i am broken

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Y así pasaron las semanas, Jade y Perrie se juntaban al menos tres días a la semana en el bosque. Se hicieron muy cercanas después de todo.

Cuando Jade estaba con Perrie, era esa niña feliz que siempre estaba riendo y haciendo bromas. Pero al llegar a su casa todo cambiaba.

Cada vez que ponía un pie en su casa, la realidad la golpeaba. De inmediato se volvía la chica triste que apenas habla y que además se encierra en su habitación por varias horas seguidas, con suerte sale para comer algo.

A James y a Norma les dolía ver como su hija se aislaba de todo y de todos. La veían salir algunas tardes, pero no sabían a donde iba o con quien iba. Ya no podían más con la preocupación, así que decidieron tener una seria conversación con su hija.

- Jade, baja por favor - gritó Norma desde la planta baja.

Como era de esperarse, no obtuvo respuestas por parte de la morena.

- Jade Amelia Thirlwall Badwi, ven aquí en este mismo instante - gritó esta vez James con su voz gruesa y firme.

- Ya voy - respondió Jade sin ánimos de salir de su habitación. Pero aún así tenía que hacerlo.

Bajó las escaleras perezosamente y se adentró en el living de la casa. Sus padres estaban sentados en el gran sofá, y frente a ellos había una silla.

- Por favor siéntate. Necesitamos hablar - dijo su padre tratando de sonar firme y algo intimidante.

Jade, por su parte, no dijo nada, solo se sentó y se quedó observando sus manos. No sabía de que querían hablar sus padres con ella, y eso la tenía nerviosa.

- ¿Qué ocurre? - murmuró la joven en un tono a penas audible.

- Lo mismo nos preguntamos nosotros ¿que te ocurre? - James dejó su tono "amenazante" de lado, y lo reemplazo por uno paternal - Últimamente estas muy rara... Te desapareces casi todas las tardes y cuando llegas a casa nisiquera nos diriges la palabra ¿que está pasandote hija?

La joven morena levantó un poco la vista, y al ver a su padre tan triste se empezó a sentir culpable. Luego miró a su madre, esta se veía muy cansada. Unas enormes ojeras reposaban bajo esos ojos castaños que solían irradiar felicidad. También se sintió culpable por eso.

- Y-yo... - Jade no sabía que responder. Tenía ganas de llorar y decirle a sus padres como se estaba sintiendo en ese momento. Quería decirles que tenía miedo de perder a otra persona importante en su vida, quería decirles que se sentía rota por dentro, que lloraba todas las noches en silencio, quería decirles tantas cosas, pero si lo hacía los preocuparía demasiado, y eso es lo último que Jade quiere.

- Por favor cariño, di algo - suplicaba su madre ya con lágrimas en los ojos.

- No sé que decir - dijo finalmente la joven castaña - Lamento desaparecer en las tardes, pero a veces necesito un respiro de la realidad ¿Saben?

- Lo lamentamos ¿si? Sabemos que esto no está siendo fácil para ti - dijo Norma tratando de parar su llanto, pero se le era imposible.

- Claro que no lo saben - respondió Jade bruscamente - Tengo solo diez años y ya se lo que es sentirse deprimida la mayor parte del tiempo. Llevo días sin comer, hay un enorme nudo en mi garganta que me impide hacerlo. Siento que todo se está desmoronando a mi al rededor. Ya perdí a Karl, y ahora te perderé a ti. Tengo miedo de quedar sola ¿okay? - Cuando terminó de decir esas palabras sintió que se sacó un gran peso de encima. Al fin lo había dicho, les había dicho la verdad. 

- Siento hacerte pasar por esto mi pequeña - se disculpó la mujer mayor acariciando la mano de su pequeña hija.

- Mamá, no sé cuanto tiempo te queda, pero no me gusta ver como cada día te pones más y más débil - admitió Jade a punto de llorar.

- Lo sabemos hija, pero no es necesario que nos alejes de tu lado... - dijo James conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir.

- Quiero pasar mis últimos días con mi hija ¿si? - pidió Norma - Y no quiero que sea deprimente. Debes recordar que siempre estaré contigo pequeña.

Todo el lugar quedó en silencio, lo único que se escuchaba era el llanto de Norma y la respiración pesada de la joven Thirlwall.

Luego de unos minutos Jade decidió romper el silencio.

- Lamentó haber actuado así - se disculpó la pequeña castaña.

No pudo decir nada más ya que su propio llanto la interrumpió. Sus padres se acercaron a ella y la abrazaron. Los tres lloraron esa noche, lloraron como nunca antes, y eso de alguna forma hizo que se sintieran mejor.

******

Los meses pasaban y Jade ya estaba asumiendo la realidad. Su madre se iría, aunque le doliera decirlo, era verdad, pero trataba de no pensar mucho en eso y disfrutar cada segundo junto a la mujer que más admiraba en este mundo.

Dejó de ir al bosque ya que no quería dejar a su madre sola, temía que se fuera mientras ella no estaba en casa.

Realmente extrañaba pasar tiempo con Perrie, pero tenía que estar en su hogar por cualquier cosa.

******

Tres años después

La nieve adornaba las calles de South Shields. Era el último mes del año, y se podía sentir el espíritu navideño por parte de los pueblerinos.

Era el tercer cumpleaños que Jade pasaría sin su madre, y eso la tenía un poco triste. Pero aun así tenía una sonrisa en el rostro, tenía que fingir que todo estaba bien.

Su padre le había organizado una pequeña reunión familiar, ya que la morena no tenía amigos. La mayoría de su familia estaba ahí. Sus tíos maternos y paternos. Sus primos pequeños y sus primos un poco mayores que ella.

- Jade, vamos a jugar - insistía el pequeño Connor, uno de sus primos pequeños. Este tenía un hermano gemelo llamado Mason. Ambos agarraban a Jade de los brazos mientras la guiaban al patio trasero de la casa.

Jade en realidad no tenía ganas de jugar, pero no podía decirle que no a esas caritas regordetas.

Empezaron jugando "pato/ganzo", pero después de un rato el juego empezó a ser aburrido, ya que Jade siempre era el ganzo y atrapaba fácilmente a los pequeños.

- Esto es aburrido - se quejó Megan, otra de sus primas pequeñas.

- ¿Qué les parece si jugamos al escondite? - propuso Jade mirando a todos los pequeños. A estos se les iluminó el rostro y gritaron un 'sí' lleno de entusiasmo - Bien... Bella, tu empiezas a contar - ordenó apuntando a la niñita castaña frente a ella. Esta asintió frenéticamente y fue corriendo a un árbol para empezar a contar.

En el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora