bolsa. Sin duda un día diferente.
Steven esboza una leve sonrisa mientras observa la Iglesia y el parque desde una esquina hasta sentir que su teléfono suena después de tanto tiempo y tras muchos contactos borrados y en lista negra...

Cuando se cruzan las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora