Estaban en el comedor del restaurante cuando escucharon la voz. Con un timbre oscuro, un leve acento, como miel. Al instante Andrea volvió la cabeza, respondiendo a un llamado demasiado profundo. Sus ojos se abrieron por el impacto, cada uno de sus nervios se tensó. La sangre le golpeó los tímpanos y su mano tembló al colocar la copa de vino sobre la mesa.
Niall. Oh, dios... Niall. Su perfil, vibrante y dorado, semejante al de un gitano, se recortaba contra la luz que entraba a raudales por la ventana. Una mano bronceada se movía para ilustrar un punto a sus dos compañeros. El terrible impulso de contemplarlo resultaba incontrolable.
La brillante cabeza se movió apenas. La miró directo a los ojos. Sin expresión. Sin reaccionar. Los ojos dorados le quemaban el corazón, igual que una llama. Cesó su habilidad de respirar. Se quedó inmóvil mientras cada sentido que poseía le gritaba que se pusiera de pie y corriera... Y que siguiera corriendo hasta dejar atrás esa amenaza. Por un momento, su pose la abandonó. Por un momento olvidó que con seguridad no la reconocería. Por un momento la paralizó el miedo.
Niall rompió el lazo de la mirada. Señaló con una mano a uno de sus compañeros, que de inmediato se levantó de su asiento con la velocidad de un lacayo bien entrenado, inclinando la cerviz ante la voz del amo.
-te trastorné – murmuró tomas -. Debí callarme.
La joven bajó las pestañas, como una cortina. El ruido de la cuchillería y el sonido de las voces llegó a sus oídos de nuevo. Algo no había cambiado, reconoció, atontada. Cuando Niall la miraba, nada ni nadie en el mundo era capaz de atraer su atención. La transpiración le mojaba el labio superior. Niall se encontraba a menos de cinco metros. Dicen que cuando vas a ahogarte, toda tu vida se muestra ante tus ojos, pensó. Oh, se le antojaba el escondite de un lago.
-Andrea...
-me duele la cabeza – mintió, enfocando al hombre con el que comía.- si me perdonas, pediré una aspirina.
Se levantó, apoyándose en rodillas de gelatina, agradecida hasta morir de que no tuviera que pasar frente a la mesa de Niall. Aun así, salir del comedor le pareció igual que caminar por una cuerda sobre un mar infestado de tiburones. Una parte irracional de su ser esperaba que una mano cayera sobre su hombro en cualquier momento. Sintiéndose enferma, escapó al baño más cercano.
Se secó las manos y se tocó el anillo de oro del anular. El regalo de julia, la invención de julia. Todos menos Estefany, pensaban que era viuda. Julia dijo esa mentira aun antes de que Andrea dejara el hospital. Y ella no podía desmentirla.
De cualquier modo, le molestaba pasar como alguien que no era, aunque comprendía que sin la historia respetable que julia inventara, no la habrían aceptado en la comunidad de la misma manera.
Su estómago todavía se contraía. Cálmate, respira. ¿por qué cedes al pánico? Con niall en las cercanías, el pánico tenía razón de ser, razonó, afiebrada. Niall era imprevisible. Actuaba sin conciencia. Sin embargo, no podía permanecer allí para siempre.
-creo que habrá tormenta – le dijo a tomas a su regreso, sin ver a ningún lado -. Casi siempre me duele la cabeza cuando va a llover.
Habló sin cesar mientras comían. Si a tomas lo agobiaba un poco su parloteo, por lo menos no notó que su apetito hubiera desaparecido. Niall la observaba. Lo sabía. Sentía sus pupilas clavadas en ella. Y no podía soportarlo. Le parecía una tortura china. Incesante, destructiva. La rabia empezó a dominar sus nervios.
Niall no había sufrido en lo más mínimo. Juzgaba en contra de las leyes de la naturaleza que permaneciera intacto después de las heridas que le infligió. No existía justicia en el mundo, pues Niall continuaba floreciendo como una planta depredadora tropical.
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Mas Alla Del Perdon - Niall Horan Terminada
DragosteHacía cinco años, Andrea se enamoró de tal grado del implacable Niall Horan, que descartó sus principios para volverse su amante. Pero la pasión de ese hombre nunca se convirtió en amor y, más adelante, incapaz de permanecer en esa jaula de oro, lo...