Capitulo 10: Viaje II

10 1 0
                                    

La vista general no era mejor que la mía, todos agarrándose entre todos para no caerse, desmayarse, vomitar o dormirse. Como Lara que estaba prácticamente dormida en el brazo de Giselle, ella no estaba mejor que nosotras, pero era la menos “peor” por así decirlo.

Todavía me sentía mal.

Giré mi cabeza porque el sol me estaba dejando casi ciega, cuando vi a Galo con Gin. Abrazados. Gin le sonreía, Galo le deba un beso. Estaban juntos, era más que obvio ¿por qué no nos habían contado nada? Di vuelta la cabeza aunque el sol me daba directo en la cara para contarle a Gi.

-Tu hermana esta con Galo.

-¿Dónde? – preguntó y le señalé.

Su cara buscando hasta que la encontró y su expresión pasó a una bastante sorprendida.

-Te juro que si podría caminar normalmente, iría y le gritaría – dijo Gi.

-Si yo pudiera moverme, normalmente, te ayudaría – respondí.

-Gracias amiga, yo sé que puedo contar con vos – habló Gi.

-Si yo pudiera… también las ayudaría – trató de hablar Lara.

-Está bien Lari, sé que puedo contar con vos también. Tengo aspirinas por suerte – contestó Giselle.

***

Primera actividad: cabalgata. Ya me podía ver tirada en el piso, pero le iba a poner voluntad. Por suerte el día ayudaba, estaba soleado, no había ni una nube.

Lara sorpresivamente se había despertado y parecía sentirse bien. Estábamos hablando de lo que nos acordábamos de ayer cuando Giselle gritó.

-¡Gin, vení acá!

-¿Qué pasa? – preguntó ella.

-¿Cómo no nos contaste lo de Galo? – preguntó Gi.

-Si, somos tus amigas, bueno yo, ella es tu hermana.

-Yo recién entré al grupo – respondió Lara y me dio gracias que se haya referido a nosotras como un grupo.

-No tuve tiempo, estuve haciendo cosas.

-Sí, cosas con Galo – respondió Giselle.

-¡Todos a los caballos! –gritó uno de los profesores.

***

No fue tan difícil como pensé, además me había tomado una aspirina y lo había hecho más llevadero. Uno de los hombres que cuidaban los caballos me ayudó. Al lado mío venía Priscila que parecía que había hecho equitación toda su vida y me miraba con sonrisa sobradora. Obviamente atrás de ella estaba Chloé, para no perder la costumbre.

***

 Nos dejaron tiempo libre entonces nos fuimos con Lara, Gin y Giselle debajo de un árbol gigante en el medio del predio. El sol nos daba me la cara, pero ya no me molestaba tanto. Lo vi a Galo a lo lejos con uno de los amigos de Ian, a propósito no lo había visto en todo el día. Y necesitaba verlo, necesitaba que habláramos. Porque no me acordaba mucho de ayer a la noche pero si, de que me dijo que me quería.

Y seguro el no iba a querer hablar, o ni se acordaba pero yo sí y a alguien se lo tenía que decir, asique miré a las chicas, no estaban todas hablando de los mismo. Pero lo dije, así de repente.

-Ian me dijo que me quería – lo solté.

Giselle escupió lo que estaba tomando, Lara parecía más despierta que nunca, y Gin parecía que había visto a un fantasma.

-¿Y qué le dijiste vos? – pregunto Gin, preocupada.

-Le dije: yo también – y en ese momento me di cuenta de mi error. Nunca tendría que haber dicho eso.

Me paré y empecé a correr.

-¿A dónde vas? – escuché a Giselle a lo lejos.

-A arreglar esto.

Corrí y corrí, aunque todavía no sé de donde saque la fuerza hasta que me di cuenta que no sabía cuál era la habitación de Ian, por suerte me encontré a Salvador en el mitad de camino, no parecía que estaba muy bien pero no tenía tiempo de quedarme con él ahora. Me guió hasta la habitación y seguí corriendo.

Cuando llegué abrí la puerta fuerte, estaba cansadísima, no sabía de dónde había sacado fuerzas para correr hasta acá y empecé a sentir dolor de piernas por el caballo. Nunca pensé que andar a caballo era tan doloroso. Pero cuando entré no encontré lo que esperaba, yo esperaba verlo durmiendo o tirado en su cama un poco perdido.

Pero lo que vi, me rompió en dos, una parte de mi alma se oscurecía más, todas las partes sanadas parecían rotas de nuevo, cada vez más rota, más quebrada. Mi corazón cada vez más lastimado y agujereado. ¿Cómo me podía pasar esto? Quería llorar, tenía muchas ganas de sacarme el nudo de la garganta.

Es como que cada vez que estaba feliz, algo pasaba, algo me destruía la felicidad que había formado, era como un aviso: “no, no, vos no podes ser feliz” y odiaba pensar eso, porque era muy pesimista pero no lo podía controlar. Mi mamá me había enseñado a ser optimista a pesar de todo lo que nos pasaba. Pero a veces no podía ser fuerte, porque sentía que la vida me había pasado por encima.

Y quería hacerme una bolita y llorar en un rincón, y que nadie me diga nada, que no tenga que hacerme cargo de nada. Que me digan: “vos sos chica todavía, no pasa nada. Yo lo hago, un adulto” y no era porque mi mamá no la haya hecho, pero a veces necesitaba que lo haga más veces, aunque era imposible para nosotras.

Priscila estaba casi desnuda encima de él, y él me miró casi con culpa, pero no me debía nada porque no éramos nada, me había dicho que me quería, si. Pero no fue con sentimiento como pensé, entonces salí corriendo.

Y él me siguió, pero yo corrí y corrí.

-¡Pará! Por favor, no es lo que parece.

-No hay mucho para imaginar. No me hables, nunca más en tu vida.

Y me quedé hecha un bollito en piso haciendo lo que tenía ganas, llorar y sacar todo afuera. Una mano me acarició el pelo. Era Giselle.

-Tranquila, cuando estés bien hablamos. Estamos acá para vos – las vi a todas, no estaba sola, mis amigas estaban conmigo. 

DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora