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🎁 Leif 🎁

Observó a su pequeña y frunció el ceño un poco preocupado por verla tan decaída. Estaba acostada en su cuna con un peluche entre sus brazos, un pequeño perro con sombrero rosa al que adoraba. Sin embargo en aquel momento el perro no estaba haciendo nada por animar a Tatum. Los ojos de la pequeña se veían apagados y se mantenía en silencio. Hacía como una semana desde que estaba así...desde que habían dejado el apartamento del amable vecino que había aceptado cuidar a la niña por un par de hora.

Leif sabía que su niña no era demasiado parlanchina. No lo había sido desde que Ivy murió. La mayoría de personas pensaban que al ser tan pequeña, Tatum no se vio demasiado afectada por la muerte de su madre, pero Leif lo sabía mejor. Desde que Ivy había muerto, la niña se volvió silenciosa. Apenas tenía dos años, pero las palabras que pronunciaba eran muy pocas, solo había algunos balbuceos y nada más. Lo más claro que ella pronunciaba era la palabra "papi" y "bebo" esta última cuando quería tomar su biberón. No estaba seguro de si eso era un gran problema, pero tampoco quería que su hija se viera obligada a asistir con un terapeuta siendo tan condenadamente joven.

Pero empezaba a preocuparse de verdad, porque desde que dejaron el apartamento de Callum Grayson una semana atrás, Tatum había entrado en un estado de pasividad que resultaba extraño. No hablaba, lloraba fácilmente y Leif ya no sabía que hacer. Bueno, se le ocurría algo, pero no sabía que tan buena idea era. Porque ir y decirle a su vecino: "oye, creo que mi hija de alguna manera se apegó a ti en el corto tiempo que pasaron juntos...así que arréglalo" ... si eso no sonaba como algo inteligente para decir.

- ¿Qué tienes, amor?- le preguntó recostando sus brazos en el borde de la cuna- habla conmigo, cualquier cosa que quieras decir está bien...aunque sea un balbuceo, una risita...lo que sea amor porque de verdad me estoy preocupando por ti.

Los ojos de la niña se alzaron en su dirección, sus labios en un pechero y eso partió el corazón del rubio. Suspiró y estiró la mano para acariciar la mejilla regordeta de su niña. Normalmente eso la haría reír, pero no obtuvo nada. Pero su momento de preocupación se cortó cuando el timbre sonó. Le dio una última mirada a Tatum antes de acercarse a la puerta y abrir. Sonrio cuando vio a la mujer de mediana edad al otro lado.

-Hola, espero no llegar en mal momento- saludó su tía Margie. Ella era alta, casi tanto como él. Con el cabello rubio un par de tonos más oscuros y ojos aguamarina.

- Al contrario, llegas en el mejor momento- dijo haciéndose a un lado para dejarla pasar.

-¿Pasó algo malo? ¿Tatum está bien?

-Bueno, no se si sea malo pero creo que algo no esta del todo bien con ella- Se pasó una mano por el cabello alborotándolo ligeramente. - Está un poco decaída y algo sensible, realmente no se que hacer con ella.

Su tía frunció el ceño y lo siguió hasta la habitación en donde la pequeña seguía jugando languidamente con el perro de peluche. Sus ojos ámbar observaron al tía Margie brevemente antes de desviarse de nuevo hacia el juguete.

- Parece triste.

-Lo sé.

- Quizá le duela algo- sugirió la mujer mayor antes de inclinarse y sacar a Tatum de la cuna. La niña no protesto pero tampoco parecía que le agradara la idea. - A ver princesa ¿quieres contarle a tía Margie aque es lo que te pasa? ¿Te duele algo?

- Pa-pá...- dijo ella en tono apagado y luego se recostó contra el hombro de la mujer y empezó a sollozar de manera lastimera, con largos suspiros.

- Espero que no la hayas regañado- Leif negó vehementemente. A veces usaba un tono de voz más firme, en los extraños casos de rebeldía que a veces asaltaban a su niña, pero siempre cuidaba de no elevar la voz y terminar asustándola. - ¿Es cierto Tate? ¿papi es bueno contigo?

Querido Santa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora