Capítulo 11: Aparece el Octavo Campione

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Minutos antes de que Dionora se encontrará con Hermes, Ren y Lisa fueron a la costa de la isla de Ítaca para rentar un bote. No hubo demasiados problemas para alquilar uno para que ellos dos solos viajarán. Con el dinero suficiente, uno incluso podría comprarlo. Cuando estaban a punto de partir se escucharon unos gritos.

Mujer desconocida 1: - ¡Ayuda! ¡Un ladrón se robó mi bolso! - Una mujer gritó con todas sus fuerzas para que alguien detenga al ladrón.

Mujer desconocida 2: - ¡Ladrón! ¡Quien sea deténgalo! - Otra mujer gritó, víctima de otro robo.

¡Uuuuh uuuuh! El sonido de una alarma sonó repentinamente. Se podía observar que unos hombres salían apresuradamente de un negocio con enormes bolsas en sus manos.

Lisa: - ¿Por qué hay tanto caos repentinamente? -

Ren: - Puede que sea la calamidad traída por Hermes. Si es así, entonces él debería aparecer pronto. -

Lisa: - ¡La Señorita está en peligro! -

Ren: - Sí. ¡Ehh! Él ya está aquí. - Con una seria expresión en su cara comentó.

Ren, al regresar de su viaje a Bolivia, se volvió más sensible a los cambios mágicos en el ambiente. Él sintió una enorme cantidad de poder mágico, mucho más que cuando apareció la bestia divina, proveniente de una isla cercana.

Ren: (Espero llegar a tiempo. Aguanta Dionora, estoy en camino.)

Ren: - Lisa, escucha. Dionora puede estar en peligro, así que me adelantaré. Lleva el bote hacia la isla, pero ten mucho cuidado cuando te acerques. - Sin esperar la respuesta de Lisa, se concentró y empezó a emitir un inmenso poder mágico o también llamado poder divino porque el nivel de este poder mágico excedía al de los simples mortales y magos, y entraba en la categoría de los dioses.

Mientras tanto, en la isla donde Dionora se encontró a Hermes.

Dionora: - Le ruego humildemente que detenga sus acciones. Las vidas de millones de personas están en riesgo. - Todos los planes y estrategias que tenía en su mente, se esfumaron como si nada. En este momento era imposible oponerse a Hermes, tan solo podía rogar humildemente.

Hermes: - ¿Un humano se atreve a interponerse en el camino de esta deidad? Deberé castigarte por tu insolencia. -

Levantó su mano lentamente para invocar su famoso caduceo. Su poder divino movió su caduceo en el aire sin necesidad de que Hermes lo sostenga físicamente. Apuntando su arma hacia la indefensa dama rubia, movió de nuevo su mano.

Ante tal ataque divino, Dionora pudo sentir una abrumadora magia saliendo del caduceo. Con una respiración entrecortada y sudor frío saliendo de su espalda, ella seguía temblando arrodillada.

Dionora: - Como es posible que nosotros los humanos podamos oponernos a los dioses. - Murmuró con una voz baja.

Cerró sus ojos azules mientras esperaba el ataque que terminaría con su vida. Dentro de su corazón, todavía no quería morir o, mejor dicho, no podía morir hasta cumplir su objetivo. Pero en una situación como esta, era imposible salir con vida. Pensó que, con su talento y habilidades, podría sobrevivir ante un dios hereje, pero la realidad fue completamente distinta. Ella fue demasiada ingenua. Ahora no hay forma de revertir tal destino final con sus propias fuerzas. Si alguien pudiera salvarla, no solo estaría enormemente agradecida, incluso podría servir a esa persona como su leal caballero, si fuese alguien poderoso y confiable.

Esperando su inminente destino, Dionora sintió otro abrumador poder mágico. Abrió sus ojos y no podía creer lo que veía. El ataque de Hermes falló o, mejor dicho, ella lo evitó. Ahora estaba siendo levantada en el aire y sostenida en los brazos de alguien más. Alzó su vista para ver el rostro del hombre que la salvó. Ella no podía creer quien era.

El Octavo CampioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora