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El más fuerte.

Un grupo de niños se agruparon en un estacionamiento, detrás de la enorme reja y debajo de aquella luz transmitida por el farol, miraban con mucha atención lo que estaba a punto de suceder. Un grupo de pandilleros, eran bastantes a decir verdad, estaban reunidos en ese estacionamiento, armados con palos, tablas con clavos al igual que sus bates, algunos bates eran de acero, y quien sabe, tal vez alguno o algunos de ellos tengan un arma blanca o de fuego.

Sus expresiones le decían todo, estaban impacientes y molestos, querían que esa persona por fin se presentase ante ellos, para así devolverle el mismo trato que le dio a sus compañeros.

Uno de los niños se ánimo a preguntar:

-¿A quién esperan? Se ven tan enojados, que hasta me asustan.

Su amigo le miró con el ceño fruncido para contestarle, pero antes de ellos trago saliva, él mismo ni quería decirlo, ya que la respuesta sonaría absurda. Pensar que esa pequeña muchedumbre está esperando a un solo chico, ¿lo creerías?, suena absurdo ¿no?, pues claro que lo es. Pero esa es la realidad.

Acomodó sus lentes, miró con esos ojos castaños suyos y grandes a su amigo, soltó un suspiro, no podía dejar a sus amigos con la incógnita.

-Solo miren.-se limitó a decir aquello, no quería verse como un tonto diciendo lo que en verdad pasara.

Eso sólo despertó más su ansiedad y curiosidad, los niños fruncieron el ceño y se mantuvieron atentos al grupo de delincuentes.

Pero la atención que tenían hacia esa banda se volvió nada al ver como desde la distancia una persona se acercaba. Haya en el otro extremo de la calle, caminado en medio de esta y con sus manos ocultas en la sudadera, una persona de media estatura caminaba pacientemente hacia ahí.

No sólo las miradas de los niños se posaron sobre este, los feroces ojos de aquellos que deseaban matar a alguien en ese instante, se voltiaron hacia él.

Aquella persona saltó la cerca, dejando así asombrados a los presentes con esa entrada, se mantuvo frente a ellos y aún con su rostro ocultó por la capucha pero no es necesario verle la cara, es obvio que ese es el invitado de esta noche.

Uno de los pandilleros se acercó, sostenía con fuerza una tabla, sus labios fruncidos y la expresión intimidante se detuvo frente a el recién llegado. Chasqueo sus labios, con la expresión en su rostro mostraba la falta de respeto y el desagrado que sentía hacia él.

-Con que tú fuiste el que atacó a el jefe Oba.-mencionó.

Recibió una sonrisa como respuesta, ese gesto le molesto, la sangre hirbio en su cuerpo y exagero más su expresión, volviéndome una mueca desagradable.

-¡¿Que es tan gracioso?!

Al terminar de exclamar esas palabras, golpeó con todas sus fuerzas la cabeza del contrario. El sonido que provocó fue entumecedor, hasta pensaron que ya debería estar muerto.

Pero el pandillero sabe que no es así.

Al volver su vista hacia su oponente, la capucha cayó por el impacto y se mostró la cara del joven, dejando al descubierto ese cabello negro y largo hasta el cuello, esos ojos negros como el abismo, acompañados de esa mirada afilada y apática. La sonrisa ya no estaba en sus labios, sólo facciones estáticas dibujando un rostro repleto de aburrimiento. Lo sorprendente fue también que no había sangre o algo que dejara ver el dolor que sentiría alguien después de recibir semejante golpe. Y es que esta persona en realidad no sintió ni una picazón.

La cara del granuja lo decía todo, estaba sorprendido, no sabía que estaba sucediendo y porque esa persona aún está en perfecta condiciones.

-Ren.-el muchacho de lentes miró.-Ese es tu amigo.

El menor volvió su vista al conflicto, sabía que era él, es obvio que es él. Ren es consciente de que su amigo es alguien que se mete en muchos problemas, pero nunca pensó que llegaría hasta este punto. Sus labios temblaron, al igual que sus manos.

-Ohma.

Los demás miraron a Ren, que se mantiene delante de todos observando. Ellos sacaron sus celulares para grabar, mientras comentaban impresionados lo sucedido.

En este instante, Ohma, esbozo una sonrisa burlona.

-Deberías ver tu cara.-dijo, se paro recto ante él.-Tu horrible cara.

De repente, sacó su mano derecha y golpeó con un upper cut al bandalo, la fuerza fue tal que su cuerpo se elevó, cayendo unos metros más atrás. Postrado en el suelo y en frente de sus amigos, ellos pudieron contemplar los resultados de ese puñetazo, la mandíbula torcida a un lado y los dientes hechos pedazos, la boca ahora era solo una fuente de sangre que se deslizaba por su roto y adolorido mentón.

Estaban tan horrizados que prefirieron dar un paso atrás, las caras de maliantes ahora se volvieron las de unos pequeños mirando su peor pesadilla; los niños estaban asombrados y extasiados por eso.

-¡Guau!, ¡cómo en las películas!

-¡Eso fue increíble!

-¡Ojalá yo dar un golpe así!

-Shh.-mando a callar Ren.-Silencio, sabrán que estamos aquí.

Ellos obedecieron, buscaron el mejor ángulo para grabar cada uno y se mantuvieron en silencio.

Ohma, abrió sus brazos y rió por lo bajo. La confianza que sentía era enorme, sabía que a comparación ellos no le llegan ni a los talones, que ni es necesario tomárselo enserio.

-¿Que sucede?, ¿acaso no fue a pelear que me llamaron aquí?-decía.-Que lastima, esto se ha vuelto aburrido.

La arrogancia y la burla de Ohma solo alimentaron el valor de los pandilleros. Uno de ellos tomó a su amigo y lo puso a un lado. El valor tomado de la mano con la ira fue lo que creció en ellos, ser subestimados de esa manera por un solo hombre es lo más humillante para ellos.

-¡Tenemos armas, no hay nada de que preocuparse!-vocifero.-¡Vamos!

Como si fuese un grito de guerra, todos ellos se abalanzaron contra Ohma, quien los esperaba ansioso, relamio sus labios y se mantuvo de brazos abiertos esperando por esos vándalos para comenzar a golpearse entre si.

Arreglo sus lentes, bebió un poco de la agua potable y observó la pelea, desde que vio la noticia en esa cafetería su interés despertó aún más por el muchacho protagonista de la paliza que recibían las vándalos esos.

Pero más que sólo mirar, lo examinaba, cada movimiento, cada golpe, cada defensa; miraba todo de Ohma, diciéndose a si mismo una opinión personal de ese joven busca pleitos.

Orochi doppo sonrió, suspiro risueño y seguio mirando el abuso cometido por Ohma.

-Estos niños de hoy en día.

Al cabo unos minutos, esa masacre repleta de golpes, sangre, huesos rotos, órganos maltratados y un sin fin de cosas más, se detuvo. La victoria era inminente, Ohma se mantenía de pie jadeando, sus enemigos inconscientes en el suelo sin mover ni un musculo. El pelinegro chasqueo sus labios.

-Banda de inútiles.-escupió.

Volvió a meter sus manos en su sudadera y se marchó por el mismo camino. Orochi miraba la figura del joven desaparecer en la oscuridad.

-Tokita Ohma.

Ashura. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora