Capitulo 11: Viaje III

11 1 0
                                    

Cuando me tranquilice les conté todo, sin perder ningún detalle, escucharon con atención hasta que terminé de contarles. El problema fue cuando empezaron a responder, por supuesto todas lo insultaron pero después se calmaron y me preguntaron que iba a hacer ahora.

-No tengo idea – respondí – pero no quiero pensar en eso tampoco, me tengo que enfocar en otras cosas, como ir a ver a mi mamá, retomar mi relación de hermanos con Galo. No tengo tiempo ni quiero tenerlo para ocuparme de Ian.

-Es lo mejor que podes hacer, es un estúpido. Ya va a volver solo, vas a ver – dijo Lara.

-No se si quiero que vuelva, prefiero tenerlo alejado – dije y me tiré al pasto, disfrutando el último rayito de sol que quedaba.

Todavía teníamos otra excursión más, tirolesa, era bastante más divertida que la otra, o por lo menos suponía yo. Mañana volvíamos, tenía que guardar todas las cosas, pero lo iba a la noche así tenía menos de pensar sobre Ian. Faltaba media hora para la excursión y el tiempo, que había estado hermoso todo el día, amenazaba con llover.

A lo lejos lo vi a Galo caminando con el primo de Ian, Salvador, este era mi momento para hablar con él. Saludé a las chicas aunque cada una estaba en su mundo, y me fui con él. Salvador me saludó, él sabía lo de Ian y creo que me miró con culpa, traté de no sentirme tan mal con su mirada y no ponerme a llorar, por suerte el sonrió, saludó de nuevo y se fue.

-Hola, ¿todo bien? No te vi en todo el viaje – le pregunté.

-Si, todo bien. Yo tampoco, ¿Qué anduviste haciendo nena? – respondió él. Siempre había sido así conmigo.

-Nada, creeme, vos parece que estuviste haciendo algunas cosas – dije, riéndome, mirando para otro lado.

-Ya sé, lo decís por Gin, me dijo que Giselle se enojó porque no le contó – dijo él, mirando al cielo.

- Sí, yo también me puse mal, ¿por qué no me contaste? Yo sé que cambiaron las cosas ahora, pero me podés seguir contando tus cosas como antes.

-Está bien, no es que no quise contarte, no tuve tiempo. Todo se dio muy rápido, ella estaba muy mal, yo estaba sólo. Nos caímos bien, nos entendemos, la pasamos bien. Tampoco me voy a casar – respondió y se rió por el último comentario.

-Me imagino que no te vas a casar, y si te casas mínimo quiero estar en la mesa principal, ahí al lado tuyo – le dije y me reí, mirando al cielo que cada vez estaba más negro.

-Obvio, la podemos poner a mi futura esposa en otra mesa y vos conmigo – respondió él, abrazándome.

-Obviamente, esa era mi idea – lo abracé también – te extrañé, no nos distanciemos más.

-Te lo prometo, desde ahora, todos los días te voy a ir a molestar.

Siempre había sido así de fácil con nosotros, éramos muy unidos, siempre nos cargaban y decían que tendría que haber sido hijo de mi mamá. Por eso aunque no nos hablemos por un tiempo, cuando volvíamos a vernos era todo como antes, porque los hermanos nunca dejan de ser hermanos, por más cosas que pasen.

*** 

Hicimos la fila para la excursión, el cielo cada vez más negro, pero nosotras mientras hablábamos de cualquier cosa, Giselle nos dijo que teníamos que conocer a su novio algún día. Y dijimos que un día íbamos a salir todos juntos. Pensé en Jari, esta iba a ser una semana muy dura para ella y quizás si salía con nosotros se distraía un poco.

Cuando fue mi turno, me di cuenta que estaba bastante nerviosa, nunca había hecho esto, parecía  bastante emocionante, según los demás chicos que bajaron. Sin contar a los que se marearon y vomitaron. Giselle ya había pasado, estaba esperando del otro lado. Me pusieron el arnés y me hicieron hacia atrás para dar el impulso y me soltaron.

Hacía mucho tiempo que no me sentía tan libre, me sentía un pájaro. El viento en la cara, mi cuerpo parecía que no pesaba, abrí los brazos y la libertad se expandía por todo mi cuerpo. Estaba tan feliz, y esto era una cosa sencilla, que duraba un minuto como mucho, no más, y me sentía extremadamente feliz.

La mente en blanco, ningún problema presente, nadie me pedía nada, y no sentía la necesidad de hacer algo. Estaba completamente en paz, tranquila. Y no me importaba que este momento se iba a terminar en menos de diez segundos, lo estaba disfrutando demasiado. Por suerte el clima estaba así, casi oscuro el cielo, nubes y nubes negras, mucho viento y olor a lluvia.

Llegué hasta el otro y creo que parecía demasiado en paz porque Giselle me miró y se rió fuerte.

-¿Te sentís bien? – preguntó.

-Sí, hace mucho tiempo no estaba tan bien.

-Se nota, parece que saliste de una clase de yoga – dijo ella.

-¿Fuiste a una clase de yoga alguna vez? –pregunté, por su opinión.

-No, pero supongo que esa debe ser la cara después de una clase de yoga – dijo, levantando el hombro y poniendo esa expresión de: “que se yo”, que todos usamos.

***

Ya había guardado todas mis cosas y no podía parar de pensar, y las chicas se habían dormido. Me miré al espejo, estaba demacrada, y quemada. El sol había hecho que mi cara parezca un tomate, agarré una de las cremas relajantes de Gi, me la puse sobre la zona quemada, ósea toda la cara y hombros y salí de la habitación.

Fui a la playa, hacía un poco de frío pero igual me saque las zapatillas y camine descalza sobre la arena, todavía no había empezado a llover, pero podía ser en cualquier momento. La brisa era bastante relajante para mi cabeza y el sonido del mar, hacía que me calmara un poco. Casi temblaba de los nervios, me sentía enferma. Una mano me toco el hombro, lo sentí directo en la piel, porque el saco se me había caído de un lado.

-¿Qué haces a esta hora sola acá? – preguntó Ian. Yo no entendía como no podía aceptar que no quería hablarle.

-Pienso.

-Hace frío – dijo y yo levanté el hombro en señal de: no me importa – te vas a enfermar – otra vez levanté el hombro.

-¿No entendés que no quiero?

-Ya sé, no queres hablar, pero dejame explicarte.

-No, no quiero esto más, no quiero escucharte, que me enrosques y siempre salgas ganando vos. No quiero más esto. No me lo merezco, no quiero esto nunca más.

-¿Qué es esto? – preguntó, no lo aguantaba.

-Esto, que nos vemos a veces, nos acostamos estamos bien tres días y nos peleamos o vos te vas con tu novia. No quiero más esto, estuve así toda mi vida, estoy harta que me usen – estaba llorando. Empezó a llover.

-No te uso, sabes que te quiero.

-¡No mientas más! ¡Callate! Te odio – grité.

-No queres más esto, listo. No nos vemos más, no nos hablamos más. Se terminó todo – no podía creer que él se enoje.

-Si yo hiciera lo que vos haces conmigo, dirías que soy una puta, me odiarías, asique no, no quiero más nada con vos – esto me dolía más a mí que a él, pero después me di cuenta que a él no le dolía. Me di media vuelta y me fui.

DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora