Tres.

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━ 𝖠𝖢𝖳𝖮 𝖨II: Pesadilla.

¿Por qué debíamos ir al hotel a redimirnos? era una tontería, ¿cierto...?
Alguien como yo no podría redimir sus pecados. Ni en siete vidas podría lograrlo. No merezco tampoco irme al cielo siendo satanista en vida, era un pecado grave. Ni en mis sueños podría entrar a ese lugar que tanto anhelan los pecadores.

Nadie podría entrar.
Charlie era estúpida.

Alguien que en vida fue de un culto, que sacrificó gente, que comió de otros y que mató hasta bebés no podía redimirse tan fácil como ella lo planteaba en su fachada.

¿Realmente quién pensaría así?
Nadie, ninguna alma del infierno pensaría así a menos de ella. Ni siquiera el pecador menos sucio de aquí podría creerlo. Si caímos aquí, fue por algo y nadie puede cambiar aquello.

Caímos por ser lo peor de lo peor y nuestro castigo es vivir aquí, sobreviviendo a cada exterminio.

—Tetona, ¿Ocurre algo?—Angelo me miró algo extrañado, interrumpiendo mis pensamientos—Han pasado dos minutos y sigues parada aquí sin articular ninguna frase. ¿Estás bien?

Yo solamente me resigne a asentir. A pesar de haber dicho unas cuantas palabras, aquella rubia me había dejado con muchas dudas en mi cabeza. No sabía que decir u hacer, estaba demasiado confundida para ser verdad.

Él me dedicó una mirada un tanto preocupada y me respondió con un "cuenta conmigo" acompañado de un abrazo. Angelo a pesar de parecer un pesado simple vista, era como una madre. Aunque nos tratara mal cada ciertos momentos, él siempre era el primero en ayudarnos cuando lo necesitábamos.

Luego de aquél abrazo, el osito de felpa se alejó de mi, para ir junto a su querido Angel Dust. A mi, me dejó con Suzie al lado observando todo como una acosadora profesional.

Cuando ocurrían estas cosas, ella siempre aparecía. Me acompañaba en los momentos en los que no había nada que hacer y nos poníamos a bromear para hacerle la vida imposible a otros. Estas cosas eran divertidas a su lado. Y más, cuando siempre pensábamos en las mismas cosas.

—¿Y si nos paseabamos por todo el hotel molestando al que interfiriera?—Suzie coincidió conmigo, en un susurro.—Tenemos mucho tiempo, aún son las cinco de la tarde y no podemos desperdiciar todas estas horas observando en como estos dos se acuestan y besuquean.

—¡Esa es una gran idea, querida!—Asentí velozmente mientras daba vueltas.—Vamos a ir a las habitaciones, rápido.

Observamos un pequeño mapa del hotel que se encontraba cerca de la recepción y nos dirigimos hacía el ascensor de este. Marqué entre los sesenta y seis pisos el número dos, que tenía una característica carita feliz en el botón.

Al llegar al segundo piso Suzie comenzó a correr por los pasillos, intentando buscar a alguien. Siempre habría gente aunque aún no fuese inaugurado. Estas pestes nunca son pacientes para ver un lugar público nuevo.

—Mira... Separemonos.—Le hablé.—Será más fácil encontrar gente así.

Suzie se limitó a asentir con una pícara risilla y se fue para el pasillo izquierdo, que tenía una alfombra color naranja. Yo me fui por la roja a la derecha, que se veía un poco más interesante por la decoración que llevaba la misma.

Comencé tocando puerta por puerta, intentando ver si me respondía alguien o me abrían pero nadie hizo una de las dos. Empecé a adentrarme mucho más en los pasillos, dándome cuenta que era mucho más grande de lo que creí. El color rojo fue incrementando de tono, haciéndose uno un tanto carmesí. Los cuadros iban empezando a cesar, tan solo dejando una pared de este color y nada más. Podía notar que el ambiente se había vuelto pesado. No entendía porqué, pero comenzaba a sentirme un poco mareada y con dolor de cabeza. Una interferencia como si fuese de televisión o radio que comenzó a escucharse a lo lejos, en la última habitación que me causó una curiosidad que no podía ni imaginar. Empecé a acercarme lentamente, desprendiendo de mi coxis una lanza de ángel que había comprado en el mercado. Mis piernas comenzaron a temblar rápidamente, a la misma intensidad en la cuál aquélla interferencia comenzaba a subir de volúmen. Me sentía demasiado agitada y nerviosa.

Cuatro habitaciones quedaban aún para llegar a la última, y hacía que mi corazón acelerara con todo mi ser. El sonido de interferencia paró por un momento, dejándome perpleja. ¿Aquí es cuándo un asesino aparece detrás mío? Puede ser. Una sombra apareció delante mío que tenía aspecto espeluznante. Medía unos 10 centímetros más que yo, tenía unos cuernos parecidos a los de un venado y podía verse en ella una gigante sonrisa. Tragué saliva nerviosa, mirando a todo mi alrededor intentando buscar el origen de aquella sombra. Sin embargo, no había nada. Me apoyé contra la pared moviendo mi cola como nunca antes lo había hecho, dejándome en un estado deplorable.

La sombra desapareció y un agudo pitido se posicionó en mis orejas, que tapé rápidamente. Me estaba sintiendo fatal.
Luego de ese pitido sentí como alguien se acercara a mi. No lo veía, solamente podía sentir aquella presencia en la habitación. Apunté con mi lanza a la dirección a la que lo presentía, poniéndome en posición de defensa. A pesar de que mis piernas temblaban y se notaba mi miedo, intenté no morir aquí nuevamente. No quería ir al doble infierno.

Un frío aire se posicionó en mis orejas, haciéndome entender que aquél sujeto estaba al lado mío.

—No pensé que una criatura como tú iba a aparecer en un hotel como este.—Aquél aire transmitió aquellas palabras, quebrantandome.—Te espero, cariño.

Estaba jodida.
Estaba completamente jodida, había quebrado en llanto de nuevo por el miedo. Era una puta débil, que no podía defenderse ni siquiera con una lanza de ángel.
Intenté relajarme respirando hondo, pero lo único que sucedió fue que explote en llanto nuevamente. Si esto hubiese ocurrido mucho antes, no hubiese reaccionado así.

Aquella brisa fue tomando forma de negros tentáculos, rodeando mi cuerpo lentamente mientras lo apretaba y hacía soltar mi lanza. Aquél hablaba, pero no entendía que decía en su totalidad por los llantos. Mi cuello estaba siendo estrangulado, dejándome sin poder respirar en todo momento. Tal vez no moriría de eso, pero si usaba mi arma en mi contra estaba acabada. Tal vez sólo quería hacerme sentir miedo, quién sabe. No quería morir por segunda vez.

Logré escuchar a Suzie gritando mi nombre entre los pasillos, un tanto agitada. Esta me encontró eficazmente, haciendo que aquellos tentáculos me soltaran, desapareciendo mientras dejaban unas marcas en mis brazos y piernas. Corrí lo más rápido que pude para abrazarla y besarle toda la cara. Estaba nerviosa, con miedo. No sabía que hacer luego de eso.

La coneja me quedó mirando un tanto preocupada, correspondiendo mi abrazo. Ella no entendía exactamente lo que me pasó, sin embargo me abrazó y protegió por ese instante. Todos sabían lo débil que me había vuelto y hacían esto, por mí.

Decidí no contarle lo que ocurrió para no involucrarla en eso por seguridad. Ya me sentía mejor, y ya no me dolía del todo mis extremidades. ¿Qué habría sido eso? ¿Qué demonio me había hecho tal acción? No se me ocurría alguien en quién pensar.

Tal vez más gente ha pasado por esto y corre peligro. ¿Debería afrontar esta peligrosa situación?

La hora de visitas acabó sin darme cuenta y junto a Suzie bajamos en el ascensor para irnos junto a los demás a nuestras casas.
Al final, aquella chica con forma de polilla que estaba en recepción nos despidió y nos lanzó a la calle lo más rápido que ella pudo sin importarle la condición que tuviésemos.

Nuestro grupo de cuatro personas se subió al auto del mayor, sentandonos en los mismos asientos de hace un rato para no pelear.
Intenté hacerles creer que estaba bien físicamente y psicológicamente, para que no se preocuparan como siempre. Con que Suzie sepa un poco me hacía sentirme satisfecha. No quería que nadie se enterara realmente, ya que si era un demonio poderoso los pondría el problemas. Prefería que si pasara algo realmente, solo saliera herida yo.

Luego de haberme dejado en mi casa, decidí acostarme sin pensarlo en mi cama. Probablemente esto no fue un ataque personalmente a mí, pero probablemente en el futuro en ese hotel pueda ocurrirle lo mismo a alguien más. O tal vez... ya ocurrió.

Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora