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Me enamoré y te hice una promesa, aunque nunca me había dado cuenta
¿Cuánto significó para ti?

¦¦¦

JiMin envolvió el cuello del mayor, tomando un largo respiro y atrapando el aroma de la colonia de YoonGi.

Estar en casa le hacía sentir bien, menos atacado y menos vulnerable ante las miradas de pena y algunas otras más curiosas.

Nunca le molestó tener un poco de atención, porque incluso si no se veía a sí mismo como alguien atractivo, todavía podía sentirse un poco bien por su cabello bien arreglado y los labios que su madre le había heredado. Le encantaba la forma en que sus mejillas adquirían color cuando sonreía o cuando se tomaba un cumplido muy enserio.

Pero en esos momentos de la vida, no tenía nada de eso.

—¿Estas cansado? —YoonGi indagó. —Sube a dormir un poco, mientras cocino algo para ti.

Sus padres se habían tomado un respiro de todo y JiMin no los culpaba, pero en ocasiones se sentía como una carga. Con ellos fuera de casa, la mayoría de las cosas recaía sobre YoonGi, como cocinar porque él no sabía nada de aquello.

—Pero también estas cansado. —Pronunció, aún relajado entre los brazos y el olor de su novio.

—No tanto, anda, ve a descansar y yo haré lo demás.

JiMin se deshizo del abrazo, dibujando una sonrisa y asintiendo cuando YoonGi depositó un beso sobre sus labios.

No iba a insistir más, cuando resultaba obvio que YoonGi quería un poco de espacio.

Durante el regreso a casa, el chico se mantuvo demasiado callado, como si estuviese perdido entre sus pensamientos y esta vez no tuviese tiempo para él y sus cosas.

A JiMin no le molestaba que fuese así, porque entendía que YoonGi necesitaba de su propio espacio, sin la constante presión de un novio enfermo que requiere su tiempo y sus cuidados más de lo necesario.

JiMin era una carga y lo sabía, pero nunca logró comprender porque YoonGi se aferraba a esa carga, cuando tenía toda la vida por delante, junto a personas que podrían llenar el espacio que dejaría si eso le hacía más feliz y más vivo de lo que algunas veces se veía.

Subió las escaleras de dos en dos, con todos los pensamientos rompiendo su cabeza y con la punzada en el pecho al recordar los momentos vividos en la universidad de YoonGi y lo muy mal que encajaba junto al chico e incluso junto a sus amigos.

Ambos tenían un par de amigos en común, no todos y sólo los más allegados e incluso si no les había visto en un par de días, ellos se mantenian en contacto por teléfono, siempre pendientes de cualquier cosa que se pudiese presentar, haciéndole sentir tan afortunado con la vida por haber puesto a esas personas en su tormentoso camino.

Algunas veces, cuando las cosas se ponían feas y todo lo que deseaba era detener el dolor, JiMin se aferraba a su novio, a su pequeña familia y a sus amigos y entre todos, lograrían animarlo lo suficiente como para no bajar la cabeza y continuar luchando, día a día y respiro a respiro.

Era difícil, pero lo había logrado.

Frunció el entrecejo al recordar que debía tomar sus suplementos y que los había olvidado por salir de casa. YoonGi probablemente se volvería loco, pero podría tomarlos y arrastrarlo a la cama para dormir.

No pasaría nada si pedían comida a domicilio por una vez en la semana.

Trotó de regreso a la cocina, teniendo cuidado a la hora de bajar las escaleras y sintiéndose particularmente agitado por el ejercicio que implicaba, recordandole que había perdido toda su condición tras años sin hacerlo.

Abrió la boca, listo para llamar a YoonGi en el mismo momento en que captó el sonido de su voz dentro de la cocina.

JiMin frunció la nariz, empujando las manos hacia la pared de la misma y deteniéndose un segundo ante la conversación que YoonGi mantenía.

El chico lucia cansado, asintiendo y chasqueando la lengua en cada ocasión.

JiMin estaba seguro de que eran sus padres. Los señores Min no se habían tomado tan bien el hecho de que su único hijo se estancara en una relación con alguien que estaba más muerto que vivo, renunciando a la posibilidad de ser normal, de estudiar en otro país y de tener todos los viajes que los Min podrían pagar para su único hijo.

Ellos lo detestaban y JiMin también lo entendía, porque era terriblemente consciente de que llevaban mucha verdad y de que YoonGi merecía mucho más que solo vivir su juventud a lado de una persona que estaba limitada.

En un instante, la voz de YoonGi se volvió más fuerte.

—Ignora esa estupidez, sacalo de tu cabeza porque no sucedió y porque al menos yo no recuerdo una mierda de eso. —YoonGi medio gritó, suspirando profundamente.

JiMin escuchó el ruido seco del cuchillo de fondo.

—Casi, pero no. No significa nada y esta llamada es para repetir una vez más, que nada sucedió y que dejes de entrometerte en una mierda que es mía.

JiMin parpadeó, sintiéndose culpable por escuchar una conversación ajena. YoonGi le tenía confianza y si fuese algo malo, entonces le diría.

Se alejó de la cocina en puntitas, ignorando la sensación pesada y la pequeña indiferencia que YoonGi le estaba demostrando en mucho tiempo.

Beauté © YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora