Prólogo

449 54 2
                                    

Eran las seis de la mañana cuando la alarma del teléfono de Kazuno Sarah empezó a sonar, como cualquier otro día su trabajo iniciaba al momento en que apagaba la alarma y terminaba cuando lograba que su jefa se fuera a dormir.

Como todo lunes se estiró sobre su cama mientras el ayudante inteligente de su teléfono empezaba a nombrar los nuevos correos que llegaron mientras dormía, en su cabeza ya los estaba clasificando entre relevantes, algo interesantes, dinero y por supuesto no mencionar.

-Muy bien Sarah, hora de arreglarse dijo entrando a la ducha-

A esta altura quizás se percataron que Sarah no estaba separando sus correos sino los de su jefa, una persona tan singular que para evitar contacto "innecesario" como ella lo llama pero que a veces necesita solicitó a su asistente que creara un correo para recibir posibles trabajos o peticiones.... nadie lo sabía pero en realidad casi todas las respuestas que recibían no eran del gran genio que es su superior sino de ella, los afortunados que por distintas razones tenían la oportunidad de que la verdadera dueña del correo leyera el correo recibían una respuesta por fax y eso era todo, ninguna junta cara a cara, videollamada o una simple llamada, sino que recibían un fax como respuesta siempre de distintos lugares que no fueran el laboratorio.

-Bien, llevaré anotados estos tres- dijo saliendo de la ducha- estos cinco los resuelvo yo y el resto.... respuestas de que ella está muy ocupada para eso- dijo subiendo sus hombros-

Cuando se arregló por completo, tomó su bolso donde guardó su teléfono, una tablet, un notebook, varios libros junto con carpetas llenas de informes. Salió de su departamento a las seis treinta para después revisar su buzón como siempre las pocas facturas que debía pagar, citaciones a reuniones científicas para ella o su jefa..... pero la última carta hizo que subiera su ceja, como asistente tenía la obligación según su jefa de revisar cualquier documento que provenga de Japón.

-Veamos... hace años que no leo kanji....- dijo revisando la carta- bla bla bla... te invitamos.... bla bla bla... ¡o por Dios!-

Y como si eso fuera más que suficiente Sarah guardó las cartas en su chaqueta ya que hacía un frío de mil demonios en aquel pueblito para después correr rumbo a su bicicleta, ya sobre esta partió a toda prisa al laboratorio de su jefa Kunikida Hanamaru.... nunca en sus 6 años trabajando con ella había recorrido esos 5 kilómetros en menos de 10 minutos... si no fuera por la situación ella no hubiera tirado al suelo la bicicleta dejando que chocar como si nada contra la pared, tampoco hubiera técnicamente destruido la puerta de uno de los cientos de laboratorios que tenía ese centro con una patada, porque Sarah sí tenía la decencia suficiente a pesar de la situación usar las llaves para abrir la puerta principal.

Sin embargo, toda la preocupación se fue de golpe al ver a una peliblanca con las puntas de su pelo castaño durmiendo feliz de la vida durmiendo sobre una de las mesas totalmente desnuda mientras toda la ropa que la pelimorada yacía tirada en el suelo toda desordenada, incluso la manta y la almohada que la Kazuno había comprado con tanto cariño para evitar que se enfermara porque aún era posible estaban colgando de uno de las repisas de una forma que no entendía como sucedió.

-Vamos Sarah... 1... 2.... inhala... exhala....- toma aire y luego suspira- ¡Buenos días doctora Kinukida!- gritó abriendo las cortinas y las ventanas- Tiene mucho trabajo que hacer el día de hoy ¡partiendo por una ducha y ponerse ropa!-

-Sarah no grites desde tan temprano por favor- dijo la ahora peliblanca sentándose-

-¿Qué haces desnuda?- ve que sigue estirándose- Kunikida Hanamaru ¿qué hacías durmiendo sobre una mesa desnuda?-

InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora