girlfriends

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Ya llevaban una semana siendo "amigas con beneficios" y Jade estaba empezando a aburrirse de esa situación.

La rubia siempre pasaba por ella a su casa y se iban juntas al instituto. Caminaban de la mano y se robaban besos, pero aún no eran nada oficial.
Todos sus amigos sabían que las dos chicas tenían una especie relación, pero era complicado.

- Hey Pezz - llamó Michelle, pero no hubo reacción por parte de la ojiazul- Tierra llamando a Edwards - la rubia seguía sin reaccionar - ¡Perrie! - gritó finalmente obteniendo la atención de la chica.

- ¿Q-que pasó?- preguntó Perrie saliendo de su pequeño trance.

Michelle, Emily y Perrie se encontraban
sentadas bajo la sombra de un arbol en
el patio trasero del instituto. Se supone que deberían estar en clases de artes pero prefirieron escabullirse para pasar la tarde juntas.

Estaban hablando de temas al azar, pero la rubia parecía no estar del todo atenta a la conversación.

- ¿Estás bien? Te noto muy distraída - preguntó Emily mirando a su rubia amiga con preocupación.

- Creo que Jade está enfadada - dijo Perrie mientras jugaba con el césped del suelo.

- ¿Por qué lo dices? - preguntó esta vez Michelle.

- Hoy cuando la fui a buscar a su casa se portó distante conmigo, ni siquiera me dejó besarla - exclamó la ojiazul con tristeza.

Las dos chicas se miraron entre sí y luego le dieron una cálida sonrisa a su rubia amiga. Ellas ya sabían lo que le ocurría a Jade, pues el día anterior tuvieron una larga charla de chicas con la pequeña morena.

- Lo que sucede es que... - la distraida de Emily estaba apunto de explicarle, pero fue interrumpida por un fuerte golpe en su antebrazo - Maldita sea Michelle, eso dolió - se quejó mientras sobaba la zona que recibió el duro impacto.

- Lo siento, aveces no mido mi fuerza - se disculpó Michelle pero no le dio mayor importancia - Creo que deberías hablar con ella - aconsejó mirando a la rubia abatida frente a ella.

Perrie no contestó, solo asintió con la cabeza y sonrió débilmente.

Las horas pasaron, la jornada de estudio acabó y todos los estudiantes se dirigían a sus hogares, excepto Perrie, que se dispuso a esperar hasta que Jade saliera para poder hablar tranquilamente con ella.

Estuvo alrededor de quince minutos parada junto a las enormes puertas del instituto hasta que al fin la vio salir.

- ¿Perrie? - preguntó Jade apenas vio a su rubia amiga ahí parada - ¿Que haces aquí? Creí que ya habías regresado a tu casa - murmuró mirando sus zapatillas.

- Emmh... Bueno, quería irme contigo - respondió Perrie rascando la parte de atrás de su cuello - Necesitamos hablar - sentenció un poco más segura de sus palabras. La morena simplemente asintió con su cabeza sin apartar la mirada del suelo.

Empezaron a caminar en silencio pues la rubia no sabía como empezar a hablar. Sentía que había hecho algo malo y por eso Jade estaba tan distante, el problema es que no sabía que había hecho para merecer ese trato por parte de su amiga. No quería meter la pata y arruinar lo que tenían. Aunque para ser honesta, ella nisiquera sabía que era lo que tenían.

Seguían siendo amigas, pero las amigas no actúan como ellas lo hacen, las amigas no andan por ahí robandose besos en la boca. Entonces algo se encendió en la cabeza de Perrie. Talvez Jade tiene problemas con el tipo de relación que llevan, talvez Jade quiere hacer todo esto oficial.

- ¿De que querías hablar?- preguntó la castaña al ver que su amiga no tenía intenciones de comenzar una conversación.

- ¿Podemos ir al bosque? - preguntó la rubia con un poco se inseguridad - Necesito decirte algo enserio importante.

Jade asintió levemente con la cabeza y siguieron su camino.

Luego de unos minutos al fin llegaron a su destino: el bosque en el que se conocieron cuando eran niñas.

Caminaron hasta llegar a un pequeño río con varios árboles a su alrededor. La morena sentía que ya había visto este lugar antes, pero no sabía dónde ni cuándo. Por otro lado, la rubia sabía perfectamente dónde se encontraban, pues solía tomar fotografías de ese hermoso río y los enormes árboles que lo rodeaban.

Jade miraba a su alrededor con los ojos llenos de emoción, en cambio Perrie no podía apartar su mirada de la hermosa castaña que estaba junto a ella.

Luego de lo que pareció una eternidad, la ojiazul al fin decidió hablar.

- Jade yo... La verdad no sé como empezar - movió sus manos nerviosamente mientras sentía la penetrante mirada de su amiga sobre ella - Esta última semana ha sido la mejor de mi vida. Al fin tuve el valor de decir lo mucho que te amo y no sabes lo feliz que me hace el hecho de que tú sientas lo mismo por mí. Estoy jodidamente enamorada de ti y necesito que seas mía por completo - se detuvo un momento para poder respirar y seguir hablando - Lo que intento decir es... Jade Thirlwall ¿quieres ser mi novia?

Los ojos de la morena se abrieron con sorpresa y no pudo reaccionar de inmediato. La rubia al no obtener reacción por parte de Jade, se empezó a sentir aún más nerviosa y asustada.

- Está bien si no quieres. Talvez es muy apresurado. Mierda, si lo és, pero enserio pensé que querías que yo... - la rubia estaba empezando a divagar, pero gracias al cielo Jade se lanzó a sus brazos para detenerla.

- Claro que quiero ser tu novia tontita - exclamó la morena besando los suaves labios de su novia.

- No te haces una idea de lo mucho que te amo - susurró Perrie sobre los labios de su novia.

- Te amo, te amo, te amo - decía con emoción mientras repartía dulces besos por el pálido rostro de la ojiazul.

Estuvieron bastantes horas a la orilla de ese estrecho río, ambas encantadas con el calor que emanaba el cuerpo de la otra. Pero lamentablemente el atardecer llegó advirtiéndoles que ya era hora de volver.

La morena le suplicó a Perrie para que fuera a su casa y se quedara ahí por la noche, asegurándole que su padre no estaba y que tendrían la casa para ellas solas. La rubia aceptó ante la insistencia de Jade, después de todo le encantaba pasar tiempo con su chica de ojos color chocolate.

Ya en la casa de la castaña, vieron algunas películas mientras se repartían besos y caricias. La felicidad no cabía en el cuerpo de ambas. Al fin se sentían completas.

En el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora