Capítulo 13 - El Fin de Semana

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Andrómeda sintió violentamente como la gravedad empujaba su cuerpo fuertemente contra el suelo, lo que provocó, que Andrómeda cayera al suelo emitiendo un gemido de dolor.

-¡Por Dios! ¿Andrómeda estás bien? –Gritó preocupada Elara ante el grito de Andrómeda, sin embargo no hubo contestación por lo que repitió la pregunta- ¿Andrómeda estás bien?

Pero lo cierto era que, Andrómeda no oía ninguna de las palabras dichas por Elara. En su oído, se escuchaba un largo y fuerte zumbido que parecía ser eterno. Sin embargo, el zumbido era lo de menos, Andrómeda sentía un dolor indescriptible, como si la hubiesen golpeado por horas en todas partes, sobre todo en su pecho y en su estómago. La respiración de Andrómeda era casi nula, respirar le causaba un horrible dolor que nunca había experimentado. Pero eso no era todo, Andrómeda se sentía desorientada, estaba sumamente mareada, ni siquiera podía enfocar la vista en un solo punto, era como si estuviese muriendo lentamente. De pronto, Andrómeda sintió un violento golpe en su estómago que la hizo producir una gran arcada, las náuseas que sentía, la harían vomitar. Pero aunque vomitase, el dolor, el hormigueo y la poca fuerza física que tenía, no desaparecerían, sino más bien aumentarían.

-¡Andrómeda, por favor dime algo! –Habló Elara, nuevamente con mucho desespero, mientras se inclinaba sobre el cuerpo de Andrómeda- ¿Puedes oírme?

Aunque la oía y trataba de explicarle lo que le pasaba, sencillamente Andrómeda no podía hablar. Le era imposible producir un sonido, mover sus labios, le resultó más doloroso, era como si le estrujasen su garganta. Andrómeda intentó moverse y gritar, por el dolor y la desesperación, pero no pudo hacerlo.

-¡Por Dios! –La voz de Elara se escuchaba muy, muy temblorosa- ¡Tengo que llevarte con el profesor Goddard al laboratorio!

La profesora Elara se inclinó mucho más para intentar sostener a Andrómeda. Su objetivo era viajar al futuro, para llegar a su presente.

-No... –La voz de Andrómeda se escuchó débil, casi como un susurro.

-¿Andrómeda? –Preguntó la profesora Elara ante la respuesta de Andrómeda, para asegurarse de que verdaderamente había hablado.

-No... –Andrómeda habló lentamente, casi jadeando, como si le doliera hablar- ...se preocupe. Estoy bien.

-¡Por Dios! –Dijo Elara con muchísimo alivio.

Andrómeda sentía como los efectos de su dolor, el hormigueo, las náuseas, el zumbido del oído y la falta de fuerza iban lentamente desapareciendo. Colocó sus manos en el piso para levantarse, flexionó sus codos para impulsarse del suelo, pero fue algo inútil. El tembloroso y dolido cuerpo de Andrómeda cayó como si hubiese sido empujado. Ante aquel acto, la profesora Elara rodeó a Andrómeda con sus brazos, para ayudarle a levantarse. Poco a poco Andrómeda empezó a adquirir más fuerza en sus piernas y, aunque sentía muchas náuseas, logró levantarse lentamente del suelo. Estando de pie sintió como su cuerpo temblaba violentamente, implorando estar de nuevo en el suelo, pero Andrómeda no se permitiría ceder a su dolorosa situación.

-Esto es horrible –Dijo Andrómeda en un tono un poco más audible.

-Lo sé, lo sé –Dijo Elara, sin poder decir o hacer algo más para intentar solventar la situación de Andrómeda- Generalmente, el primer viaje es algo violento.

-Pero no creo... –Andrómeda se interrumpió violentamente, para producir una leve arcada que le obligó a llevarse las manos a la boca.

-Creo que ya es hora de volver, sujeta mi mano –Dijo con rapidez Elara ante el aspecto que reflejaba Andrómeda en su rostro. La profesora Elara extendió su mano en el aire para recibir la mano de Andrómeda.

AndrómedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora