Uno necesitaba un hacker y no creyó que la presencia de aquella joven de baja estatura y caracter peculiar aportaría más que códigos y seguridad al grupo, pero se equivocaba.
Ocho se convirtió en el corazón del equipo, ganándose el aprecio de todos...
Nota: los diálogos en negrita son dichos en español (recordar que los personajes hablan en inglés pero la rayis es latina)
°•°
—Gringos de mierda... ¿por qué no se meten su puto teleférico en el culo y dejan la selva en paz?—
La joven de cabello castaño algo despeinado le dio un sorbo seco a su taza de café, calmando un poco su mal humor al sentir aquella bebida caliente entibiar su cuerpo.
—Yo no hablo español pero... ¿te molesta el teleférico?—
Cuando el hombre de unos cuarenta y tantos se sentó a su lado, la joven latina lo miró a ceja alzada de arriba a abajo.
—¿cómo no va a molestarme que estos yankees hijos de puta estén contaminando los pulmones de planeta con tal de sacar algo de dinero?—señaló enojada el viejo televisor en una esquina del bar—. Ese teleférico es una porquería, lo único que logrará será cagar el ecosistema.—
—Pareces muy segura, ____.—la chica lo miró de inmediato—. ¿piensas hacer algo? ¿alguna otra protesta pacífica inútil?—
La chica sacó una navaja de su bolsillo y la presionó sin dudar contra el estómago del hombre, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar.
—¿cómo mierda sabes mi nombre y lo de las protestas?—
—Te he estado siguiendo durante un buen tiempo, sé bastante sobre ti.—
—Eso es imposible... Cubro mis huellas.—
—Pues al parecer no todas.—la chica hizo más presión sobre la piel del hombre, quien sonrió nervioso al ver que comenzaban a llamar la atención de algunos otros clientes en la cafetería.
—Escucha, te tengo una propuesta. Salgamos de aquí y hablemos tranquilos, no creo que quieras ser el centro de atención por regar mis tripas en el suelo ¿o si?—
____ tardó unos segundos, pero finalmente guardó el arma.
—¿qué quieres?—
—Darte una oportunidad de compensar tus errores, darle utilidad a tus habilidades... Y evitar que te quites la vida esta noche.—la chica no se inmutó ante aquello—. O al menos... Que no te la quites de verdad, solo de mentiritas.—
—... ¿de qué estás hablando? ¿quién eres?—el hombre sonrió con cierto aire de superioridad
—No puedo decirte mi nombre pero... Puedes llamarme Uno.—
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