Ha pasado poco más de un mes.
Erick ya es más grande y puede valerse por sí mismo, ya no me necesita.
Llevo varios días pensando que deberíamos separarnos pronto, pero no encuentro el modo de decirle.
—Miau —maulla acercándose —Tengo hambre —completa con un puchero en sus labios tomando su forma humana.
¡Eso es!
La misma idea de siempre vuelve a retumbar en mi cabeza, solo necesitaba una excusa.
—En seguida iré por comida —le indico fingiendo sonreír.
—Miau —vuelve a llorar caminando hacia la salida.
—Quédate hoy, Erick —le pido amablemente y sé su respuesta cuando me da la espalda —Hace mucho frío y no voy a discutir contigo.
Me mira con un poco de desconfianza pero camina de todos modos hasta la cama improvisada donde duerme.
Le doy una última mirada antes de salir de nuestra cueva. Voy a extrañar mucho a ese gatito pero siempre he sido un lobo solitario.
Camino por la nieve lentamente, sin rumbo. No sé dónde iré y el frío es cada vez peor.
Espero que Erick tenga mejor suerte de la que yo he tenido en toda mi vida. Espero que encuentre a alguien que lo proteja de todo o simplemente aprenda a vivir solo.
Mis patas no pueden dar un paso más por las largas horas que llevo caminando en este frío helado, así que descanso cerca del escondite de los pingüinos y el sueño me invade.
Cuando despierto aún parece ser de noche por la nieblina que se esparce por el lugar.
Me levanto a penas y pienso en él sin querer. No le gustan los días oscuros como este, entonces suele mantenerse a mi lado el resto del día.
Continuo mi camino aunque este no tenga rumbo y parece que lo escucho llorar.
—¿Erick? —lo llamo y no se escucha nada más. Entonces el miedo me invade —¡Erick! —grito esta vez pero tampoco obtengo respuesta.
Mi mente está jugando conmigo.
Soy un monstruo porque abandoné a su suerte a un pequeño gatito, todo por complacer mi patético ego.
—Erick... —a penas puedo murmurar en un hilo de voz —¿Qué he hecho?
Tomo conciencia cuando parece ser demasiado tarde.
Llevo bastantes horas caminando, no sé cómo volver, la nieve parece igual en cada lugar.
Miro a mi alrededor buscando alguna idea y me parece verlo a lo lejos.
¿Acaso estoy alucinando?
De todos modos camino más rápido, casi corro, hasta llegar a él.
Y cuando sus ojos llorosos se conectan con los míos, sé que es real.
No puedo creer que mis patas me trajeran de vuelta a casa.
—¡J-joel! —a penas puede pronunciar entre su llanto —¿Por qué tardaste tanto?
Erick, creo que debemos separarnos... —eso quiero decirle pero no lo hago, solo lo atraigo hacia mí.
—¿Qué estabas haciendo afuera? —le cuestionó cuando ya estamos dentro de nuestra cueva.
—Quise ir más lejos a buscarte, pero no pude.
—Sabes que no debes salir solo.
—Tenia miedo —dice y sus ojos se vuelven a cristalizar —Ya sea afuera o adentro no importaba, de todos modos iba a morir si no volvías.
—No digas eso —lo regaño —Aún si no estoy debes sobrevivir por ti mismo.
—¡No lo haré! —suelta formando un puchero —El día que te mueras, Joel, voy a morir también.
Quiero regañarlo nuevamente por hablar tan a la ligera sobre la muerte, pero no lo hago, solo lo abrazo más fuerte.
—Vamos a estar juntos siempre, así que no mueras antes de que vuelva.
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Gatito ||Joerick||
Kısa HikayeJoel siempre ha sido un lobo solitario, hasta que un día despierta y encuentra a una bola de pelos dormida sobre él. No sé aceptan copias, adaptaciones ni homofóbicos.