Ocho.

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━ 𝖠𝖢𝖳𝖮 VIII: Lujurioso.

—¿Cuidarme?—respondí.—¿Qué me vas a cuidar tú, viejo castroso?

Me había molestado. ¿Por qué un demonio tan viejo y poderoso me estaba molestando exclusivamente a mí? no lo entendía y me repugnaba.

—¡Cuida tu vocabulario dulzura!—Se agachó a mi altura, moviendo mis labios de manera que sonriera.—¡Sonríe pequeña! Nunca estarás vestida si no portas una sonrisa.

—De nuevo vamos con el vocabulario...—suspiré, intentando no rebajarme a eso.—¿Te crees mi padre o qué? Soy independiente, yo veo que hago con mi puta vida si se me antoja.

El pelirrojo sólo se limitó a reír y levantarme, dejándome parada en la altura de su abdomen. Al parecer, era más baja que el y no me había fijado.

—Sabes cielo, he estado bastante interesado en ti...—replicó.—Estaba pensando en algo, en que podía darte un buen uso. Tu actitud es perfecta para lo que tengo pensado.—él soltó una risilla, acercándose a mi oído.—Adoro cuando tiemblas de miedo, me provoca una emoción que nunca antes había sentido. Te enseñaré bien, para que puedas ayudarme.

Apreté más fuerte que antes mis labios, tragué saliva fuertemente y lo miré desesperada. ¿Qué tipo de maniático le gustaría este tipo de cosas? Con un poco de miedo levanté mi mano y le dediqué una bofetada. No pude resistirme a hacerlo. Él se me quedó mirando fijamente, con su característica sonrisa. Soltó un suspiro y se levantó para volver a su postura normal.

—Ahora por haber hecho eso, empezaré aquí mismo.—Agarró mis mejillas apretandolas, mirándome con un brillo en los ojos.—Quieras o no, me ayudarás cielo.

Comencé a patalear para zafarme de su agarre, intenté golpearlo, patearlo, sin embargo, él simplemente era más fuerte que yo.

—Tienes tan pocos modales para ser una dama...—su permanente sonrisa se encoje y sus ojos se tornan completamente redondos, con un iris en forma de aguja. él me soltó.—Empecemos por corregir eso...

El entorno comenzó a degradarse, las murallas se tiñeron de negro y símbolos vudús aparecieron en el aire. Un miedo que no había experimentado hace mucho empezó a brotar dentro mío, mis labios se habían puesto a temblar y comencé a escuchar unas voces que hablaban en idiomas que no reconocía. El característico sonido de radio que caracterizaba a Alastor comenzó a retumbar en mis oídos. Una presencia se posó en mis espaldas y de un momento a otro, caí dormida.

Mis ojeras cada día incrementaban más, hasta tal punto de verse a pesar de taparmelas con maquillaje. Estaba agotada, sentía que en cualquier momento colapsaba.
Frente a mí yacen los cuerpos de mis compañeras y el aroma de la sangre seca invadia mis sentidos. Sus cuerpos languidos con manchas amarillas, hedian a muerte. Sabía lo que había hecho, pero no quería reconocerlo. Miré los hematomas de mis brazos con desprecio, me dolían hasta no poder más. Cánticos provenientes de la habitación de enfrente distrajeron mi atención, haciéndome dirigirme hacía ese lugar. Mis pasos eran silenciosos, pero alguien me interrumpió por la espalda, sin darme cuenta de su llegada.

—¡Oh mi querida Ivy! Tan linda como siempre...—un viejo canoso, con barba y una barriga pronunciada me saludó.—¿Haz despertado bien, sin ningúna molestia?

Yo asentí un tanto confundida.—Sólo me duelen un poco los brazos... Pero creo que quitando eso de lado está todo bien.

—Sí... Tus episodios son demasiado complicados.—replicó—Por eso te inyectan un poco de amor. Espero que mejores esa actitud tuya.

Mis ojos estaban decaídos, hinchados y con ojeras. Sólo me limite a sonreir, intentando que mis párpados no se cayeran. Gracias a eso, noté como el señor se había molestado.

—¿Por qué sonríes de esa forma?—me miró, frunciendo el ceño.—¿Te estás burlando de mí? ¡Recuerda que soy tu jefe! Puedo despedirte de la banda en cualquier momento, querida.

Parpadie más de una vez al escuchar aquella frase; No me había dado cuenta por mi estado que era él. Mis piernas comenzaron a temblar rápidamente sin parar, y para rematar el me tocó el cabello de una forma seductora.

—Que lindo cabello tienes, mi pequeña flor de loto.—besó mi mejilla.—El color rubio me tiene fascinado. Tus ojos azules son lo mejor que he visto. ¿Puedo... Apreciarlo de mejor forma?

Sacó una jeringuilla de su abrigo, apretando la parte superior dejando salir un poco de líquido blanco. Me tomó del brazo y me inyectó el "líquido del amor".

Mis ojos se abrieron y vi que me encontraba en lo que parecía ser mi habitación. Había estado sudando en una temperatura un tanto fría y me sentía exaltada. Estaba acostada y tapada en una cama bastante grande. Miré extrañada como mis maletas estaban abiertas y vacías en el piso y se habían colocado todos los cuadros que traía en estas en la pared. Parecía que todo se había ordenado mágicamente. Rápidamente me levanté y por un tipo de arte oscura, ¡También estaba con un pijama puesto!

La puerta de mi cuarto se abrió e intenté recuperarme de mi sueño.

—¡Pequeña!—el venado de cabello rojo se acercó a mí, con su característica sonrisa.—Cuando te metí aquél sustillo, caíste desmayada... ¡Así que aproveché la situación y que ordené tu departamento!

—¿Ordenar mi departamento? Gracias, supongo...—suspiré.—Espera, ¿Tú también me cambiaste de ropa?

—Ay cariño, que mente más sucia traes.—respondió.—¿Cómo un caballero como yo, vería a tan adorable señorita en paños menores?

Fruncí mi ceño cruzando mis brazos. ¿Va a molestarme toda la vida, hasta que un exterminador logre matarme? Me limité a ver como se sentaba en mi cama para luego dedicarme una sonrisa ladina. No sé que quería exactamente de mí, pero estaba segura que algo se traía entre manos luego de ese número que me hizo antes desmayarme.

—Eres un tonto.—lo miré un tanto molesta.—Sabes... Puedes ser un demonio poderoso, pero no te tengo miedo. ¿Simplemente puedes ser más normal para tus asuntos? No sé, pedir las cosas de una mejor forma. Si necesitas algo de mí, simplemente dilo. No tengo problemas en tener un Sugar Daddy.*

—¿Sugar qué?—respondió.

—Olvídalo, sólo dime lo que quieres para ver si acepto.

—Cariño, te dije que dejes de ser tan maleducada.—suspiró, sacando los mismos tentáculos de antes. Ahora sí me cagué.—¿Debería de seguir con lo que no terminé hace una hora?

—¡No no no no!—exclamé, retrocediendo.—¡N-No intentes eso denuevo!

Alastor comenzó a rodearme de tentáculos, tal así como si fuesen una cuerda. Hizo aparecer una silla, y con los mismos tentáculos que me apretaban me sentó en esta. Me dolía todo, pero no podía safarme por más que intentara moverme. Él comenzó a reírse en un tono bajo, mientras se acercaba a mí todo burlón. Empezó a apretarme más y más fuerte, dejándome sin poder tener el privilegio de respirar. Me tomó el mentón mientras todo esto pasaba.

—Me vas a ayudar quieras o no.—confesó.—¡Eres perfecta para esto! Así que desde hoy, cosa que veas de parte mía, ¡No se la digas a nadie! O te haré lo mismo que ahora.

Yo asentí con demasiada dificultad.

—Después te daré más órdenes, mi querida Ivy.—besó mi mejilla, para luego retroceder.—Nos seguimos sintonizando, dulzura.

El desapareció junto con los tentáculos que me tenían en el aire. Rápidamente caí.

Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora