3 - Hiss Painful

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Sabes que tu día será malo tirando a fatal cuando lo primero que haces es informar a McGonagall que tus libros fueron masacrados. No le importaba realmente porque podía arreglarse con un simple ‹Reparo› o bien comprar unos nuevos -quien sufriría un infarto es Hermione si llegaba a ver el estado en que fueron destruidos-. Sin embargo, la jefa de su casa había sido mortalmente clara.

Infórmame de cada ataque que recibas.

Consideraba que lo más acertado en esa situación era decirlo, sin capacidad de morder, arañar o embestir a nadie no quedaban más recurso y antes muerto que dejarse pisotear por un don nadie que no comprende que es tan humano como el. Como pensó, la subdirectora arregló sus libros y pudo encontrar la firma mágica de quien lo hizo, siendo niños seguían expulsando magia sin querer, más aun si tenían adrenalina a flor de piel.

Una vez seguro de que no iba a pasarse por alto tomó rumbo a su sala común de nuevo. Es un bello sábado que quiere gastar corriendo en el bosque prohibido o a la orilla del lago, aprovechando que la nieve aun no llega. Tocó el diario que ocupaba un bolsillo de su túnica, menos mal que dormía con este bajo la almohada, no podía imaginarse que hubieran destruido a Tom también.

Posiblemente con eso no le importaría matar a nadie... quién sabe, su mente, alma y cuerpo últimamente iban por caminos separados, casi ajenos unos a los otros.

—Harry, Harry Harryharry. —fue abordado de manera brusca y espeluznante por los gemelos Weasley.

—Después de tu cumpleaños nos vino una avalancha de idea que Fred y yo no nos explicamos. —comienza a relatar uno de ellos.

—en la cual pensamos... ¿Por qué no continuar con más ideas y dedicarnos a ello? —Harry ladeó la cabeza, confuso—. Escucha, desde pequeños hemos podido ir bien en crear pócimas para colocarlas en dulces. La idea de las pastillas vomitivas nació ahí, Percy fue conejillo de indias.

— ¿Entonces...?

—Hemos logrado pastillas para dolor de cabeza, chicles brota granos y un montón de dulces más que hicieron darnos cuenta de una cosa. Si tanto lo compra la gente y más importante, tenemos ideas en mente ¿Por qué no aprovecharlo y hacerlo más grande?

—Mucho, mucho más grande.

— ¿Hacerlo una marca? —lanzó aquella flecha a falta de una mejor metáfora a lo que entendía pretenden hacer los gemelos.

—Así es. —respondieron en coro.

—El problema es que no tenemos mucho con que experimentar y a Mamá la idea le causa tal repulsión que botó todo lo que hicimos. —comenta George en un suspiro casi angustiado.

—Por lo que queríamos saber si serías tan amable de prestarnos ese Sótano de tu casa que no usan mientras conseguimos un lugar nuevo donde nuestra madre no pueda arruinarlo. —Harry acabó pensativo.

Realmente no pedían nada extremo y no le costaba imaginar al par trabajando de eso que tanto les gusta, en una tienda grande y llena de gente que busca sus productos para hacer bromas o bien saltarse las clases. El problema es que no podía decidir del todo, era su casa claro, pero lo es más de su padre. Tendría que pedir permiso y dar algunas lágrimas de cocodrilo para que acepte.

—Voy a preguntar, aunque dudo mucho que mi papá se niegue. Saben cómo es. —la emoción y agradecimiento brillo en las miradas idénticas no tuvo igual. Un abrazo de oso lo dejó sin aire.

Con cierta alegría por poder ser de ayuda para sus amigos subió al dormitorio con la tranquilidad marcando sus facciones. Dejó caer los libros que llevaba en las manos cuando un olor demasiado familiar llegó a su nariz. Camino con lentitud hacia su cama, siendo observado por sus compañeros de habitación, tres de ellos con una malicia desmedida y uno con pena, ansioso por decir algo.

Moon Howling || Tomrry/HarryMortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora