Capitulo 5: Otra

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Desde que me fui corriendo de la casa de Ian, nunca lo crucé, nunca hablamos ni nada, creo que pasaron tres semanas, casi un mes. No tuve mucho tiempo de pensar igual, el colegio era difícil, no es solo ir a clase como todos dicen, es más. Obviamente estudiar fuera de clase, para las pruebas y hacer la tarea, y además soportar a los profesores, generalmente los escuchaba decir que éramos insoportables, que no hacíamos nada. Y era verdad, muchas veces no hacíamos nada y solo molestábamos pero ellos no eran mejores, siempre enojados, sin ganas de nada, con cualquier ruido ya se irritaban. Y quizás esto pasaba las siete de la mañana cuando nadie soporta a nadie, ni siquiera a uno mismo. Todos con su humor cambiado, sus manías, sus locuras, no era tan fácil para nosotros, los alumnos.

Más allá de esto me la pasé con Giselle porque Jari trabajaba todo el tiempo, ella me ayudaba con las cosas que no entendía y me mantenía distraída con todo lo de Ian, que por supuesto sabía. Según ella tenía que ir a encararlo de repente, cosa que obviamente no hice y no iba a hacer. Por algo me fui.

Caminé por los pasillos hasta que llegué al gimnasio en cual Galo me dijo que iba a estar, encontré a Ian boxeando, de espaldas a mí. Pantalones para entrenar negros, a la altura de su cintura, su piel bronceada, brillosa por la transpiración, la flexión de sus músculos cuando pegaba. La contracción de sus brazos, la posición de sus pies, la actitud que le ponía, la pasión. Me quedé ahí mirando, solo mirando cómo se movía, un hombro me golpeó. Me di vuelta y una rubia entró sin mirarme al ring de boxeo. Le tapó los ojos con las manos, el sonrió. Y le dio un beso. Creí caerme, sentí dolor en todo el cuerpo, dolor físico. Me sentía enferma. Eso no era lo que yo quería y no me había dado cuenta, mejor dicho no me quise dar cuenta, no podía soportarlo, yo me fui, si. Pero lo único que quería era que me venga a buscar y se quede conmigo. Si, así de rebuscada. Corrí al baño.

-¿Te sentís bien? – preguntó Ian de repente.

-Sí, me bajó un poco la presión nada más – se escuchó un grito desde afuera, Priscila.

-Dios – habló Ian por lo bajo.

-Qué bueno que estés bien con ella. Suerte – hablé y salí del baño.

Por primera vez me sentía una chica normal, sintiéndose mal por un chico, como todas las chicas de mi edad. Y necesitaba estar con alguien, busqué a Giselle y me quedé con ella, mientras lloraba, le contaba lo que pasó y comía chocolate.

***

Dormir con todos esos pensamientos no estaba bueno, asique me resigné y directamente me levanté en el medio de la noche. Caminé sola por los pasillos de la escuela, oscuros y solitarios. Casi me sentía identificada en este punto de no saber qué hacer con mi vida, quería dormir estaba cansada, pero no podía. En cuanto cerraba los ojos todos los pensamientos volvían.

-Hola soy Dante – una persona de la nada habló acorralándome contra una pared - ¿tan sola caminando?

-¿Qué haces? Soltame.

-Bueno, con una condición, vení a mi cuarto.

-¿Qué te pasa? Dejame en paz.

-La vamos a pasar muy bien – me acarició la cintura.

-¿Todo bien? – habló Ian de la nada, creo que me volvió a latir el corazón.

-Sí, el ya se iba – salí de su agarre y me puse atrás de Ian.

-Vamos – dijo Ian y Dante salió corriendo.

Pasamos por tres pasillos, su mano siempre con la mía. El silencio dominaba el momento, y mis nervios se estaban tranquilizando. Caminábamos por un lugar del colegio en el que nunca había estado, beneficios de ser el hijo de la directora supongo.

DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora