-ok... ¿a qué se debe entonces el nefasto privilegio de tú visita?- pregunta Steven transcurridos unos minutos dentro de aquella pequeña sala, con una taza de café en la mano derecha dirigiéndose a Michael pero con su mirada fija en Verónica.
-Steven en algún momento tendríamos que venir a verte, siento que lo necesitas- alega Michael luego de tomar un poco del café que ya previamente Steven había servido.
Realmente habían transcurridos unos 20 minutos eternos en los que, sin decir ni una sola palabra ninguna de las 3 partes en ese espacio reducido todos esperaban el café tratando obviamente de evitar la incomodidad ya presente. Ambiente tenso, palabras sin expresar, y miradas profundas, parece funeral de una persona a la que no se quería mucho; o tal vez, de una persona que tenía una fortuna y que, para su desgracia estaba rodeado de los que querían más a lo que no se fue a la tumba.
-ok... Me recuerdas como es qué saben donde vivo.- expresa en tono satírico Steven mientras se sentaba delante de aquellos chicos.
-pues fueron varias cosas que nos ayudaron... Pero una de las razones es que siempre has vivido aquí.-
Steven se queda meditando en lo que le dice Michael y piensa que es buen punto. Donde vive es donde vivía su madre y donde se suicidó su hermano.
Verónica está completamente callada, observando el deplorable aspecto de Steven y el ambiente en el que se rodea en sus momentos más felices, cuartos pequeños grises y sumamente oscuros, cobijas haciendo la función de cortinas es lo que da un toque fúnebre y triste al espacio donde se ubican. Así de sencillo, y en esas condiciones es donde se observan en todo su esplendor todo lo bajo que puede caer un hombre sin esperanza, sin razones, y sin intenciones de levantarse; la mentira de una sonrisa diaria se derrumba con una mirada oscura y unas ojeras que toman cada vez más protagonismo; todo se resume en que nunca se conoce a alguien hasta que se le quita todo lo que tiene, hasta que se le deja sin esperanza, sin aliento y sin un sentido.
-verás, este tema Michael es tan reciente que no me siento bien hablandolo, aunque ¿hay en serio algo que decir?- pregunta después de un rato de diálogo inservible en el que, un idiota con ínfulas de psicólogo intenta "descifrarlo" Como si fuese algún tipo de misterio. Steven no es un misterio, nada por descubrir, nada que valga la pena explorar, sólo es el libro con menos páginas escondido en una de las esquinas de cualquier biblioteca. Él, es la historia escrita con faltas ortográficas; sólo sirve para que lo corrijan.
-pero Steven trata de ver el punto, necesitas ayuda... no puedes seguir en esta mierda, no es sano.- se levanta la chica intentando ayudar a Michael a convencerlo de buscar ayuda.
Steven, la observa de arriba a abajo, extrañado de su participación en una de las conversaciones que menos debería importarle. -Mira linda, estuve a punto de preguntar tu opinión porque me interesa tanto.- expresa en tono sarcástico con una leve sonrisa esbozada en su rostro gris.
Michael sólo puede suspirar fastidiado de tener que lidiar con alguien tan terco.
-pero es que no ves que tu mejor amigo se preocupa por ti, sino te interesas tú mismo aunque sea hazlo por él- contrapuntea Verónica ya un poco más irritada por la forma tan peculiar que tiene Steven de expresarse.
Steven, se acerca un poco más a ella, observando claramente el tono decidido, estricto y un poco regañón de aquella chica que le atrajo. Pero, aún queriendo saber quién es ella, no hace ni el más mínimo esfuerzo de razonar y pensar en la supuesta utilidad de que más personas tengan que saber que Steven es un tipo malnacido que fue bendecido con el don de estar maldito.
-chica... te diré algo, tú y yo no valemos absolutamente nada para la vida de nadie, porque... el día que mueras ninguno de nosotros dejará de respirar, sólo imagina que es una fiesta, toda nuestra mierda de vida es una fiesta en la que nosotros nos iremos en cualquier momento, y ya, con ese ejemplo sabrás mejor que nadie que si tú te vas, la fiesta va a seguir.-
Dicho esto, Verónica se harta de alegar con Steven, harta de una microconversacion en la que, no pudo responder un argumento fuerte; una discusión que no llevó a nada.
-steven, aunque sea haz el esfuerzo de pensar en lo que te dijimos. Queremos ayudarte amigo...- dice Michael, levantándose de su asiento, suspirando y girandose junto a Verónica hacia la puerta.
- no, había otras formas de ayudarme que no implicaran acostarte con mi novia- expresa Steven con tono de burla colocando las tazas en la cocina. -cierren la puerta, así me van a ayudar bastante-
Michael permanece callado y sólo acepta la petición de cerrar la puerta al salir y dejarlo otra vez hundirse en la dicha de querer estar mal, si, sufrir en toda su expresión muchas veces se debe a que nosotros mismos tenemos el deseo de estar hundidos.
Steven, algo cansado de la caminata y obviamente de la conversación a la que estuvo expuesta se encuentra a si mismo tirado en el mueble, él sabe que falta algo, algo muy importante; pareciera que estaba inevitablemente condenado a no tener la posibilidad de ser feliz... tener que lidiar con sentimientos de querer a alguien y la vez estar lo más solo posible no figuraba en las prioridades del chico que se encontraba al borde de un abismo absurdo en el que ni siquiera sabe como salir, o al menos, en qué momento de su historia se metió. Solo hay dos opciones, él tenía que decidir en cuál estar, y es que nosotros sabemos todas las cosas que no debemos y que debemos hacer; el problema para muchos es la iniciativa de ir tras el camino que elegiera sin arrepentirse ni un minuto. Por eso, Steven sabía que no podía permitirse más seguir en un limbo emocional, pero... ¿Que haría al respecto?
-ay Dios...- dice entre dientes y con lágrimas independientes que solo salían y salían hacia un suelo que contaba todas y cada una de aquellas valientes que caían a la velocidad del declive de Steven, el chico que no queria tener a nadie cerca y, estando solo pedía a gritos cualquier muestra de interés... -¿qué mierda estoy haciendo ahora?-
Tras colocarse una mano a la cara, Steven llora otra vez, esa noche no fue la excepción.Todos los días de llanto no desahogan a nadie que cayó al vacío. No basta con alguien que entienda lo que es una pérdida cuando ya no tienes a nadie que amas que, al igual que tú haya perdido. La muerte parece la única salida, por algo dicen que es parte de la vida, entonces... si es parte de la vida, ¿por qué lloramos? Ahí se halla la contradicción.
Ya el reloj marca la 1:45 am, ya es lunes y dentro de unas horas empieza la jornada laboral de Steven, ya casi cumple la meta de pasar la noche en vela, al menos tenía que proponerse algo, lleva ya bastante tiempo sin poder cumplirlo, y sus ojos lamentablemente dejaban evidenciado su fracaso. La falta de sueño y los ataques de pánico lo estaban acabando poco a poco... Ya no era el mismo, y lamentablemente él sabía perfectamente que su verdadero ser estaba tres metros bajo tierra, abrazando aún firmemente a los restos de su hermano. Por eso, tras horas de meditarlo, eligió su camino, una historia escrita desde mucho antes de su culminación, algo cliché tal vez, pero que no deja de ser un caso común.
23 de septiembre, un mes que para él significaba un nuevo año dentro de sus patrones inculcados, nada importante, solo su percepción personal, en la que por fin pondría rumbo a su vida, fijar un curso exacto, uno del que no querría arrepentirse ya, su meta en la vida se convirtió en darle fin. Justificar su muerte basándose en su vida...
Horas después y con un increíble dolor de cabeza, Steven se levanta del sofá donde no pudo completar su noche de desvelo para comenzar a aportar algo a la sociedad como un ser humano productivo, durmió luego de meditar en lo que sería de su futuro unas 3 horas exactas para solo sentir punzadas en la parte izquierda de su cabeza, eso solo significa una cosa. Naproxeno y antidepresivos regados en la mesa cercana a la cocina, toma unas cuantas, se mira al espejo y ve en lo que se ha convertido; un rostro pálido, con grandes bultos negros debajo de sus ojos, unas pupilas apagadas y una mirada muerta, alrededor de unos 17 kilos menos en su cuerpo tambien es producto de la suma de unos meses extremadamente difíciles, contar con dibujos en sus muñecas producto del filo de una navaja seria el paisaje más triste para una madre y un hermano que ya no están. Eso y unas sorprendentes ganas de salir de su santuario de paz. Tras unos segundos de verse fijamente a la cara, esboza una sonrisa, una muy leve diferente a las demás, una sincera, una de esas que solo se pueden atrapar en un espejo o en una foto donde no sabes quién te la tomó y en qué momento, una de esas sonrisas que duran unos segundos y que realmente te hacen sentir que no eres un ser humano despreciable como uno mismo se pinta, momento en el que se te olvida que eres el villano de tu propia vida y que, a pesar de todo, aún eres capaz de verte y pensar que "todo saldrá bien" .
En efecto, otro día más intentando sentir que no siente absolutamente nada...
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Cuando se cruzan las estrellas
Short StoryRelato breve de la vida de un chico al que nadie le puede interesar.