Epílogo

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— Llevo más de diez años dando clases en ésta universidad y en ningún momento han usado sus teléfonos en mis clases — dijo, despacio — Desde que llegó a mi clase, no ha parado de retarme y ya me tiene harto.

— No es que haya deseado hacerlo — murmuró — Tampoco se haga el santo conmigo, usted tampoco es que me haya tratado de la mejor manera. Siempre está diciéndome que hago todo mal.

— Es porque hace todo mal, no presta atención a mi clase — levantó un dedo — No se mantiene callado cuando un superior habla con usted — levantó otro — Me lleva la contraria — otro más — Se la vive pegado a su celular, ¿Desea que continúe?

— ¡Usted es un omega que no acepta que un alfa sea mejor que usted! — Golpeó la mesa — ¿Qué quiere que haga? ¿Me mato?

— Eso sería estupendo — sonrió, socarrón — Así me quitaría el peso de tener que darle clases a un alfa que se cree superior a los omegas.

— Nunca me he sentido superior a ustedes — gruñó — Usted es un anciano de mierda que viene a darme ordenes por ser mi ser mi profesor — se puso de pie.

— Tengo treinta y cinco años, pero contigo aparento de más edad cada día que pasa — levantó las manos al aire — Hace todo para que lo repruebe y no aporta en nada más que en darme dolores de cabeza.

— Ya esos usted los tenía desde que nació — entrecerró los ojos — No me diga que usted nunca ha tenido otro estudiante que le haya sacado más canas de las que ya tiene, porque no se lo creo, anciano — sonrió, sin mostrarle los dientes — Déjeme en paz.

— Eso es lo que necesito para que no salga en la primera plana, que un omega mató a un alfa porque lo sacó de quicio — hizo que el menor se sentara nuevamente en su asiento, colocando sus manos sobre los hombros de éste — No me respondas a menos que te diga que lo hagas.

— No estamos en clases para que me dé ordenes de cómo hacer las cosas — quitó las manos de éste de su cuerpo — Lo siento, pero no es mi maestro después de las horas de clases, sé bien cómo funcionan las cosas.

— En éste momento lo soy — volvió a colocar sus manos sobre los hombros de éste — No te confundas, porque te daré un par de nalgadas y lo disfrutaré.

— Hablaré con la facultad de psicología para que lo expulsen de aquí — bramó — Es demasiado malo conmigo.

— Créeme que en éste momento de mi vida, deseo matarlo con mis propias manos, pero me contengo más de lo que debería — apretó sus manos en los hombros del menor — Eres un alfa que necesita de una buena lección para que deje de comportarse de una manera que ni sus padres aguantarían.

— Los suyos deben de odiarlo.

— Créeme que lo hacen y con eso estoy viviendo — se alejó de él — Manténgase lejos de los problemas conmigo y no saldrá lastimado.

— Más de lo que ya estoy con usted, lo dudo al cien por ciento.

*****


— ¿Está cómodo, señor Hilton? — Mathew terminó por caerse hacia atrás cuando la voz de su profesor lo sorprendió delante de él — Me imagino que en su casa no le enseñaron modales.

— Más de lo que enseñaron a usted si — se puso de pie como pudo — Por cosas como estas es que los estudiantes demandan a sus profesores.

— Éste lugar no es para que ande de cómodo — le recordó — Espero que tanta comodidad sea porque ya hizo el trabajo que le pedí.

Secretos entre sábanas {Gay}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora